Cuando le preguntaron al actual presidente de la Juventud Socialista (JS), Allan Álvarez, sobre la condonación del CAE, su respuesta reflejó un pragmatismo escaso entre las filas oficialistas. Álvarez argumentó que no están los recursos para hacerlo, no está en las prioridades de los chilenos, no beneficia a los más necesitados y desincentiva el pago de estos créditos. Estas observaciones, pese a su sensatez, generaron críticas de otros miembros de su coalición, destacando la respuesta de la diputada Emilia Schneider, quien amonestó al timonel de las JS por «mandar recados por la prensa».
El debate en torno al CAE revela más que las consecuencias económicas de la condonación propuesta; destaca una preocupante falta de evolución en el discurso de Gabriel Boric y los suyos. Persistir en una narrativa forjada en los años universitarios, sin adaptarse a las realidades y desafíos actuales, muestra una desconexión con el presente. Es irónico que sea un joven líder de partido quien muestre mayor madurez y perspectiva, en contraste con figuras que, rondando los cuarenta años y con una década en la función pública, siguen aferradas a sus ideas juveniles.
Esta situación refleja una especie de síndrome de Peter Pan en la política: una reluctancia a crecer y enfrentar la vida adulta; un miedo a abandonar las viejas promesas y adaptarse a los nuevos retos. La insistencia en la condonación del CAE, pese a los claros desafíos económicos y otras prioridades más apremiantes, es un ejemplo de esta reticencia a evolucionar y enfrentar las realidades complejas que suponen la administración de un país. Persistir en una promesa electoral que data de tiempos de activismo universitario parece poco pragmático y desconectado de las urgencias del momento.
No tiene sentido volver a discutir la condonación del CAE en medio de múltiples crisis: empleo, salud, seguridad, migración, por solo nombrar algunas. Incluso no tiene sentido volver a hablar del CAE si solo nos quedáramos con la grave crisis que tenemos en educación. El grave ausentismo escolar que dejó la pandemia, los pobres resultados en las pruebas PISA, el descalabro educacional que vivimos en Atacama son algunas muestras de que las urgencias no escasean para el Gobierno en materia educativa.
De acuerdo con un reciente estudio realizado por Santiago Montiel y Alfonso España en Horizontal, la condonación universal del CAE equivaldría a $11.270 millones de dólares, es decir, 40 veces el presupuesto del Plan de Reactivación Educativa 2023 o 37 veces el presupuesto para el proyecto de Sala Cuna Universal. A todas luces, se trata de un gasto desmesurado carente de todo sentido en un contexto de necesidades múltiples y apremiantes, que no hace otra cosa que poner de manifiesto la irracionalidad de priorizar la condonación del CAE por sobre otras materias.
En definitiva, la propuesta de condonar el CAE no solo es económicamente inviable y socialmente regresiva, es otra representación de la falta de visión política y el desapego con las verdaderas necesidades del país que tiene el Gobierno del presidente Boric. Es imperativo que en La Moneda abandonen esta postura tan nostálgica como inmovilista. Como en la vida, la madurez en política se demuestra a través de la capacidad de adaptarse ante las realidades cambiantes poniendo siempre como prioridad el bien común por sobre las promesas electorales que el apremio ha terminado por caducar. Los niños y las familias de Chile requieren soluciones concretas, no promesas ancladas en un pasado idealizado que ya no responde a las complejidades del presente ni a las esperanzas del futuro.
Juan L. Lagos, Investigador de la Fundación para el Progreso