Durante los últimos años la crisis en educación se ha profundizado. Por un lado, los niveles de ausentismo y deserción son cada vez más altos, la calidad ha empeorado, la pandemia dejó un vacío de contenido en muchos de los estudiantes, y la violencia se ha vuelto la tónica en algunos establecimientos. Por otro lado, la reforma educacional de la presidenta Bachelet del año 2016, que prometió solucionar parte de estos problemas, ha sido mal implementada por sus principales promotores, como se puede ver en los 46 colegios de Atacama que llevan 60 días en paro. Y el resultado es lamentable: los más perjudicados son los niños y jóvenes de sectores vulnerables y sus familias que se frustran al ver cómo el sueño de dar mejores oportunidades a sus hijos se hace imposible.

En medio de la crisis, el gobierno ha preferido, en una actitud de absoluta indolencia, no hablar sobre esta emergencia. En cambio, han optado por llevar adelante su agenda ideológica que pretende camufladamente terminar con la libertad de enseñanza para lograr el control de los contenidos que se transmiten a los alumnos. Es más, durante la última semana el ministro de Educación propuso rediseñar el currículum escolar obligatorio para introducir ciertos elementos que le permitirán avanzar en esa dirección, tales como el «neocolonialisno” y la ideología de género.

La libertad de enseñanza, consagrada en nuestra actual Constitución, habilita a las personas a abrir, organizar y mantener establecimientos educacionales, y a los padres a elegir qué proyecto educativo prefieren para sus hijos. El currículum mínimo obligatorio, en los términos que se concibe hoy -que abarca gran parte de las horas lectivas-, ha impedido que este derecho se haga efectivo en la práctica.

La propuesta actual de nueva Constitución busca reforzar la libertad de enseñanza e introduce un límite que garantizará de forma efectiva este derecho, ya que los contenidos mínimos fijados por el Estado no podrán superar el 50% de las horas lectivas. Es una idea que debemos destacar, pero para la cual es necesario hacer muchos cambios administrativos y culturales, pues no son pocos los convencidos en que sin currículum obligatorio no hay enseñanza. Es urgente impulsar iniciativas en este sentido y acabar con otras que instrumentalizan la educación y desechan el fundamento de su existencia: el desarrollo integral de la persona.

Teresa Le Blanc, presidenta Fundación ChileSiempre

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