Agencia UNO
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La Oficina de Asuntos Consulares del Departamento de Estado de Estados Unidos emitió la última semana un aviso de alerta para aquellos ciudadanos que viajen a Chile. Este informe ubica a Chile, en una escala de peligrosidad de 1 a 4, en el número 2, situándose en el número 4 países como Venezuela o Corea del Norte. Esta alerta significa que los viajeros deben “tener mayor precaución debido a los disturbios civiles”.

Especial atención merece el énfasis de este informe en las mayores precauciones que se recomiendan adoptar al visitar barrios como Yungay, Meiggs y Bellavista, considerados especialmente riesgosos. Llama particularmente la atención Lastarria, característico barrio de nuestra capital, otrora símbolo de una nueva actividad turística en la capital, hoy mencionado como una zona de riesgo a la cual se recomienda visitar con precaución. Hace 8 años, en cambio, Forbes aplaudía su “encanto sin esfuerzo”. Hace 6, el NYT aclamaba que “el barrio desbordaba de opciones”. Hace sólo 5, el periódico español La Vanguardia lo declaraba uno de los mejores barrios bohemios del mundo, destacando “el valor arquitectónico patrimonial de sus edificios”, “su esencia tradicional” y su reivindicación como corazón de la cultura contemporánea de la ciudad.

La degradación que ha sufrido este barrio no resulta demasiado compleja de comprender: frente a la delincuencia desatada, el inexistente cuidado por nuestro patrimonio cultural, con la Iglesia de la Veracruz incendiada deliberadamente -monumento histórico desde 1983-, y el “laissez-faire” como postura adoptada ante la violencia, especialmente notoria durante la gestión de la alcaldesa Hassler, difícilmente es posible imaginar un resultado distinto que no sea el deterioro de los espacios urbanos, y, en consecuencia, de la calidad de vida de quienes en ellos residen, trabajan o visitan.

Lastarria, con todo, no es el barrio más deteriorado de la comuna, pero es una zona icónica y atractiva, en la que la pérdida de la calidad de vida es especialmente visible. En medio de la brutal crisis de seguridad en la que estamos inmersos, se hace necesario que la administración de la Comuna de Santiago, en la que se contabilizaron 55 homicidios durante el año 2022 (las peores cifras comunales desde que comenzó el registro) reciba con especial preocupación este informe y decida, finalmente, hacer frente a este deterioro y recuperar los abandonados barrios históricos de nuestra capital.

Diego Abuauad, investigador Instituto Res Publica.

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