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por José Manuel Palacios, Alcalde de La Reina

El constante crecimiento de nuestra capital ha sido altamente perjudicial para la
presencia de áreas verdes: esto último no es un tema prioritario en las agendas,
aunque debería serlo. Es que frente a los múltiples beneficios que se obtienen a
través de la mantención o creación de zonas ecológicas, sería un elemento de
gran importancia poder atribuirles mayores recursos a los municipios para otorgar
un estándar de calidad de vida óptimo. En definitiva, al considerar el desarrollo de
espacios necesarios que apuntan a paliar ciertas necesidades recreativas y optar
por nuevos modelos de desarrollo, no solo en las zonas rurales sino que también
en los espacios urbanos, podríamos lograr una consolidación cívica.
Según el Centro de Inteligencia Territorial de DesignLab Universidad Adolfo
Ibánez (UAI) y la Cámara Chilena de la Construcción, a través de su estudio
denominado el "Reconocimiento del Entorno Urbano", se concluyó que en Santiago existe cerca de un millón 126 mil personas que viven en zonas urbanas
críticas, lo que refleja claramente que en nuestro país aún queda mucho por hacer
en materia de áreas verdes urbanas y en la mejora de la calidad de vida de los
habitantes.

Lamentablemente, este estudio también arrojó que las comunas con mayor
pobreza en nuestro país son las principales afectadas. Gran parte de la población
que reside en las zonas más vulnerables de la capital habita en lugares que tienen
una gran cantidad de calles en mal estado y una evidente escasez de acceso a
parques y áreas verdes. Por ejemplo, Cerro Navia tiene un 76% de zonas con
estas características, seguido por La Pintana con un 59% y Pedro Aguirre Cerda
con 56%. Estas cifras son extremadamente opuestas en comparación con barrios
de mayor nivel socioeconómico como Las Condes, Vitacura, Providencia o Lo
Barnechea, que están dentro de las comunas con mayor índice de calidad de vida
del país. La pregunta de cajón -y apartandonos un poco de la crítica-, sería cómo revertir esta situación, ya que estas cifras evidencian la escasa importancia que se
les da a las áreas verdes en los planes reguladores. Los municipios más pobres
argumentan que este ítem representa un gasto muy elevado para sus
presupuestos, lo que explica que el 60% de las áreas verdes de la Región
Metropolitana se encuentran abandonadas, formando sitios eriazos o
microbasurales.

Es en estos barrios donde existe terreno para intervenir se debe focalizar la
inversión en políticas públicas y privadas. Resultaría beneficioso así, poder buscar
soluciones en las cuales se desarrollen iniciativas compartidas entre ambos
sectores. Sin duda, lo primordial es la mejora de la calidad de vida para las
personas, por lo que una opción viable es recurrir a la multisectorialidad: que
existan diversas fuentes de financiamiento -debidamente fiscalizadas-, que den
paso al desarrollo de espacios, por ejemplo en los cuales exista un sector más
reducido en metros cuadrados destinado al negocio y, otro porcentaje más amplio
con acceso gratuito, relacionado a un entorno verde.

Frente a muchas posibles soluciones a lo sostenible, nos topamos con algunos
inconvenientes que serían interesantes poder situarlos en la agenda pública:
US$1.700 millones se necesitan en Santiago para alcanzar la tasa recomendada
por la ONU, según lo desarrolla en uno de sus informes. Cinco minutos deberían
separar a alguien de un sector recreativo, según parámetros internacionales y
máximo a 20 de una plaza; una realidad que claramente se trata con voluntad.
Nuevas políticas son siempre bien recibidas mientras se solucione el problema,
por lo que la creación de una normativa que contemple infraestructura verde es
una medida que permitiría mayores instancias de interacción social, favoreciendo
la realización de actividades recreativas, deportivas y culturales. Sumado a esto,
existen evidentes beneficios ecológicos, como el control de la temperatura urbana
y mejora de la calidad del aire. Además, un efecto colateral, pero de suma
importancia a nivel nacional es que, al permitir la presencia de los vecinos en
estos espacios, se genera el concepto de vigilancia ciudadana, que reduce
considerablemente los niveles de criminalidad.

Todos estos beneficios son prioritarios para un futuro sustentable en las grandes
ciudades, permitiendo cortar de una vez por todas los patrones de segregación,
inequidad e inseguridad ciudadana que tanto afligen a nuestra sociedad.

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16 respuestas a “COLUMNA: Una perspectiva ecológica: hacia un nuevo tipo de desarrollo urbano”