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Un caso aplicado de utilización de IoT (Internet de las Cosas), son los sensores ambientales de humedad y temperatura que activan procesos automatizados para mejorar las condiciones de producción; monitoreo en línea del consumo de energía y una planta generadora fotovoltaica que alimenta todos los procesos.

Esa podría ser una definición, muy grosso modo, del nuevo modelo de agricultura de precisión que hoy opera la planta inteligente procesadora de frutas y hortalizas de la Cooperativa Coopeumo, ubicada en Pataguas Cerro, en la comuna de Pichidegua, en la Región de O´Higgins.

Se trata de un proyecto ejecutado por la Universidad Tecnológica Metropolitana (UTEM) y financiado por el Gobierno Regional de O’Higgins, a través del Fondo de Innovación para la Competitividad, que llevó la producción de la planta de Coopeumo hacia lo que se podría denominar como una agricultura 4.0.

“El concepto central de este proyecto es pasar de una agricultura tradicional a una de precisión, para lo cual identificamos las áreas en las cuales se podrían hacer mejoras dentro de la planta”, explica Jaime Saavedra, coordinador del proyecto.

Para ejecutar esas mejoras, el proyecto se enfocó en tres áreas: la instalación de sensores de medición de condiciones ambientales y manejo de data, la producción de energía fotovoltaica y la automatización de algunos procesos de la operación de la planta.

En el primer punto, se instaló una red de sensores que segundo a segundo toman muestras y miden la temperatura al interior de la planta, la humedad y la concentración de CO2, data que, procesada, permite controlar los factores que inciden en una mejor producción de la planta.

“Esos datos son transmitidos a un servidor central que los procesa y los muestra en una interfaz que opera como mando de control. En él los usuarios ven en tiempo real las condiciones internas del invernadero. También el servidor permite procesar los datos y dar órdenes para que operen algunos sistemas automatizados que permiten la ventilación del invernadero”, explica Héctor Torres, académico del Proteinlab de la Utem.

La otra área tecnologizada en el proyecto fue la instalación de sistemas electromecánicos que participan en la operación de la planta.

“Se automatizó la apertura y cierre de las lucarnas del invernadero, que en lenguaje simple son sus ventanas, y el despliegue y contracción de una malla cobertora que ensombrece el interior. Ambos mecanismos son operados en base a la información que entregan los sensores y que es procesada en el servidor”, explica Hugo Durney, académico del Programa de Energías Renovable No Convencionales de la UTEM.

La tercera área de tecnologización fue la instalación de un sistema de monitoreo a través de internet del consumo de energía eléctrica y uno de generación fotovoltaica implementado como un estacionamiento con techo solar para los vehículos de los visitantes.

“Implementamos un sistema de monitoreo en línea y en tiempo real de los distintos consumos eléctricos de la planta, el que permite, entre otras cosas, chequear si los cobros hechos por las compañías son exactos o definir en qué horarios se pueden ejecutar aquellas tareas que demandan más consumo, a fin de operar con las tarifas más baratas, entre otras cosas”, explica Durney.

“La otra área fue la instalación de un sistema generador de energía fotovoltaica, que produce para el autoconsumo y, en caso de tener remanentes, los inyecta al sistema, con lo cual la compañía distribuidora le paga a la cooperativa a través de descuentos en la cuenta mensual del servicio eléctrico”, agrega.

En un principio la meta era cubrir el 10% de las necesidades de energía, pero la cifra fue superada. “Estas nuevas tecnologías permitirán reducir hasta en un 50% y más el consumo de energía en determinados periodos del año, lo que nos permitió ordenarnos en el tema”, explica Sebastián Álvarez, técnico de Coopeumo.

Generar la propia energía y monitorear el consumo no sólo tiene la ventaja del ahorro, según el académico de la UTEM a cargo del componente eléctrico del proyecto, sino también permite llevar un registro de la trazabilidad y huella energética del proceso productivo.

“Muchos compradores en Estados Unidos, Europa y Asia, exigen esos registros porque deben tener la traza ambiental de sus productos que demuestre su sustentabilidad. A futuro esos datos se pueden poner en valor a través de algún tipo de certificación”, agrega Durney.

Pablo Silva, gobernador de O’Higgins, destaca el aporte del proyecto para la Sexta Región. “La Región de O’Higgins es eminentemente agrícola y, para ser potencia agroalimentaria, tenemos que instalar la innovación y las capacidades tecnológicas necesarias en la pequeña agricultura a fin de desarrollar un rubro sustentable que mitigue los efectos del cambio climático”, señala.

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