Noelia Orts
Noelia Orts
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Esta enóloga española es la creadora de “Ge”, un vino producido por Emiliana que acaba de ser premiado como el número uno de Chile por el crítico James Suckling. Aquí, también habla de su recorrido por la enología, de los cambios que se implementaron en el mercado del vino durante la crisis sanitaria y sobre cómo vislumbra el futuro de la industria vinícola mundial.
Eran cerca de las siete de la mañana del primero de diciembre, cuando Noelia Orts recibió un mensaje en su teléfono. Le avisaban que su vino ‘Ge’ —producido en el Fundo Los Robles, en el valle de Colchagua— había sido elegido número uno dentro de los 100 mejores vinos chilenos según el listado que anualmente realiza el crítico, James Suckling, (considerado el más influyente del mundo por la revista Forbes). En ese momento, Noelia Orts se quedó callada. Lo primero que pensó era que éste no solo era un reconocimiento a su trabajo, sino que era una muestra de la sabiduría y de lo que la naturaleza era capaz de producir.

Ese día fue un día normal. La enóloga recorrió la viña, visitó las bodegas y degustó vino. Sin embargo, al final de la jornada se tomó algunos minutos para reflexionar. ‘Era un premio a la perseverancia y entonces agradecí la oportunidad de poder hacer vino’, recuerda.

—¿Qué significa este reconocimiento para la viticultura de nuestro país?

—Es un mérito importante por dos razones. Primero, porque estar en la lista de vinos de este afamado crítico mundial posiciona a Chile dentro de los mejores países productores del mundo. Y segundo, porque ratifica la idea de que generando una agricultura más natural y consciente con el medio ambiente, generaremos mejores uvas, y por ende mejores vinos, como lo hemos comprobado con ‘Ge’.

—¿Cómo describiría a ‘Ge’?

—Como la mejor expresión de lo que hacemos en este campo. Primero, porque es un vino certificado orgánico, ya que en su elaboración no se han utilizado pesticidas, herbicidas, fertilizantes u antibióticos, ni tampoco se han añadido químicos en las barricas. Entonces, su producción es mucho más respetuosa con la materia prima, con el ambiente y con las personas.

—¿Qué significa que sea un vino biodinámico?

—Eso es lo interesante, porque la biodinámica es una ciencia que tiene un enfoque holístico, que busca cuidar el planeta. El viñedo es considerado como un organismo vivo que no se desarrolla por sí solo, sino que se nutre de otros elementos interdependientes: los bosques, las plantas, los animales, las personas e incluso el espíritu del lugar. Por eso, también se le da importancia a la influencia del sol y los astros.

Emiliana fue una de las pioneras en llevar a cabo este tipo de agricultura y según Noelia Orts, para que esta técnica agrícola rindiera frutos, se ha trabajado la tierra de manera especial. La enóloga aclara que en la biodinámica se busca generar un suelo saludable y, para ello, es fundamental incorporar preparados naturales. Uno de ellos, es el guano que se obtiene de los animales del fundo, el que se entierra en un cuerno de vaca.

—Esta técnica provee a la planta de una gran cantidad de bacterias y microorganismos que aportan vitalidad al viñedo. También se utilizan abonos de hierbas medicinales como la manzanilla, la ortiga o el diente de león para prevenir enfermedades y se incorporan a la tierra minerales como el basoalto y el cuarzo. Todas estas actividades se rigen bajo el calendario lunar, el que dictamina cuándo se debe realizar la siembra, la poda, la cosecha, el trasiego y los embotellados— explica la enóloga.

Pero no todo fue fácil. Trasladar todo un sistema de cultivo ‘convencional’ (que utiliza agroquímicos) a una más consciente con el planeta conllevó variadas dificultades. Fue un proceso lento, que duró varios años, pues la vid debía acostumbrarse a las técnicas que incorporaban la agricultura orgánica y biodinámica.

—Fue complejo porque la planta era totalmente dependiente del humano. No luchaba contra otras hierbas porque recibía herbicidas, tampoco desarrollaba anticuerpos porque se le añadían pesticidas y para evitar enfermedades se le suministraban antibióticos. Entonces, el desafío era lograr que trabajara por sí misma. Al principio se resintió y tardó en adaptarse. Incluso, muchos en el rubro decían que para qué lo hacíamos, porque era una inversión grande.

—¿Qué motivó este cambio?

—Queríamos elaborar vinos más saludables, pero también nos preocupaba el bienestar de nuestros trabajadores y de las personas que vivían alrededor del viñedo. Eso nos llevó a preguntarnos qué estábamos consumiendo y cómo podíamos mejorarlo. Volver a lo natural siempre era la respuesta. Pero, poco a poco fuimos viendo los frutos y gracias a esta agricultura pudimos cosechar una uva cada vez más sana.

—¿Que le enseñó a usted la agricultura orgánica y biodinámica?

—A crear otra relación con la naturaleza, a comprender que solo somos espectadores de ella, porque para lograr un buen vino finalmente debes seguir su curso natural. La naturaleza es la que manda.

Noelia piensa unos segundos y agrega:

—Porque el ser humano siempre está tratando de controlar todo y tiene la tendencia a intervenir lo que la tierra nos da. Entonces esta agricultura te enseña lo contrario, que los ciclos son distintos y que a veces debemos esperar (como lo dice el calendario lunar) para realizar ciertas acciones. Entendí que hacer vino es dejar hablar a la naturaleza.

Las cosechas de Noelia

Noelia Orts nació en Benidorm, un sector turístico ubicado en la costa de Valencia, en España y dice que, desde pequeña le gustaba disfrutar de la playa, del campo, como de las actividades al aire libre. Por eso, cuando terminó la escuela decidió estudiar Agronomía.

—En la universidad, me tocó estudiar la producción de alimentos y me di cuenta de que me apasionaba todo lo que involucrara procesos: Elaborar queso, jamón serrano o aceite eran cosas que me gustaban. Hasta que un día, hice un ramo de enología. Entonces quedé maravillada con el proceso que conlleva hacer vino y con la posibilidad de viajar y trabajar al aire libre. Era lo que quería hacer.

Cuando Noelia Orts culminó la Licenciatura en Enología y Vitivinicultura en la Universidad de Valencia, comenzó a recorrer diversas viñas del mundo. Fue parte de importantes bodegas como las de Torres, Marqués de Griñón y Recaredo en España. También visitó Nueva Zelandia y trabajó en ‘Oyster Bay’, una importante viña que cultiva sabores frutales. Su curiosidad también la llevó a participar en congresos y ferias del vino, tales como las de Burdeos, Milán o Montpellier. Hasta que en 2009 visitó Chile y tras participar de varias vendimias, en el 2011 comenzó a trabajar en Emiliana quedando a cargo de las líneas ‘Signos de Origen’, ‘Coyam’ y ‘Ge’ junto con el enólogo Álvaro Espinoza.

—Si participó de variadas experiencias en importantes países productores de vino, ¿por qué decidió quedarse en Chile?

—Porque descubrí que aquí se producían excelentes vinos, que existía una inmensa diversidad de suelos, de climas y de cosechas. Pero también me llamó la atención la dinámica que existía entre enólogos y agricultores. Era un trabajo colaborativo que no había visto en otras partes. Eso me impactó mucho. Creo que esa solidaridad es parte de la cultura chilena.

Los cambios

Por su trabajo al aire libre, Noelia Orts no cambió sus rutinas. Sin embargo, admite que la crisis sanitaria trajo modificaciones y la industria del vino no quedó exenta.

—La gente estaba en sus casas y sabíamos que en ese sentido debíamos tomar otras directrices. Creo que en ese sentido la incertidumbre abrió paso a la adaptación. Por eso, tuvimos que cambiar estrategias y poner foco en el comercio electrónico —explica.

Según la enóloga, otro de los cambios que introdujo la pandemia fue cultural. El confinamiento prolongado incentivó nuevos cuestionamientos y decisiones a la hora de elegir qué consumimos y qué procesos intervienen en la elaboración de diferentes productos. ‘Se busca lo natural, es un cambio de paradigma que se intensificó con la pandemia’, agrega.

—¿Cómo intervienen estos cambios de mentalidad en el futuro de la industria vinícola mundial?

—El consumidor está demandando cada vez más vinos que no posean trazas de químicos, esa es la realidad. Por eso, el mercado está cambiando y si no te adaptas, te quedas atrás. Finalmente, muchas viñas tendrán que ir sumándose a lo orgánico y biodinámico; si no es por convicción propia será por necesidad. En nuestro caso, favorablemente es un sueño ya cumplido.

—Y en ese sentido, si usted ya creó un vino catalogado como el número uno en Chile, ¿cuáles serían sus próximas metas?

—La verdad es que no me lo he planteado. Por el momento solo quiero seguir haciendo vinos y que estos no solo gusten a los críticos, sino que complazcan a la gente; y obviamente continuar manteniendo una sana relación con la naturaleza. Ese es mi mayor desafío.

Recuadro

‘El consumidor está demandando cada vez más vinos que no posean trazas de químicos’.
Fuente: Revista Ya

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