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Por Andrea RamosCountry Manager Kilimo en Chile

Estamos casi en la mitad del año 2022. Pensemos un poco más a futuro, en veinte o treinta años más. Según las estimaciones, podríamos estar conviviendo 10.000 millones de personas en el planeta ¿Impresionante, verdad? Sin embargo,  los recursos naturales no aumentarán al mismo ritmo del crecimiento de la población. 

El agua es uno de los ejemplos más concretos en este panorama. Para evitar una crisis, debemos pensar desde ya en estrategias para gestionarla y utilizarla de manera adecuada. Son varios los pasos que podemos realizar desde ahora mismo, comenzando por comprender que es un elemento vital para la vida humana y además, su condición de escasez se ve acrecentada por la sequía que se vive en diversas partes del mundo a raíz del cambio climático.

En este reenfoque con miras a lo que viene, la agricultura tiene un rol importante que cumplir, al ser una de las actividades que más agua consume, con alrededor de un 70%. Se trata de una industria que también es fundamental para las personas a través de la producción de alimentos. No podemos detenerla ni disminuirla, pero sí podemos optimizar su gestión implementando nuevas herramientas disponibles en el mercado. 

Gracias a la tecnología y la innovación, hoy la agricultura puede ser más sustentable y experimentar una notoria transformación en sus operaciones para utilizar el recurso hídrico lo más eficientemente posible. A través de soluciones especialmente dirigidas a la industria agrícola, es posible analizar distintos escenarios y cultivos, estudiar sus particularidades y mejorar el rendimiento del riego hasta un 30%, aumentando así la eficiencia del uso del agua hasta en un 70%.

Además, la urgencia ha ocasionado el surgimiento de alianzas estratégicas entre distintos actores, las que también derivan en un mejor uso de los recursos. Un ejemplo de ello son los proyectos de compensación agrícola, donde grandes empresas que necesitan cumplir con sus compromisos de agua neutralidad y llegaron a un tope con sus iniciativas internas, buscan externalizar las metas de optimización hídrica con la participación de actores locales. Existen planes de trabajo en donde los productores agrícolas se comprometen a reformular el uso del agua en sus operaciones diarias con el apoyo de plataformas tecnológicas e Inteligencia Artificial. Si logran esa meta, reciben una compensación económica directa, proporcional al número de hectáreas beneficiadas, cuyo costo es cubierto por la empresa asociada al proyecto. 

Estas medidas tienen real éxito para todos los involucrados si cuando tomamos conciencia del valor de un recurso que cada día se vuelve más escaso, tenemos también un plan de trabajo que, en el caso de la agricultura, nos sirve como punto de partida para establecer un nuevo enfoque de trabajo en el cumplimiento de objetivos en el corto, mediano y largo plazo.

Cada vez son más las señales que nos dicen que estamos debilitando recursos vitales para la existencia humana. Si no hacemos algo ahora, el daño será irreversible. La industria agrícola ofrece una clara oportunidad de mejora y además, cuenta con herramientas de trazabilidad para cuantificar el impacto. Si más empresas, productores y stakeholders se suman a esta iniciativa, podemos concretar un proyecto de transformación enorme en la industria y minimizar las proyecciones negativas de disponibilidad hídrica en las próximas décadas.

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