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El Primer Ministro de Inglaterra, Boris Johnson, ganó las elecciones en el Reindo Unido y encamina y una reelección con la promesa de poner fin a las divisiones que fracturan al país, pese a que durante su mandato ha sido una de las figuras más polarizantes del país.

Alimentando su imagen de jovialidad y desenfado, durante la campaña electoral cambió neumáticos de Fórmula 1, esquiló ovejas y cató whisky en Escocia.

Pero, aunque es uno de los políticos más populares, este hombre de 55 años e indisciplinada cabellera rubia atrae también nutridas críticas por una retórica populista que le valió la comparación con Donald Trump y una falta de rigor que muchos denuncian como mentiras.

“¿Importa la verdad?”, le preguntó la moderadora durante un debate electoral. “Creo que sí”, contestó Johnson… desatando una risotada del público.

Pese a todo, los sondeos a pie de urna señalan que su Partido Conservador se dispone a lograr la mayoría absoluta necesaria para dar un giro a la situación adversa que vivió desde su elección en julio en reemplazo de Theresa May.

En sus primeros meses en el poder encajó numerosos reveses: 21 diputados conservadores se rebelaron contra él, la justicia anuló por “ilegal” su suspensión de las labores parlamentarias, perdió moción tras moción y acabó obligado a pedir un tercer aplazamiento del Brexit pese a haber dicho que prefería “estar muerto en una zanja

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