Comparte

Publicado en Pulso

Faro Económico: Lunes a Viernes 09:30 a 10:00 y 13:30 a 14:00 

“Menos es más” es una frase atribuida a Ludwig Mies van der Rohe, uno de los precursores y genio de la arquitectura moderna. Hace referencia al minimalismo, concepto que señala que cada elemento debe combinar y formar una unidad, donde “todo es parte de un todo”.

Así como la arquitectura ha reconocido el poder de la simpleza, en muchos otros ámbitos, como por ejemplo en el compliance, los especialistas debieran prestar atención a esta tendencia con el fin de lograr regulaciones y mecanismos de control más eficientes y “elegantes”. Sin ir más lejos, por estos días se dio a conocer la intención del nuevo Gobierno de impulsar cambios legales para simplificar la reforma tributaria: la idea de que menos es más, surge nuevamente como una conceptualización del mundo reglamentario que estamos construyendo y al que debiéramos tender.

Una mirada minimalista puede ser un aporte en el diseño de un sistema que prevenga la ocurrencia de situaciones irregulares al interior de las organizaciones, asegurando además el apego a las normas, valores y principios declarados.

El minimalismo se caracteriza por la extrema simplicidad de sus formas, líneas puras, espacios despejados y colores neutros, en un ambiente con equilibrio y armonía. Una de las reglas del minimalismo es que lo simple también puede ser bello. Llevándolo al ámbito del compliance, el símil debiese ser que lo simple también puede llevarnos a reglamentaciones más efectivas y no por ello, menos sofisticadas.

Es evidente que nunca un programa de compliance debe subordinar a la estrategia, como tampoco estar en constante colisión con las tareas que llevan al cumplimiento de metas, pero cuidado: la urgencia por lograr el presupuesto, alcanzar la meta o concretar acuerdo con un cliente, puede generar mensajes erróneos y contradictorios, abriendo la puerta a la transgresión de los controles. Un paso en falso y los esfuerzos por conseguir las métricas en materia de metas, negocios y presupuestos, pueden terminar en un gran dolor de cabeza para la compañía.

Sin embargo, también es muy cierto que sistemas engorrosos muchas veces generan los incentivos contrarios a lo que se aspira alcanzar, causando fastidio o molestia a quienes realizan labores operativas o comerciales, empujando incluso a que los colaboradores transgredan las normas autoimpuestas por la organización.

Cuando se implementan programas o modelos de compliance en exceso complejos, comienza a perderse el objetivo para el que fueron concebidos y terminan teniendo vida propia. Así sucedió -ya que estamos hablando de arquitectura- con el estilo Gótico, donde cada elemento cobraba vida y relevancia en sí mismo, haciendo la contemplación de la obra un ejercicio de verdaderos expertos. Tuvo que venir un arquitecto como Filippo Brunelleschi, quien tuvo la audacia de hacer ver cosas simples como si fueran muy complejas, frenando con ello la enrevesada espiral en el diseño arquitectónico.

Hecho el parangón, las compañías enfrentan un desafío no menor y que tiene que ver con que nuestros sistemas de cumplimiento deben ser elaborados sobre la base de una gran capacidad de síntesis, buena lectura de la organización y mucho, mucho sentido común.

Por lo tanto, se torna esencial nunca perder de vista el carácter “minimalista” que debe tener todo buen programa de compliance que se precie de eficiente y eficaz, facilitando su seguimiento, reconocimiento e instalación en los equipos operativos. Todo puede y debe ser simple, claro, eficiente y minimalista.

Tamara Agnic
Panelista Faro Económico
Radio Agricultura

Últimas Noticias