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El libro “Ser invisible” está dando que hablar, este es un documento de la vida y muestra las rutinas de dos amigos: Gastón y Tito adictos a la pasta base que viven en situación de calle en medio de uno de los barrios más industriales de Santiago. Lucas Urenda, autor y fotógrafo de este libro que nos contó todos los secretos de su trabajo.

¿Cómo llevaron a cabo este libro?

Fue un trabajo independiente. Los recursos los sacábamos de nosotros mismos. Nos juntábamos los tres (yo, Catherine y José Tomás) y partíamos con muy pocos recursos. Era solo la cámara y nosotros. En las noches teníamos una linterna, ya que estaba todo oscuro y tratábamos de retratar los que estaba pasando. Cuando salía una foto buena era un gran logro porque pienso, que con poco hicimos mucho.

-¿Por qué Gastón y Tito? ¿Cómo buscaste los personajes de tu libro?

Los personajes del libro se me cruzaron. Un día a la hora de almuerzo, salgo a comer algo por ahí cerca de mi trabajo. De repente veo a uno de ellos salir del río para ir a pedir plata a los locales y me llamó la atención de inmediato qué era lo que pasaba ahí adentro del río. Ahí me asomé y vi que vivía más gente por lo que quise hacer una serie o algo ahí dentro, pero sabía que para entrar necesitaba conocer a alguien de ahí.
Pasó el tiempo y cada vez más frecuencia me topaba más con esta persona, hasta que lo esperé en uno de los lugares que concurría. 10 minutos después entra. Le digo que quiero hacer algo con ellos (en ese tiempo no tenía claro si un libro, una serie o lo que sea), llegamos a un acuerdo y empezamos a trabajar. Fue todo así; ellos aparecieron en mi vida y como venía con una idea muy parecida a lo que había visto cuando me asomé al río, pero en Barcelona, no dudé en buscarlos a ellos y pedirles que trabajáramos juntos.

-¿Por qué dices que la gente mira a los drogadictos como niños?

Lo que pasa es somos una sociedad sumamente prejuiciosa y veía que los trataban de esa manera, como niños y niños malos. También en los lugares donde fuimos, siempre fueron mirados de manera diferente; ya sea en un café, en un cyber o en los hospitales públicos. Siempre eran mirados como los niñitos drogadictos que había que corregir cuando los dos, son bastante mayores de edad. Y acá el tema es otro; es la vida de ellos y pueden hacer lo que quieran con su vida mientras no molesten a nadie y en todo el tiempo en que yo estuve con ellos, no molestaron a nadie. A lo más se acercaban a gente a pedirle plata y si les decían que no, se iban. Si eso es molestar a la gente, entonces que queda cuando te llaman a tu teléfono privado para pedirte que compres sus nuevos servicios. En el fondo, para pedirte plata. No sé, creo que hay una confusión tremenda en el trato a este tipo de personas que si están ahí, no es porque ellos quisieron, sino que fue, por lo menos en el caso de ellos dos, escapando de un pasado mucho peor.

-¿Cómo evaluarías las políticas públicas que hay en Chile con la gente que vive en esta situación?

No soy un gran conocedor de las políticas públicas que hay en Chile. Lo que sé, es lo que viví.
Te puedo hablar según mis vivencias y la experiencia en la realización del libro. De lo que te puedo decir es que me llamó mucho la atención, que una persona que vive en la calle no sea atendida por no tener una dirección la cual poner.
¿Dónde queda lo público ahí entonces?, creo que es un poco incoherente el significado de la palabra “público” con lo que pasa realmente.

-¿Cómo ves las políticas públicas con respecto a las drogas de Chile v/s Europa?

Europa es un continente mucho más antiguo en ese aspecto. En Chile estamos recién poniendo en la mesa estos temas.
Allá, algunos países ya vienen de vuelta. Partamos de la base que entre lo público y lo privado, no existe una gran brecha. Al contrario, la salud pública es de gran calidad y no necesitas caer en lo privado para tener una atención de calidad. Acá la brecha es gigantesca y lamentablemente la salud privada es carísima. Desde ese contexto y hablando en el tema “drogas”, allá hay países que incluso la salud pública se hace cargo de satisfacer las adicciones de las personas, entregándoles pequeñas dosis diarias o en otros casos les regalan jeringas para que no las compartan y así no se contagien con enfermedades de transmisión sanguínea. Yo creo que hay una diferencia gigantesca.

-Desde siempre te ha llamado la atención la cultura callejera, ¿por qué?

Siempre me llamó la calle, la vida callejera. Desde muy chico que escucho música en la que en sus letras se habla sobre historias de calle o mejor dicho de cosas cotidianas que nos pasan en la calle.
En Chile tenemos una imagen de lo callejero como algo negativo, quizás por nuestra historia, pero en otros países hablar de calle, es hablar de vivir el espacio público, vivir carnavales de barrios, vivir en sociedad y en continua interacción con ésta y eso es fundamental para tener una buena calidad de vida. Ahí está la vida real, lo que realmente pasa, lo cotidiano, nuestra identidad. Y por supuesto que es mucho más real que todo lo que vemos a diario sobretodo en los medios, ya que los medios están brifeados, te cuentan una noticia de acuerdo a un punto de vista, pero ese punto de vista no es tuyo sino que se te impone de acuerdo a la manera en que se te cuenta la noticia.
Creo que el “estar en el lugar”, ahí en la calle, es fundamental para sacar conclusiones más verídicas y concluir realmente lo que está pasando.

-Cuando viviste en Barcelona conociste a una mujer que te hizo “un click” en tu carrera como fotógrafo…

Cuando salí de la U acá en Chile me fui a estudiar foto a Barcelona y me quedé en Cataluña la mayoría del tiempo, ahí la movida callejera es con todo. Es una ciudad mucho más chica que Santiago pero que no para las 24 horas del día. Son ciudades en que el espacio público es fundamental, entonces ves a la persona que vive afuera de tu “piso” y a la tercera vez ya lo empiezas a conocer, ya lo saludas y se comienzan a generar lazos. Ahí es cuando rompes el prejuicio, de hecho, muy cerca de donde vivía, había una chica de unos 27 años que era de Estados Unidos, pero que había llegado a Europa, arrancando de los problemas que tenía en América, principalmente con la policía. Ahí comenzamos a hacer un proyecto juntos y nos llevamos muy bien. Lo que sí, ella tenía una lucha constante por su adicción a la heroína, pero llevaba un tiempo sin consumir, ya que ella era muy consiente de lo fuerte que era esa droga. Finalmente fue deportada y el proyecto se acabó ahí.
Para mi fue muy importante conocerla a ella, porque gracias a eso, descubrí hacia donde iban algunas de mis inquietudes como fotógrafo.

El libro lo puedes encontrar en librerías a lo largo de Chile: Libreria Antártica, en la Feria Chile del Libro, en las Qué Leo, y también en la Librería Byblos en Talca, en la librería del GAM, del Fondo de Cultura, Librería Laberinto, Metales Pesados, Nueva Altamira, Pioneros, Prólogo, Promúsica, Psiquis, PUC, Librería Tienda, Ulises y las Txt.
También la puedes encontrar en la página web de la editorial Ocho Libros

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