Alcalde de Recoleta, Daniel Jadue.
Agencia Uno.

… hasta que se demuestre lo contrario! Porque, a diferencia de los militantes del Partido Comunista de Chile, considero que la presunción de inocencia se aplica a todos por igual. En efecto, que ninguna persona “sea considerada culpable ni tratada como tal, en tanto no fuere condenada por una sentencia firme” es un principio elemental de todo derecho penal decente que no admite distinciones por muy ruin o poco simpático que nos parezca el acusado.

Por mucho que el actual presidente del Partido Comunista de Chile ahora nos diga por el caso Jadue tenemos que “regirnos por la presunción de inocencia”, es de público conocimiento que, en las filas del PC, solo aplican con rigor este principio cuando se trata de los propios y se ignora frente a los ajenos. Cuando se trata de un “compañero”, en el PC recuerdan que existen tribunales y que tenemos que ser pacientes esperando sus fallos. Pero si se trata de un “contrarrevolucionario”, “burgués” o “enemigo del pueblo”, no tienen problemas en erigirse como jueces improvisados, ansiosos en dictar sentencia condenatoria sin la necesidad de conocer la causa.

Basta con ver a Camila Vallejo, quien declaró sin más como homicidio la legítima defensa del carabinero en Panguipulli o -a modo de vulgar e inhumano obituario- dijo que Jovino Novoa murió en impunidad cuando, en realidad, fue una víctima del montaje político que lo vinculó con el caso Spiniak.

La situación que enfrentamos trasciende el típico caso de doble rasero tan característico de la política, obligándonos a considerar las profundas implicancias ideológicas que subyacen. Como señaló Albert Camus en La caída: “El que se adhiere a una ley no teme el juicio, que vuelve a colocarlo en un orden en el que él cree”. Sin embargo, surge un problema fundamental cuando consideramos que un PC, por definición, no adhiere ni cree en un orden jurídico ajeno al comunista. Su lealtad no reside en el sistema legal vigente, sino en una ideología que, como dijera en su tiempo un jurista soviético, postula que “el comunismo no significa la victoria de la ley socialista, sino la victoria del socialismo sobre la ley“. Esta situación nos obliga a enfrentar la realidad de que, para los comunistas, el Estado de derecho posee un carácter meramente instrumental, siendo atacado únicamente cuando se alinea con sus intereses ideológicos.

Tal perspectiva evidencia una concepción de la justicia y de la ley no como pilares universales de la sociedad, sino como herramientas flexibles al servicio de una agenda política específica. Lejos de repudiar la nación de propiedad privada en su conjunto, lo que verdaderamente no toleran los comunistas es la propiedad que no les pertenece. Esto se manifiesta claramente cuando, para proteger sus terrenos, proceden sin titubeos a desalojar a ocho familias en Lo Barnechea. El verdadero conflicto surge no de la afirmación de sus derechos, sino del menosprecio hacia los derechos ajenos, anteponiendo pseudoderechos que obstaculizan el pleno ejercicio del derecho de propiedad de otros.

Pero no necesitamos de una sentencia judicial para concluir lo nefasta que ha sido la gestión de doce años de Daniel Jadue al frente del municipio de Recoleta. Hoy, Recoleta se encuentra en un estado de abandono, resultado directo de las acciones de un alcalde que utilizó la comuna no como un espacio de servicio a sus habitantes, sino como una plataforma para impulsar su propia candidatura presidencial. Con ambiciones que iban más allá del bienestar comunal, pretendió convertir a Recoleta en un laboratorio comunista, un experimento ideológico que buscaba prefigurar cómo sería el país bajo su mandato. Este intento de transformación no solo desatendió las necesidades reales de los ciudadanos, sino que también comprometió la calidad de vida y el desarrollo futuro de la comuna.

La necesidad de sacar las figuras al estilo de Jadue de la administración de Recoleta se ha vuelto imperativa. Para lograr este objetivo, es crucial que la derecha se presente unida, evitando repetir los errores del pasado que, hace más de una década, facilitaron el ascenso de Jadue al municipio. La unidad y la cohesión entre las fuerzas políticas de derecha no solo son necesarias para reconquistar Recoleta, sino también para asegurar que la comuna pueda embarcarse en un nuevo capítulo de su historia, uno donde el bienestar de sus habitantes y el desarrollo sostenible estén en el centro de la gestión municipal.

Columna escrita por Juan L. Lagos, investigador de la Fundación para el Progreso.

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