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Una de las libertades más sentidas por las familias chilenas es la libertad de enseñanza que comprende entre otras materias, la libertad de abrir y mantener establecimientos educacionales lo que garantiza que los padres ejerzan el derecho preferente de educar a sus hijos o pupilos y de escoger el tipo de educación para ellos.

Una de las grandes amenazas a la libertad de enseñanza no está en la Constitución ni en las normas generales sobre educación, sino que se esconde, de forma muy sutil, en el currículum mínimo exigido por el Mineduc.

Este instrumento es el conjunto de objetivos y contenidos de aprendizaje, organizado por áreas de conocimiento y actividades en una secuencia temporal determinada, y con cargas horarias fijadas para cada una de las unidades o segmentos (llamadas asignaturas antaño y hoy áreas curriculares), es decir, un verdadero plan de estudios que los establecimientos de educación deben cumplir.

Lejos de ser mínimo, en la práctica el plan copa casi la totalidad de horas lectivas dejando muy poco espacio para que los establecimientos desarrollen su ideario institucional truncando en los hechos la pluralidad de proyectos educativos, quedando la libertad en letra muerta.

Es por eso que es muy valorable el intento en la propuesta de nueva constitución de limitar al Estado en el sentido que podrá fijará contenidos mínimos para la educación parvularia, básica y media, pero que no podrá implicar el uso de un porcentaje mayor a la mitad de las horas lectivas al momento de impartirlos.

Cualquiera que sea el resultado del plebiscito de diciembre, medidas como ésta deben implementarse ya que son un avance para asegurar que los establecimientos educacionales tengan una verdadera libertad para determinar sus contenidos curriculares conforme a la identidad e integridad de su proyecto.

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