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Un 26 de Julio, pero de 1992, la historia del baloncesto y del deporte en general cambió. Y es que en los Juegos Olímpicos de Barcelona se comenzó a escribir en páginas doradas el transitar de un equipo plagado de estrellas, el Dream Team de Estados Unidos.

En esos JJ.OO., ocurrieron un sinfín de hechos que hicieron de la irrupción del equipo estadounidense como única. Por ejemplo, la posibilidad de que jugadores profesionales representaran a su selección. Una decisión que fue tomada bajo votación y la cual no tenía a todos muy convencidos.

Sin embargo, la historia se truncó y aparecieron jugadores que derritieron a su rivales en la cancha y al público con su gran talento. Magic Johnson, Michael Jordan, Charles Barkley, Karl Malone, Clyde Drexler, Pat Ewing, Christian Laettner, Larry Bird, Scottie Pippen, John Stockton, Chris Mullin y David Robinson, fue la constelación de estrellas que deslumbraron en Barcelona y que rompieron con un endeble momento del baloncesto olímpico estadounidense.

De hecho, el Dream Team dejó atrás la plata de Múnich 1972, su no participación en Moscú 1980 y el tercer puesto en Seúl 1988, para volver a quedarse con la presea dorada. En ese entonces, la décima de su historia, pero la más recordada por el equipazo que la obtuvo.

El único tropiezo

Todos los equipos grandes tienen algún tropiezo y el Dream Team no fue la excepción. Los dirigidos por Chuck Daly sufrieron su primera derrota en un duelo de entrenamiento frente al Select Team. Un grupo con los basquetbolistas universitarios más prometedores, donde irrumpirían futuros All Star de la NBA como Chris Webber, Anfernee Hardaway, Grant Hill y Allan Houston

En el duelo no estuvo presente Michael Jordan y la falta de engranaje inicial, les terminó costando la única derrota, por un marcador 62-54 en un duelo de 20 minutos. “Al acabar hubo un silencio que daba miedo”, recuerda Houston.

“Quería que asimilásemos la derrota”, recuerda Malone. Al día siguiente, la venganza. “La noche del primer partido, coincidí con Bird en el ascensor, y me dijo: ‘No te preocupes, mañana será otro día’. Volvimos a jugar y no metimos ni un punto. Ni uno. Ni en juego, ni un tiro libre… Fuimos su despertador”, contaba Webber.

Partido de lujo que nadie vio

Otro de los sucesos importantes fue tras el oro conseguido en el Torneo de las Américas, en un duelo preparativo previo a los Juegos Olímpicos. El Dream Team se encontraba en Montecarlo, cuando se jugó el mejor partido de la historia, según contados testigos, ya que nadie tuvo acceso a él.

Daly quiso aumentar la competitividad e hizo un partido generacional entre Jordan y Magic. Por un lado, ‘Air’ con Pippen, Malone, Ewing y Bird. Por otro, Johnson, Barkley, Robinson, Mullin y Drexler. Stockton estaba tocado y Laettner daba descansos a algunos jugadores.

Además de ser un particular entrenamiento, en lo simbólico se jugaba el trono de la NBA entre Jordan y Magic. Y el ganador fue el equipo compuesto por Air, imponiéndose en los dos partidos y anticipando el lugar de estrella que alcanzaría en la NBA.

Johnson cuenta que tras el duelo, Jordan entre al vestuario y lanza: “Hay un nuevo sheriff en el pueblo”. Magic y Bird se miraron y solo atinaron a chocar los codos con la futura estrella mundial.

Los JJ.OO y el oro

Tal como se preveía, en Barcelona no hubo resistencia al Dream Team. Angola (116-48) fue la primera víctima y luego continuaron Croacia (103-70), Alemania (111-68), Brasil (127-83) y España (122-81). Todos en la fase previa.

A continuación, en cuartos, vino Puerto Rico (115-77); en semis, Lituania (127-76); y en la final, Croacia (117-85), consiguiendo así la décima medalla de oro olímpica.

En cuanto a los números, son avasalladores. El equipo de Daly consiguió una media de 117,3 puntos y superó a todos sus rivales por una diferencia de 43,8. De hecho, su victoria más ajustada se produjo en la final, cuando ganó ‘solo’ por 32. Francamente, bestial.

Así culminó la historia de un equipazo del baloncesto olímpico, la cual según muchos terminó en el momento justo, porque los problemas internos aparecían como el sol en la madrugada.

“Si hubiéramos estado juntos dos semanas más… Podías percibirlo. Escuchabas: ‘Jo, sólo he jugado 15 minutos’ o ‘Chuck [Daly] no me hace jugar lo suficiente’. Yo les decía: ‘¡Y qué más da! Ganamos siempre por 40. Acaso no veis que Jordan juega sólo 20 minutos’. Me alegro de que acabara cuando tenía que acabar”, resumía Bird.

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