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Los agricultores festejan con precios históricos para la uva, que duplican los de cinco años atrás. El carmenere genérico roza los $330 el kilo.

“Hay que sacarle partido a este año. Es una vendimia cualitativa y hay que aprovecharse de eso. Tenemos que mostrar a 2018”, sentencia Rodrigo Soto, gerente y enólogo de Viña Veramonte. 

En Marchigüe, en la Sexta Región, Sven Bruchfeld, socio de Viña Polkura, sintoniza con la idea de Soto. 

“Por calidad, mi vendimia favorita era la de 2010. Sin embargo, en los 15 años que llevo en Polkura, 2018 es la mejor. Tenemos estructura y acidez natural. Además, el volumen de producción es bueno”, sostiene Bruchfeld. 

“Deja calmarme un poco antes de contestarte. ¿Cómo veo la vendimia 2018? Estoy ‘requetecontra’ feliz por la calidad. Es un año espectacular”, sostiene Cristián Vallejo, enólogo de Viña Vik, en el valle de Cachapoal. 

Sergio Hormazábal, gerente de Viticultura de Viña Ventisquero, explica que “esta vendimia fue de un comienzo nervioso, esperando una madurez que demoró mucho en llegar. En todos los cuarteles de nivel reserva hacia arriba, finalmente la calidad ha sido excepcional, muy frutal, fresca y concentrada. Probablemente de las mejores de los últimos 10 años”.

Cuando solo quedan algunos carmenere remolones colgando, la cepa más tardía de Chile, ya comienzan los primeros balances de la vendimia 2018. En general, son positivos. 

Junto a las señas de que 2018 puede ser recordada como una vendimia superior en cuanto a calidad, los agricultores están alcanzando récords de precios por su uva. Lejos quedaron los años de vacas flacas de hace un lustro. 

Aunque finalmente no se concretó el anunciado “cosechón” de uva vinífera, la producción debería terminar con volúmenes superiores a los pésimos de 2017, pero más cercanos a los de un año promedio. 

Eso sí, las empresas elaboradoras de vino están con márgenes muy ajustados. El alza de las uvas tiene complicadas a las que están embarcadas en el embotellado; sin embargo, el golpe más fuerte lo está viviendo el rubro de la exportación de graneles. 

A continuación, algunas claves que marcaron la vendimia 2018. 

Volumen al alza 

“El nivel de producción de este año es razonable en Casablanca. Veníamos de dos vendimias bajas que complicaron los resultados económicos”, explica Rodrigo Soto. 

El valle frío de la Región de Valparaíso tuvo un resultado descollante en 2018, a la hora de hablar de volumen. En la industria se estima que el aumento de producción de sauvignon blanc fue de entre 25% y 30% frente a los promedios de los últimos años, en el caso del pinot noir y el merlot, las alzas son más moderadas, con aumentos entre 10% y 15%. 

Soto explica que la buena disposición de agua en el suelo, gracias a lluvias invernales más generosas que en los años anteriores, ayudó bastante. 

Aunque en Casablanca las proyecciones se cumplieron, en el resto del país se produjo un aterrizaje de las expectativas. Las menores temperaturas durante la floración pusieron el principal freno. 

La real cifra de producción se conocerá recién a fines de año, cuando el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) revele los stocks de vino de 2018. Sin embargo, en la industria hay consenso de que el volumen final rondará los 1.100 millones de litros.

“Esta vendimia está dentro de las producciones promedio de Chile. Lo que sucede es que si se la compara con la última, que estuvo muy complicada por el calor, y la de 2016, en que se perdió uva por las lluvias, aparece como un salto importante”, sostiene Gonzalo Macaya, corredor de vinos. 

Los números promedio, eso sí, ocultan importantes diferencias. Uno de los hechos más relevantes que desnuda un año fresco como 2018 es la calidad y sanidad del viñedo. 

“En las parras clonales bien plantadas hubo una mejor producción, no así en las selecciones masales”, explica Felipe de Solminihac, socio y enólogo de Viña Aquitania. 

Un secreto a voces en la industria es que una parte importante de los viñedos nacionales enfrenta problemas de decaimiento productivo. Enfermedades como el hongo de la madera tienen una alta prevalencia. En años en que el clima es más complejo, se amplifican los problemas de producción. 

Vinos más frescos 

De norte a sur y de mar a cordillera un elemento se repitió: enero fue notoriamente más frío que el promedio histórico. Ese mes es clave para el destino de la vendimia, pues en ese momento parte la pinta de las bayas. Las menores temperaturas le bajaron un par de cambios a la marcha de las viñas. 

El ritmo actual contrasta con la frenética cosecha de 2017, que fue rápida y furiosa, debido a una ola de calor veraniego, incendios forestales incluidos.

“En cuanto a la madurez, fue una temporada más tardía para todas las variedades, con diferencias entre una a dos semanas respecto del año anterior. En cabernet sauvignon resultó ser una temporada más adelantada que las vendimias de 2010, 2011, 2013 y 2016, pero más tardía que las de 2015 y 2017”, sostiene Gerardo Leal, gerente de Viticultura de Viña Santa Rita.

Que 2018 caminara despacio dejó huella en las uvas. En la mayoría de los valles, el avance de los grados brix -una medida para medir los azúcares- corrió muy lento. El trabajo de las levaduras es tomar los azúcares y transformarlos en alcohol. Eso implica que este año hay tendencia a vinos menos alcohólicos. 

A su vez, la caída del pH -índice que mide la acidez- también fue más lenta. 

“La diferencia en el pH no es pequeña. Por ejemplo, en el Limarí y en el Maipo cosechamos con cerca de 0,2 puntos menos de pH respecto del año pasado”, asegura Héctor Rojas, viticultor de Viña Tabalí. 

El efecto del bajo pH en la uva es que le otorga a los vinos una sensación de más frescura. 

Felipe de Solminihac explica que las menores temperaturas también permitieron “obtener colores más intensos en los vinos”, especialmente en los que produce en la parte alta del valle del Maipo. 

En la espera, eso sí contribuyó de manera importante que las precipitaciones en marzo y abril fueran escasas y no generaran mayores inconvenientes sanitarios, salvo para algunos casos muy específicos de viñas con cepas blancas de alta carga en la parte centro sur de la zona de los valles centrales.

Menor alcohol complica a vinos masivos 

Aunque los vinos de alto valor son los que dan prestigio y fama, es en los niveles masivos donde se genera la gran base de ingresos de las bodegas. Mientras un viñedo enfocado en los segmentos más altos tiene una producción máxima de 12 toneladas por hectárea, uno masivo puede partir en las 15 toneladas por hectárea y trepar hasta más allá de las 20 toneladas por hectárea. 

Si bien el consenso es que 2018 pinta muy bien para las botellas de alta gama, en la base de la pirámide hay más dudas. La mayor producción hace que sean más sensibles a las vendimias más frescas. 

“Fue clave la producción equilibrada por planta, ya que al ser un año frío la madurez lenta favoreció mucho los cuarteles de producciones controladas. Sin embargo, en los viñedos de calidades más básicas, con más cargas altas por hectárea, la madurez fue más difícil de conseguir y probablemente estén en una calidad promedio. Afortunadamente, no vimos viñedos con problemas de calidad esta temporada”, sostiene Sergio Hormazábal.

El punto más complejo para los viñedos masivos fue la dificultad de las bayas para obtener azúcares. Aunque la demanda de los mercados tradicionales de Chile, como el Reino Unido, ha girado hacia vinos con menos alcohol, la historia es distinta en China. Ese país es la locomotora de las exportaciones de vino chileno y sus importadores prefieren botellas con mayor graduación alcohólica. 

Precios firmes

Que las vendimias de 2016 y 2017 de Chile y Argentina fueran de bajo volumen sostuvieron los precios pagados a los productores de uva. Los agricultores se preguntaban si en 2018 terminaría el “Veranito de San Juan” del valor de la uva. Una buena cosecha local podía tirar por la borda el terreno ganado en los últimos años. 

Sin embargo, antes apareció una noticia que remeció el mercado. Las heladas en Europa derrumbaron la producción de vino en la última vendimia del hemisferio norte. Raya para la suma, 2017 cerró con el menor stock de vino en años. 

A eso se sumó que Chile no tuvo el “cosechón” esperado. El resultado es que los precios se han mantenido firmes. Históricamente firmes. 

“En los 10 años que llevo como corredor, estos son los valores más altos por la uva que he visto. Incluso superiores a los de después del terremoto de 2010, en que se perdió una gran cantidad de vino”, sostiene Gonzalo Macaya. 

Los niveles básicos de cabernet sauvignon, por ejemplo, se han transado entre $280 y $300 el kilo. En tanto, el merlot obtiene un “premio” de $10 sobre esos valores. 

En todo caso, en las uvas básicas, el carmenere es el que tiene los precios más altos, con transacciones por $330 el kilo. Por ser una uva tardía fue la más afectada por las lluvias de abril de 2016. Los stocks no se pudieron recuperar en 2017 debido a la baja vendimia de ese año. Los productores de carmenere, además, se han beneficiado de que el mercado chino ve con ojos muy favorables a esa cepa, lo que ha aumentado la presión de las bodegas por comprar esa uva.

Ese panorama es muy diferente del que se vio hace un lustro, en que los precios llegaron a mínimos de $90 u $80 el kilo para la uva genérica. 

Aunque Chile depende de lo que pase con otros productores mundiales, especialmente con España, el principal exportador de vinos a granel, hay factores para creer que no debería haber cambios bruscos en la próxima vendimia. 

Hay que tener en cuenta que una producción cercana a los 1.100 millones de litros, como se proyecta, es casi igual al volumen exportado anualmente por Chile. Con stocks tan justos es difícil que se produzcan caídas importantes de precios. 

Otro factor trascendente es que le han salido compradores al camino a las viñas tradicionales. Usualmente fueron ellas las que marcaron los precios, con esa información clara, recién el resto salía a comprar. Sin embargo, un grupo de pequeños y medianos exportadores, fuertemente enfocados en China, ha salido a comprar uva de manera más agresiva en el último par de años. 

Una de las reacciones de las viñas más grandes ha sido ofrecer contratos de largo plazo a los agricultores. 

De hecho, para 2019 las negociaciones están en el rango de $160 a $200 por uva genérica. 

“Mi impresión es que el péndulo de los precios se va a mover en forma menos violenta en el futuro”, argumenta Gonzalo Macaya. 

El actual valor de la uva ha afectado a las bodegas. Concha y Toro está ejecutando una reorganización para bajar costos y San Pedro Tarapacá informó de una baja de 61,4% de sus resultados en el primer trimestre. 

En todo caso, el ajuste de valores está golpeando con más fuerza a las elaboradoras de vinos a granel. 

En general, ese tipo de productos se comporta como un commodity, por lo que compite con la producción de España, que tiene los menores costos en el mundo. 

87% de alza en el valor en  cuatro años suma la arroba de cabernet en la Región del Maule.

2 semanas de retraso tuvo la vendimia por las bajas temperaturas después de la pinta. 

Fuente: Revista del Campo

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