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Complicado panorama exige rendimientos superiores a las 180 toneladas por hectárea y un claro compromiso de Iansa con el rubro para asegurar el futuro del histórico rubro. La producción se concentrará entre Parral y Los Ángeles con agricultores de mayor tamaño.

Bárbara Becker vio con preocupación las noticias del cierre de la planta de Iansa en Linares. La alarmó el destino de los agricultores de esa zona.

-Lo encuentro penoso. Este país debería defender a los agricultores chicos. En esa zona no hay muchas alternativas más.

Aunque vive en Los Ángeles, la información golpeó a Becker en forma personal. Desde hace más de tres décadas está dedicada al cultivo de la remolacha. Abastece a la planta de Iansa en esa ciudad, una de las dos factorías que la empresa mantendrá en funciones (la otra está en San Carlos, en las cercanías de Chillán).

El cierre de la planta de Linares sembró un manto de dudas sobre el futuro de la remolacha.

-No pensemos en seguir produciendo remolacha, el consumo de azúcar cambió -señaló el presidente de la SNA, Ricardo Ariztía.

Mientras que en 2005 la superficie de remolacha sumaba 31.410 hectáreas, en 2017 marcó 16.383 hectáreas.

En tanto, la administración de Sebastián Piñera en pleno, desde el Presidente hasta el ministro de Agricultura, visitó Linares para demostrar que estaba preocupada por el cierre de las instalaciones. Se anunciaron medidas paliativas por $1.700 millones.

Más allá de las políticas puntuales, ronda la pregunta de si es el comienzo del fin de la remolacha en Chile o es una retirada táctica, que permite asegurar tanto la sustentabilidad de Iansa como la del cultivo.

Para agricultores como Becker, la respuesta tiene efectos concretos, desde el pago del capital prestado por los bancos, hasta los sueldos del personal que trabaja en el fundo El Nogal, en el sector Candelaria, a 11 kilómetros de Los Ángeles.

-Este es un rubro en que hay que trabajar mucho, pero que si se hacen bien las cosas, se puede ser rentable. Con mis hermanas compramos el fundo con un préstamo del banco y la remolacha nos ha permitido pagarlo -sostiene Becker.

En 2016, el número de productores remolacheros llegó a 717 en todo el país. Su sustentabilidad depende de su capacidad para aumentar su producción por hectárea, como también de tener una materia prima competitiva frente a las importaciones, así como del compromiso de Iansa por seguir con la producción de azúcar en Chile.

Contracción de superficie

Hasta hace un par de décadas, la remolacha era una alternativa para productores desde Curicó, por el norte, hasta La Unión, por el sur. Las bandas de precio generaban una estabilidad en el cultivo. Sin embargo, a medida de que esa protección dejó de funcionar en forma efectiva y las posibilidades de producción aumentaron, el cultivo comenzó a retroceder.

La planta de Rapaco, en ese entonces ubicada en la Región de Los Lagos, dejó de funcionar hace cerca de una década. Los representantes de Iansa adujeron como razón la falta de contratos mínimos en la zona como para sustentar el costo de producción. Precios más atractivos en la producción ganadera, fueron usados como explicación.

En 2008 la empresa cerró la planta de Curicó, la segunda más grande en ese momento, también acusando una baja en la contratación de superficie. En esa ocasión, se argumentó que el alto valor de los cereales volvía poco competitiva a la remolacha en la zona.

Hay otra explicación.

-Lo que sucedió en Curicó es que llegó la fruticultura y desplazó a muchos cultivos anuales -sostiene Jorge Guzmán, presidente de la Federación de Productores de Remolacha, Fenare.

De hecho, hoy Curicó es uno de los ejes de la producción de cerezas y avellano europeo, dos de los cultivos de mayor dinamismo en Chile.

Con el reciente anuncio del término de las operaciones en Linares, el área con potencial del cultivo se reduce a un mínimo histórico.

-El cierre de la planta de Linares permite a Iansa una mejor operación productiva global en las plantas de San Carlos y de Los Ángeles, siendo abastecida con agricultores desde Talca/Linares hasta Temuco, lo que permite una producción agrícola e industrial más eficiente -explican desde Iansa.

Para conocedores del rubro, ajenos a la empresa, el área efectiva de producción se acotará a Parral, por el norte, y las cercanías de Los Ángeles, por el sur. La razón está que más allá de 60 kilómetros de una planta de procesamiento, los costos de transporte hacen cuesta arriba la rentabilidad para los productores.

De hecho, se estima que unas 2.500 hectáreas al norte de Linares corren serio peligro de no sembrarse la próxima temporada.

Para un cultivo que en sus mejores años llegó a rondar las 40 mil hectáreas, la posibilidad de sembrar menos de 15 mil hectáreas está a la vuelta de la esquina.

Claramente, un punto para quienes ven un futuro negro para la remolacha.

Sin embargo, también hay otra mirada. El territorio que queda contiene a agricultores más grandes y productivos que antes.

Hace una década, el promedio rondaba las 80 toneladas de remolacha por hectárea. En la temporada 2015-2016, llegó a 106,4 toneladas por hectárea. Más allá de las vicisitudes climáticas de cada temporada, el cultivo lleva una tendencia clara de crecimiento en la productividad.

El rendimiento promedio en Chile casi duplica la de países como Alemania, líderes en tecnología genética y de maquinaria en ese rubro. Mejores temperaturas, acceso a riego y un salto en la profesionalización explican el despegue chileno.

Competencia internacional

-Con las bandas de precios para el azúcar sostuvimos un rubro que no era eficiente. Se apoya a un grupo de agricultores en desmedro de consumidores que deben pagar más por el azúcar -sostiene una alta autoridad del gobierno del Presidente Piñera que ha seguido el tema.

El sistema de bandas de precios para la importación de azúcar, nació a mediados de los años 80, como una respuesta de las autoridades chilenas a las distorsiones en los valores de ese commodity en el mundo. Las subvenciones de la Comunidad Europea eran el temor principal. Sin embargo, bastante agua ha pasado bajo el puente.

En el Viejo Continente recientemente se rebajó la subvención a los remolacheros. En paralelo, una parte de la producción de caña de azúcar pasó a la elaboración de etanol. Esos cambios hicieron que el precio tendiera a oscilar en forma más violenta.

Cristián Chadwick, ex gerente general de Iansa hasta 2005, recuerda que durante casi toda su gestión le tocó convivir con valores que se movían entre los US$ 180 a US$ 240 la tonelada de azúcar importada. Tal como ahora, en ese tiempo se decía que la remolacha no era competitiva frente a las importaciones y que para la economía del país era mejor importar materia prima que producirla en el país.

Sin embargo, la última década tuvo precios más altos que los históricos, con cumbres que superaron los US$ 700 por tonelada de costo de importación. El boom de los combustibles -gracias al etanol- impulsó el azúcar.

-No se puede decir que la remolacha chilena sea hoy menos competitiva que el azúcar importado. Los precios ahora son más altos que hace una década y hay productores de caña, como en el caso de Argentina, que son más caros que los de la remolacha. Los agricultores chilenos han logrado un avance admirable en productividad-sostiene Chadwick.

Superar las 180 toneladas

Jorge Guzmán cree que una buena parte de los análisis sobre el futuro del cultivo no han considerado la introducción de nuevas tecnologías y mejoras en la producción.

Factores como el uso de nueva genética en las semillas, aumento de la superficie con riego tecnificado, adecuada rotación, mejor preparación de suelos y escalas más grandes de producción de los agricultores que quedan, son parte del nuevo panorama.

-Nos vamos a acercar a un potencial de 180 a 200 toneladas por hectárea, algo impensando hace un tiempo -sostiene el dirigente.

Aunque el promedio nacional llegó a las mencionadas 106 toneladas -el doble que hace dos décadas-, hoy existen productores que ya van en las 140 toneladas por hectárea.

Una de ellas es Bárbara Becker. La agricultora de Los Ángeles alcanzó en la última cosecha, dependiendo del potrero, entre 140 a 150 toneladas. Y no se trata de una parcela demostrativa, sino de una superficie importante: 120 hectáreas.

-Por acá somos varios los que estamos en ese nivel de producción. Si llegas a ese punto, todos los años eres rentable con la remolacha, a diferencia de la fruticultura, en que en dos temporadas te va bien y a la otra pierdes plata -sostiene Bárbara Becker.

Para la agricultora, eso sí, el manejo tiene que ser altamente profesional y abierto a la innovación tecnológica.

Compromiso de la procesadora

Para Cristián Chadwick, en la sustentabilidad de la remolacha no todas las claves pasan por el mercado o la producción chilena. El manejo de Iansa, el único poder comprador, es de radical importancia.

El ex ejecutivo de la azucarera ha sido crítico con el papel de EDF Man, el principal controlador en Iansa. Le preocupa la vocación de EDF Man como comercializador internacional de azúcar al mando de una empresa productiva y que abastece el mercado local.

Otros conocedores de la azucarera ponen el acento en que la infraestructura de la empresa fue heredada de su época como empresa estatal.

En Iansa replican que su compromiso con el rubro es tangible. Una parte importante de la superficie sembrada es propia.

-Mantenemos y potenciamos Terrandes, una empresa de Iansa, que maneja aproximadamente un total de 4.000 hectáreas destinadas a la producción de remolacha y de otros cultivos necesarios para una óptima rotación de cultivos agrícolas -señalan en la firma.

Adicionalmente, afirman que han hecho inversiones relevantes en las plantas de San Carlos y de Los Ángeles, especialmente en la primera, durante los últimos años para mejorar los procesos productivos.

717 remolacheros trabajaron con Iansa en 2016.

2.500 hectáreas al norte de Linares están en riesgo para la próxima temporada.

106,4 toneladas por hectárea fue el rendimiento en la temporada 2015-2016.

“A mi modo de ver, EDF Man es un gran trader, muy profesional, que compra azúcar en un mercado excedentario y la lleva a otro en que hay demanda. Sin embargo, en Chile controla el destino de una empresa productiva”.
CRISTIÁN CHADWICK
EX GERENTE GENERAL DE IANSA

“El cultivo de la remolacha es totalmente sustentable. Si uno le pone toda la ‘tinca’ en lo que te dicen los agrónomos asesores de Iansa y usas la tecnología disponible, te va a ir bien”
BÁRBARA BECKER
AGRICULTORA DE LOS ÁNGELES

Fuente: Revista del Campo

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