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La crisis social de 2019 hizo aflorar lo peor y lo mejor del alma de Chile. El 18, por una parte, explotó una ola de violencia inusitada, que algunos justificaron como un camino válido de justicia social cuando jamás lo ha sido. Romantizaron la violencia para luego llegar al Gobierno a través de la misma democracia que ayudaron a desestabilizar con sus acciones.

Asimismo, fuimos testigos de una constante campaña de desprestigio de Carabineros como institución. Lo digo sin exculpar los hechos de responsabilidad personal e individual en materia de DDHH. Todo ello repercute hasta hoy, impidiéndonos enfrentar con éxito el recrudecimiento de delincuencia y violencia que azotan a miles de familias y barrios. Para ponerle freno necesitamos revalidar socialmente el uso de la fuerza por parte de las policías, como ocurre en todas las democracias sólidas del mundo.
 
Pero, por otro lado, no podemos olvidar que el 25 de octubre -exactamente una semana después- una histórica marcha, pacífica y transversal, más de dos millones de personas a lo largo de todo el país, sin color político, exigieron cambios sustanciales para lograr un piso mínimo dignidad que si bien aún seguimos sin concretar, nos recordó que nunca somos más fuertes que cuando estamos todos unidos.
 
Estoy convencida que, en estos tres años, la mayoría ciudadana solo valida la segunda cara de octubre, y nos exige a todos quienes participamos en política a ser capaces de ponernos de acuerdo. Debemos reparar el quiebre en los cimientos de la cohesión social, superar la enorme crisis de confianza y resolver de una buena vez las demandas ciudadanas, esos verdaderos dolores sociales que ya no pueden seguir esperando.
 
Por esto, no podemos olvidar que el acuerdo que aún sigue pendiente fue suscrito para la paz, la justicia social y una nueva constitución. Dado eso, lo correcto es que el oficialismo lidere sin complejos un gran acuerdo por la seguridad y contra la violencia, y que la oposición haga, a su vez, todos los esfuerzos para avanzar decididamente hacia una nueva Constitución. Solo así, cumpliendo los compromisos, podremos llegar a un nuevo y justo pacto social en todos los ámbitos, que permita reencontrarnos duraderamente como país y evite vivir de nuevo, la peor cara de octubre.

Por Karla Rubilar Barahona.

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