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El empresario y experto en robótica Steve Saunders cuestiona que no se destine lo suficiente a investigación y desarrollo, pese a las ganancias que generan las exportaciones frutícolas.

saunders invertir tecnologíaEs el mediodía del segundo día de la Fruittrade, en Santiago, y en el segundo salón de Casapiedra no hay asientos libres. Unas doscientas personas, varias con audífonos para escuchar la traducción del inglés al español, escuchan atentos la presentación del empresario neozelandés y experto en mecanización Steve Saunders, cofundador y principal accionista de Robotics Plus, empresa que se dedica a crear y comercializar robots para automatizar labores agrícolas.

Con videos que muestra en una pantalla grande, explica cómo funcionan tractores sin chofer, “manos” mecánicas que avanzan por plantaciones de kiwis y recolectan los frutos, conos que reparten polen a lo largo de una hilera de frutales y una máquina que ordena por color manzanas ya cosechadas, dentro de un packing, caja por caja y sin la ayuda de personas. No es una película de ciencia ficción. Son los lanzamientos comerciales que prepara su empresa para los próximos años, y que en el caso del aparato para embalar manzanas, ya se presentó recientemente en Nueva Zelandia y Estados Unidos.

“Las tecnologías están avanzando tan rápido que la producción, tal como la conocemos, va a cambiar muy pronto”, dice, minutos después de terminar la presentación, al aclarar que ya están trabajando en otros desarrollos, como nuevas tecnologías de packing que están en etapa de prototipo.

Frente a lo lejana que puede parecer en Chile la realidad de ver un tractor frutícola operando solo o un robot cosechando fruta fresca de primera calidad sin temporeros, advierte que el cambio se va a dar pronto.

“Va a ocurrir muy rápido y en poco tiempo. Creo que en los próximos cinco años se van a poder ver cambios grandes en mecanización”, proyecta.

Como empresario, para determinar qué tendencias y necesidades impulsan esos cambios en la fruticultura, Steve Saunders asegura que la clave es tener una mirada de largo plazo y pensar a lo menos en diez años más, no en el presente. Además, cree que una parte de esa visión tiene que estar centrada en los requerimientos de los productores en el campo y en cómo controlar sus costos, pero que otro gran punto de atención también deben ser los gustos e intereses de los consumidores, e integrar ambos aspectos.

“Hay que pensar en todos los aspectos de un sistema. Y lo que ocurre es que cuando aplicas estas nuevas tecnologías, no solo pasas a ser más eficiente, sino que también más preciso, más amigable con el ambiente y con menores costos”, dice.

Invertir para desarrollar

Mientras camina por los jardines de Casapiedra y posa para unas fotos, Steve Saunders comenta que no es su primera visita a Chile. Dice que a comienzos de la década del 2000 visitó varias veces el país para hacer negocios en lecherías, con la incorporación de nuevas tecnologías, pero que no consiguió los resultados que esperaba.

Por eso, aunque menciona que los productores chilenos han hecho un buen trabajo en varias frutas, cree que, en general, les cuesta innovar e invertir en nuevas tecnologías, porque se concentran más en el precio que en el retorno o la solución que prestan. También plantea que falta desarrollar soluciones propias para este rubro, algo en lo que otros países llevan la delantera y que valdría la pena poner al día.

“En Estados Unidos, Nueva Zelandia, Irlanda, Israel o Australia, lo que ha pasado es que como saben que el resto del mundo está reconociendo el valor de los alimentos y la importancia que tendrán en el futuro, existe mucho capital de riesgo enfocado en el sector agrícola. Entonces, la pregunta para Chile es si se van a sentar a esperar que la tecnología les llegue o si van a ser proactivos y van a comenzar a crearla. Es duro de responder, pero el resto del mundo ya lo hizo y está invirtiendo en eso”, recalca.

Saunders dice que no entiende por qué no se han concretado esas inversiones en el país con más fuerza, ya que varias industrias dentro de la fruticultura han tenido retornos altos en las últimas décadas, que sin nuevas tecnologías no serían sostenibles en el mediano y largo plazo.

“La fruticultura debe ser el tercer sector exportador de Chile, y es una industria que genera mucho dinero. Cuando miro eso, solo puedo decirles que es necesario realizar mucha inversión antes de llegar a desarrollar la industria que se va a requerir en el futuro… Entonces, una verdadera pregunta para Chile es: ¿por qué no están invirtiendo?”, comenta el neozelandés, como uno de los puntos que más le llaman la atención de los chilenos.

Más allá de lo que falta por parte de los empresarios, dice que también es clave que el país tenga un ambiente propicio para la innovación, donde converja el sector privado con el gobierno y las universidades, con espacios de co-working, incubadoras, aceleradoras de negocios, capitales de riesgo e inversionistas ángeles que miren al agro como un sector atractivo para crear soluciones e invertir.

Los millennials

Steve Saunders no solo es fundador de la empresa Robotics Plus. También es uno de los socios de la empresa que generó la manzana rockit, la más pequeña del mundo (ver recuadro), creador del Centro de Innovación en Horticultura Newnham Park -en Te Ahí, que pertenece a una tribu maorí- y un conocido inversionista ángel para nuevos proyectos en Nueva Zelandia.

Quienes lo conocen comentan que en cada una de sus empresas, incluso en cada reunión de directorio a la que asiste, pide que esté presente al menos un millennial: un profesional joven, nacido entre mediados de los ochenta y de los noventa, que creció con internet y que maneja las nuevas tecnologías mucho mejor que las generaciones anteriores. ¿Por qué los considera tan relevantes?

“Creo que los jóvenes entienden la tecnología mucho mejor que yo y están mucho más conectados con ella. Cuando hablas con los agricultores tradicionales, la mayoría está muy desconectada de eso y son personas mayores, pero cuando ellos desaparezcan, son los jóvenes los que van a tener que manejar el campo”, explica Saunders.

En ese sentido, cree que un punto importante de desarrollar nuevas soluciones para el agro, como los robots, no solo tiene que ver con solucionar problemas de escasez de mano de obra, sino que en atraer a las nuevas generaciones de vuelta al sector.

“La tecnología ofrece una nueva oportunidad para que la industria sea más atractiva y logre atraer de vuelta a los jóvenes al campo, porque todo el mundo ama la tecnología. Cuando muestras que un campo se puede manejar bien con maquinarias, con robots, se empieza a generar mucho interés y hay muchos jóvenes inteligentes y capacitados que quieren volver al agro”, comenta Steve Saunders sonriendo, mientras mira directo a su smartphone.

El empresario cree que, al atraer a esos jóvenes, el sector también va a conseguir llamar la atención de otros rubros y talentos, lo que a futuro puede ayudar a que se genere una transformación mucho más grande de la agricultura.

“Siempre vas a necesitar a las personas, pero si tienes tareas que las personas no quieren hacer, porque son trabajos muy pesados, versus otras que son atractivas porque usas robots o tecnología de punta, es algo que se parece mucho más a lo que las nuevas generaciones quieren hacer. Ellos están interesados en la tecnología y el medio ambiente, y la clave está en darles esas herramientas para que la industria sea más atractiva para ellos”, asegura.

Más allá de lo que pueda hacer con su empresa o la agricultura en general, cree que hay un desafío pendiente para los gobiernos y sistemas de educación, que también deben girar con más determinación hacia la tecnología.

“Los colegios y universidades tienen que cambiar sus programas de educación hacia unos más innovadores, que incorporen más tecnología. En Nueva Zelandia, de hecho, se están cambiando muchas áreas e incluso se piensa tener un área o board de millennials”, comenta el líder de Robotics Plus.

Incentivar el cambio

En sus 28 años de experiencia como agricultor y empresario del rubro, Saunders reconoce que nunca es fácil que un productor se decida a invertir en tecnologías, ni en Nueva Zelandia ni en Chile. Por eso, plantea que se deben buscar soluciones nuevas y otras alternativas para adoptarlas.

“En Nueva Zelandia, lograr que la gente utilizara nuevas tecnologías era muy difícil, y el no tener que comprarla fue la mejor manera de introducirlas”, dice, refiriéndose a la prestación de servicios como una de las soluciones más efectivas que han encontrado.

Por ejemplo, con la tecnología que ofrece una de sus empresas para la polinización de frutales, detalla que los productores solo deben agendar por internet la solicitud para que un técnico vaya a realizar el servicio, donde especifican la cantidad de polen que requieren y el mapa de la superficie que necesitan trabajar, y luego la empresa va, lo hace y cobra, sin que el productor se mueva del escritorio.

“Con eso, pueden conocer la máquina y el servicio, probarlo, y si les gusta, a futuro lo pueden comprar o seguir contratando los servicios, pero es algo que permite que se introduzca la tecnología”, destaca.

En cuanto a la máquina para embalar manzanas en los packings, también hay productores que no la compran, sino que Robotics Plus les cobra por cada manzana embalada. “Existen muchos modelos diferentes”, añade Steve Saunders.

Por otro lado, considera que los exportadores también tienen un rol que cumplir para incentivar la incorporación de tecnologías nuevas, como premiar la calidad, que es uno de los motores para acelerar la innovación en el campo.

“En Nueva Zelandia tenemos incentivos para ser más innovadores. En los kiwis se nos paga más por calidad, por tamaño de la fruta, por contenido de azúcar… Existen muchos incentivos para que podamos ver que si en algún punto invertimos dinero, en otro momento se nos va a retornar. Creo que esa es una de las diferencias que vemos con otros lugares del mundo, donde los productores solo venden commodities, porque nadie invierte si no sabe dónde va a obtener una ganancia”, precisa el empresario.

Fuente: Revista del Campo

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