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Si bien el número de compañías del área agrícola y de alimentos certificadas por generar un impacto positivo en el ambiente y las comunidades está por debajo del promedio de América Latina y no superan el 10% del total certificado en Chile, se espera que la incorporación de compañías líderes en el sector que ya están en el proceso, genere un mayor impulso.

Con la idea de generar un sistema de producción de ganado sustentable y, al mismo tiempo, ahorrar costos, Cristóbal Gatica comenzó hace cinco años a manejar sus animales y praderas en la Región de Los Ríos con los principios de la agricultura regenerativa, que pone a la salud de los suelos como elemento central y, por tanto, se enfoca en mejorar su calidad sin usar agroquímicos.

Pese al mayor conocimiento técnico que implica y a que los animales pasan todo el año al aire libre, sin antibióticos ni hormonas, y alimentándose con pastos naturales, no lograba darles un valor agregado y los vendía en la feria, lo que llamó la atención de sus amigos que conocían este manejo y que decidieron asociarse para comprar los animales, faenarlos y vender la carne en Santiago. Así nació hace dos años Carnes Manada, con la apuesta de vender directo a los consumidores finales, sin pasar por los supermercados o carnicerías.

“Vimos que había mercado, se comenzó a crear una demanda y ahora despachamos todos los viernes directo a las casas. Hace algunas semanas comenzamos con las ventas online y estamos haciendo despachos a la V Región”, comenta Tomás de la Fuente, uno de los socios de Carnes Manada, junto con Patricio Olavarría, Sergio y Cristóbal Gatica.

Al conocer la propuesta del Sistema B, que certifica en distintos países a las empresas que tienen como foco generar un impacto positivo en el medio ambiente y las comunidades donde operan -lo que se miden con parámetros objetivos y exige compromisos para seguir mejorando-, los socios de Carnes Manada vieron que era el camino que querían recorrer.

“Veníamos mirando al mundo B desde hace rato, porque veíamos que proponen todo lo que hacemos, ya que queremos trabajar con más productores y fomentar que reciban un valor agregado por sus animales, y también tenemos un desarrollo sustentable y ambiental, al fomentar la creación de suelos y no su degradación”, explica Tomás de la Fuente, y detalla que ya llevan dos años certificados.

Carnes Manada es una de las pocas empresas del sector agrícola y de alimentos que está certificada como Empresa B en Chile. De las cerca de 120 compañías ya certificadas en el país, sólo 10 son de este rubro, incluyendo a dos que embotellan agua. La cifra corresponde a menos del 10% del total y se ubica muy por debajo del 17% de participación que tienen las empresas del agro y de alimentos en promedio en América Latina.

“Quizás nos ha faltado difundirlo con más fuerza y aprovechar los casos de las que ya son emblemáticas para comunicarlo mejor, aunque un aspecto positivo es que hay mucha diversidad de empresas B agrícolas y de alimentos en Chile”, dice el cofundador y director ejecutivo de Sistema B, Juan Pablo Larenas.

Pese a esto, la posible certificación de tres grandes empresas del agro local durante el primer semestre de este año, que ya están en proceso -entre ellas una viña y una exportadora de frutas, que piden mantener su nombre en reserva- podría generar más interés por ser “B”.

COMPROMISO DE LARGO PLAZO

A diferencia de otras certificaciones, como los productos orgánicos o comercio justo, ser aprobado como una empresa B no necesariamente es sinónimo de nuevas oportunidades de mercado o mayor precio para un producto, sino que implica visiones más profundas y de largo plazo por parte de las compañías.

“No es posible que el único objetivo de una empresa sea la rentabilidad. Deben usar el poder de los negocios para solucionar otros problemas de forma paralela a la rentabilidad normal. Estoy convencido que esto, que suena como simple caridad o beneficencia, será algo absolutamente normal en algunos años más. Será un cambio cultural tan potente como lo fue la abolición de la esclavitud”, asegura Sven Bruchfeld, socio y enólogo de la Viña Polkura, la única del país que está certificada como Empresa B.

En ese sentido, añade que si bien para ese fin no sería necesario tener una certificación, ser parte del Sistema B es una herramienta para comunicar esa mirada con mayor propiedad y entusiasmar a otras compañías.

“No buscamos ser empresa B para encontrar algún beneficio comercial adicional. Esto no tiene que ver con atractivos, sino que simplemente con asumir la responsabilidad de hacer las cosas de la mejor forma posible”, recalca Sven Bruchfeld, quien también es director del Movimiento de Viñateros Independientes (Movi).

Juan Pablo Larenas también resalta que, a diferencia de otros tipos de certificaciones, la de Empresa B se enfoca en la compañía completa, y no en un producto particular, para asegurar que trabaja con buenas prácticas ambientales y laborales, y que tiene una buena relación con los proveedores.

“No puedes certificar un producto B o una unidad de negocios. Es la empresa entera, y no es solo que su producto se hace de manera responsable, sino que las relaciones también y las prácticas ambientales y laborales. Es una empresa que busca ser consciente de todos sus grupos de interés”, explica, sobre este movimiento que se creó en 2012 y que ya tiene casi 2.500 empresas a nivel mundial.

POCA PRESENCIA DEL AGRO

La baja participación de compañías chilenas agrícolas y de alimentos en el Sistema B, según quienes están a cargo de las certificaciones, se explicaría por la falta de difusión y también porque en estos rubros es más difícil cambiar la visión de fondo de las compañías, que es uno de los requisitos que se exige.

“En las empresas de alimentos es más complejo certificarse, porque lo que genera mayor puntaje es el modelo de negocios. Es la sección que más pesa, y si el producto o servicio que vendes no genera un impacto positivo o no está diseñado para generar un impacto positivo, es más difícil certificar a las empresas”, detalla Juan Pablo Larenas.

Esto, porque para certificarse como empresa B es necesario que cada compañía haga una autoevaluación online, con un formulario de datos que luego se envían a Sistema B para chequearlos. Si todo se aprueba, la organización hace otra revisión para comprobar que las respuestas sean verdaderas y le asignan un puntaje final, donde obtener 80 puntos es el requisito mínimo para certificarse, en un proceso que -dependiendo del tamaño de la empresa- puede durar entre cuatro meses y un año.

“Si todo está en orden, la empresa puede certificarse y le damos un plazo de un año para hacer cambios de estatutos, donde deben incluir dos cláusulas muy simples”, añade Larenas, refiriéndose a la necesidad de que las compañías especifiquen que están enfocadas en generar un impacto positivo para la comunidad y el medio ambiente, y precisen que en sus actividades no solo considerarán los intereses de la compañía, sino que también los de los trabajadores, clientes y proveedores.

Por eso, según explican en Sistema B, para algunas empresas del agro y alimentos es un desafío mayor certificarse, porque tienen procesos productivos que no son tan fáciles de cambiar. Sin embargo, en otros países hay compañías del rubro que nacieron para solucionar un problema social, y que es uno de los factores que explicaría que tengan una mayor participación que Chile como sector de alimentos entre las Empresas B.

“Creo que hay un momento especial que vamos a tomar ahora con tres empresas grandes del mundo agrícola que se podrían certificar durante el primer semestre y que creemos que le dará mucha fuerza al tema”, proyecta Juan Pablo Larenas.

EL ATRACTIVO

Newén Maqui es una firma que desde hace dos años recolecta, procesa maqui y vende néctar y polvos liofilizados de este berry chileno, gestionada por la empresa Gestión de Comunidades (GeCo) y que tiene apoyo de Colbún, de fondos gubernamentales y organizaciones como la estadounidense The Aspen Institute.

A diferencia de otras compañías certificadas como B, que hicieron cambios para pertenecer a este sistema en el camino, Newén Maqui ha tenido el enfoque “B” en su ADN, ya que surgió como una manera de generar mayor desarrollo social para comunidades que viven cerca de la central hidroeléctrica Angostura, de Colbún, en la Región del Biobío.

“Creemos es un modo de hacer empresa donde no solo tienes la retribución económica, sino que también hay una ganancia social y un cuidado ambiental en todas las actividades”, comenta Alejandro Boetsch, socio fundador de GeCo, que gestiona Newén Maqui.

Con esa mirada, explica que certificarse con el Sistema B, que es internacional, les ha servido para avalar frente a terceros lo que hacen y medir cómo mejorar a futuro, ya que la certificación se renueva cada dos años y en ese momento tienen que comprometerse a avanzar en nuevos ítems.

“Esta validación internacional ha sido muy buena desde la misma diferenciación con la competencia en el mercado del maqui, porque no hay otra empresa certificada B y fortalece la alianza que tenemos con Colbún, porque hay un tercero que valida esta propuesta de valor”, asegura Alejandro Boetsch, y resalta que también les ha servido en el proceso de levantamiento de capital en el que están hoy.

Si bien en Newén Maqui consideran que ser una empresa B es más valorado hoy en los productos que llegan directo al consumidor final, Juan Pablo Larenas sostiene que el concepto, en general, está mejor posicionado entre las empresas que venden productos a otras empresas.

“Muchas de las empresas de alimentos llegan al consumidor final y en ellos todavía no ha penetrado tanto el concepto de Empresa B. En las que venden a otras empresas está mucho más posicionado. Eso podría ser una razón de por qué en las empresas de consumo el tema no ha entrado tan rápidamente”, afirma.

El costo de la certificación no es visto como una limitante, ya que -si bien parte en los US$ 500 anuales- varía según el valor de las ventas anuales de cada empresa.

CARNES MANADA, INTEGRA, VIÑA POLKURA, CERVEZA GUAYACÁN, NEWÉN MAQUI, ORGÁNICOS BRITA, EPULLÉN, ÓBOLO, AGUAS SANTA MARTA Y AGUAS LATE SON LAS EMPRESAS CHILENAS DEL AGRO Y ALIMENTOS CERTIFICADAS COMO EMPRESAS B.

17% DE LAS EMPRESAS B en América Latina pertenecen al agro y alimentos.

US$500 ES EL VALOR mínimo para la certificación.

“No buscamos ser empresa B por un beneficio adicional. No tiene que ver con atractivos, sino que con asumir la responsabilidad de hacer las cosas de la mejor forma posible” SVEN BRUCHFELD,
SOCIO DE VIÑA POLKURA

Fuente: Economía y Negocios

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