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Las exportaciones de material genético de reciente desarrollo se multiplicaron más de siete veces en las últimas cuatro temporadas. A pesar de que requieren pago de royalty a los desarrolladores, los agricultores apuestan a que pueden responder mejor a las demandas del mercado. Esquemas de comercialización más flexibles y apoyo de los bancos para la reconversión son necesarios para su masificación.

Iván Varela vio la ola venir hace casi una década. El productor de uva de mesa de la parte alta del valle del Limarí se dio cuenta de que el mercado estaba cambiando. En viajes a California y a otros centros productivos notó que los agricultores de esos países estaban accediendo a nuevas variedades de uva de mesa.

En Estados Unidos, la autumn king y la scarlet royal ganaban terreno. Habían sido diseñadas por el USDA y la Universidad de California para generar más volumen por hectárea, tener menos costos de producción y con características más apetecibles por los consumidores, como tener granos de gran tamaño.

Eso sí, los estadounidenses no estaban dispuestos a entregarlas a Chile, pues recordaban que anteriores avances genéticos habían sido adoptados rápidamente por los agricultores chilenos para competir con la oferta californiana.

Varela, con el apoyo de la exportadora con la que sigue trabajando, comenzó a buscar nuevas variedades lanzadas por obtentores privados. Lo más complicado, eso sí, fue convencer a los bancos. El pago de propiedad intelectual por la plantación y por el uso de las parras no estaba dentro del paquete usual de financiamiento. Lo usual en Chile era plantar sin más costo que el de traer la planta del vivero.

Sin embargo, Varela comenzó un lento, pero persistente arranque de sus huertos de flame, red globe y thompson. Para esta temporada, el 90% de las 190 hectáreas de uva de mesa que tiene, serán de variedades con royalty .

-Logramos mayor producción, mejor precio de venta y menores costos. Se justifica completamente la inversión -sostiene Varela.

Las reconversiones como la de Varela cada vez se repiten más. Mientras que hace cuatro temporadas Chile exportó solo 8.955 toneladas de nuevas variedades de uva de mesa; en la última campaña subió a 70.299 toneladas.

Las variedades que exigen pago de royalty ya representan el 9,7% de los envíos chilenos de uva de mesa; más de siete veces lo que se exportaba hace solo cuatro años.

Aunque la mayoría del volumen nacional sigue siendo parte de las cuatro variedades tradicionales del portafolio chileno -crimson, flame, red globe y thompson-, las nuevas variedades de uva de mesa dejaron de ser un fenómeno marginal.

La mayor competencia con California y Perú, y una demanda internacional más exigente, le está poniendo combustible al recambio varietal. En todo caso, el camino no ha sido fácil. Usualmente, las nuevas variedades están atadas a acuerdos de comercialización a través de determinadas exportadoras o a obligaciones de exportar volúmenes establecidos por mercado. Eso sin olvidar que se trata de plantas más caras que las tradicionales.

De hecho, sectores importantes, como los productores de la variedad flame en el Norte Chico, que llevan un par de temporadas de números rojos, no han podido reconvertirse. Asesores agronómicos, agricultores y exportadores están urgiendo a que la reconversión tome aún más velocidad.

-Estamos hablando de casi dos mil hectáreas de flame en el norte, que el próximo año van a lograr ingresos bajo los costos de producción. La mayoría son pequeños productores. Es una superficie similar a la de remolacha que será perjudicada por el cierre de la planta en Linares de Iansa; sin embargo, no se ve al Gobierno tomando medidas ni a los medios de comunicación preocupados por lo que pasa en el Limarí o Elqui -sostiene Manuel José Alcaíno, presidente de Decofrut.

Alta exigencia

Óscar Salgado responde el teléfono en Sudáfrica. El chileno es gerente de abastecimiento de San Lucar, una importante comercializadora de fruta de Europa, y está visitando a productores tempraneros de uva de mesa de ese país para vigilar cómo viene la nueva temporada.

Buena parte de su trabajo es conectar las demandas de los supermercados con la oferta de proveedores de uva de mesa desde Chile a la India. Por eso tiene un claro diagnóstico sobre cómo está el negocio en Chile.

-La presión por poner nuevas variedades se veía venir hace años. Sin embargo, en el último tiempo se ha intensificado. Los consumidores y los supermercados se encuentran con uvas nuevas que tienen calibres más grandes. La oferta chilena de flame, que es la que abre la temporada, es de calibre chico. Perú, con las nuevas variedades, encontró un espacio para meterse, incluso hasta enero y más allá. A eso hay que agregar que California ahora tiene más variedades tardías que compiten con la apertura de Chile -sostiene Salgado.

Como un efecto dominó, de norte a sur, los malos resultados comienzan a presionar la oferta de Aconcagua, la Región Metropolitana y O’Higgins.

Por eso, mientras algunas especies, como las cerezas y el avellano europeo, viven un momento estelar, las uvas de mesa enfrentan un momento de estancamiento de la superficie y salida de agricultores del rubro.

-En el escenario actual, se es rentable al generar más de 3.000 cajas por hectárea, con un retorno de US$ 1 por kilo a productor -sostiene el asesor Martín Silva.

El problema es que una parte importante de los agricultores obtiene menos de un dólar de retorno, o logra menos de 3.000 cajas por hectárea.

Con retornos bajos, reunir el capital necesario para la reconversión se vuelve cuesta arriba. A eso hay que agregar que en Chile los obtentores de nuevas variedades han privilegiado gestionar los cobros a través de las empresas exportadoras. Para agricultores que optaron por exportar directamente para mejorar sus retornos, significa perder la independencia comercial.

-La mayor limitación para la introducción de nuevas variedades es el tema financiero. Los productores están endeudados y “atados” a variedades que pasan vertiginosamente de moda. Es indispensable una activa participación de la banca para la generación de nuevas estructuras de crédito y garantías; el fracaso de los productores tampoco es una buena noticia para ella -sostiene Miguel Allamand, presidente de la exportadora Subsole.

El ejecutivo destaca, eso sí, que se están desarrollando nuevas alternativas bancarias, que exigen menores proporciones de garantía y atan los pagos anuales a los retornos de exportación.

André Luteijn, presidente de ChilFresh, en todo caso, advierte que no se trata de llegar y plantar. Los agricultores deben considerar que una variedad mono-mercado corre con desventaja, además de exigir que el comercializador tenga un buen acceso a los mercados. En tanto, el contrato debe dar la flexibilidad de cambiar de exportadora si no hace un buen trabajo y que el generador de la variedad proteja el prestigio de la variedad. Tampoco hay que olvidarse que la elección del patrón sea de uno que aporte a la nueva variedad y no solo el que esté disponible en el vivero.

Cooperativas para nuevas uvas

Al igual que en Chile, en Perú, la superficie de nuevas variedades de uva de mesa ha aumentado. Sin embargo, los obtentores negocian directamente con los agricultores, quienes obtienen una mayor libertad para comercializar. A diferencia de Chile, los fruticultores peruanos son de tamaño considerablemente más grande. Proyectos de 500 hectáreas no llaman la atención al norte de la Línea de la Concordia. En Chile, por el contrario, productores de 15 o 20 hectáreas son comunes.

Por eso, Óscar Salgado cree que los agricultores deben unirse para negociar con los obtentores vegetales.

-No es lo mismo que diez productores de 50 hectáreas negocien en forma individual a que junten 500 hectáreas para conversar con un proveedor de nuevas variedades.

De hecho, el Ministerio de Agricultura en los últimos días ha dado señales de que está interesado en que se genere asociatividad entre productores de uva de mesa. El objetivo es pasar rápido del 10% de nuevas variedades a que estas sean un porcentaje mayoritario.

Incluso, desde el lado de las exportadoras hay interés por solucionar el cuello de botella de la adopción de nuevas variedades.

Miguel Allamand cree que frente a las actuales condiciones de producción y de mercado, la respuesta fácil a la pregunta de qué productores son viables, es que se trataría de los grandes, los que tienen la escala necesaria para generar la adecuada rentabilidad del negocio.

-Sin embargo, ello no es suficiente para nuestro país, donde un enorme número de productores son pequeños. Debemos ayudar a que ellos se organicen -en mi opinión, en modernas cooperativas u organizaciones similares-, lo que les permitirá aprovechar su experiencia en el manejo de la uva de mesa, aplicarlo a las nuevas variedades, que son muy “amistosas” para el productor, y participar en la nueva estructura de rentabilidad de la industria. Ello es perfectamente posible -remata el exportador.

En tanto, Manuel José Alcaíno, presidente de Decofrut, sostiene que ese proceso de reconversión debe ser también apoyado por los importadores.

Esos actores, en el último tiempo, han dado señales de preferir las nuevas variedades. El punto es que la transición no puede ser instantánea, sino que, por las necesidades de capital y las exigencias de comercialización, tomará varias temporadas.

-Hay cifras que respaldan que, pese a todas las dificultades, la industria chilena de la uva de mesa está en una curva ascendente de renovación. Los importadores y las cadenas de supermercado tienen que tener en consideración ese esfuerzo y apoyar la transición. Que Chile mantenga los volúmenes es un buen negocio para todos -sostiene el analista.

“Chile debería potenciar y desarrollar sus programas de mejoramiento genético. Debieran ser creados por una asociación de los productores de uva de mesa con el Estado, como lo hacen en Murcia y California”.
CAROLINA CRUZ,
PRESIDENTA UVANOVA

“Un aspecto importante es que varias de las nuevas variedades tienen costos de raleo menores, que pueden ser el 30% que la thompson. De invertir más de un millón de pesos por hectárea en esa labor, se baja a cerca de 300 mil pesos”.
IVÁN VARELA,
PRODUCTOR DE UVA DEL LIMARÍ

Fuente: Revista del Campo

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