Comparte

Tienen oficinas en California, venden productos a base de microorganismos en Brasil o apoyan a viñas argentinas analizando sus suelos. Son la nueva camada de emprendedores que está revolucionando el rol del país en los mercados agroalimentarios. La innovación y desarrollos “made in Chile” entregan soluciones a agricultores en América y Europa.

“Se nota un cambio importante. Cada vez hay más empresas saliendo a vender productos o servicios al exterior”, reconoce Paulo Escobar, CEO de Bioinsumos Nativa.

El ejecutivo explica que el fenómeno explotó en los últimos tres años. Escobar sabe al respecto: en 2002 partió Nativa junto a un par de socios en Talca y exportar era un sueño. Hoy el 30% de sus ventas son en el exterior. Escobar proyecta que, en un lustro, el 70% de sus insumos se venderán del extranjero.

“Si eres bueno en Chile, puedes competir en cualquier lugar. Los inversionistas, los asesores y los administradores de campo están al tanto de las últimas tecnologías y son muy exigentes”, afirma Escobar.

Si hasta hace muy poco el agro chileno básicamente era un importador de servicios e insumos, en la actualidad el flujo se invierte.

Construcción de plantas de tratamiento de aguas en California, sociedades con transnacionales para distribuir productos biológicos contra plagas en América Latina y estudios de suelos que ayudan a generar vinos de altos puntajes, son algunos de los logros de las empresas pioneras.

En parte, es el resultado de tendencias que se han cocinado a fuego lento, como la industria frutícola que se generó con la apertura exportadora, seguida por un apoyo financiero estatal a la ciencia y la innovación desde los años 90.

Eso sí, para que el potencial cristalice en proyectos empresariales se necesitó el surgimiento de un “ecosistema de innovación”. Star-Up Chile, Endeavor, Corfo, FIA y fondos de inversión privados, entre otras organizaciones, han apoyado desde planes de negocios hasta inyectado recursos.

La mirada de esas nuevas empresas es global. “Chile es un buen mercado de prueba, por ser muy competitivo. Sin embargo, desde el principio pensamos en diseñar un producto global, pues el agro es una serie de mercados de nicho repartidos en muchos países”, sostiene Cristóbal Rivas, CEO de WiseConn, una empresa que construye redes de monitoreo y de control de riego.

California, el trampolín

California se ha convertido en una estación habitual para los pioneros de la exportación de productos y servicios.

“California tiene muchas similitudes agrícolas con Chile. Además, posee exigencias ambientales muy estrictas y una buena imagen global. Tener éxito allá te abre la puerta a Estados Unidos y al resto del mundo”, sostiene Rafael Concha, gerente general de Biofiltros.

En el mundo, la mayoría de los desarrollos tecnológicos están enfocados en los cultivos extensivos, pues son los que ocupan la mayor superficie productiva. Los márgenes se vuelven realmente minúsculos si se toma en consideración la fruticultura de clima mediterráneo que comparten Chile y California.

La “loca geografía” local también aporta lo suyo. Ante la escasez de terrenos planos, se aprendió a regar en pendientes. En tanto, la alta diversidad de suelos impulsó el surgimiento de empresas que los analizan para mejorar el desempeño de los proyectos agrícolas.

El factor humano también juega un rol. “La mitad de los agricultores de California ha estado acá por trabajo y tiene una muy buena imagen del agro chileno”, sostiene Rivas.

En tanto, en América Latina los asesores agrícolas chilenos han sido claves. Por ejemplo, la industria frutícola peruana se ha construido con transferencia de conocimiento y productos chilenos.

Mercado interno competitivo y la alta diversidad geográfica potencian las exportaciones.

Fuente: Revista del Campo

Últimas Noticias