Comparte

California no ha podido exportar parte de su producción, lo que tiene los stocks norteamericanos 27% más altos que los de la temporada pasada y los precios a la baja.

En pleno desierto de Atacama, entre los cerros empinados que encajonan la parte alta del valle de Copiapó, circula poca gente. El cielo es de un azul intenso y los cerros, grises. Pese al aislamiento, es uno de los mejores lugares para entender de política y economía internacional por estos días.

En el valle hay cerca de 6.500 hectáreas de huertos de uva de mesa.

Si todo camina como en años anteriores, más del 60% de la producción de esa fruta se irá a Estados Unidos. Hasta hace una década ese país concentraba cerca del 80% de los envíos copiapinos; sin embargo, el crecimiento de nuevos mercados -especialmente China- ayudó a descomprimir ese mercado. Una noticia bienvenida debido al crecimiento de competidores, como Perú.

Sin embargo, las noticias provenientes de la Casa Blanca preocupan a los agricultores nortinos.

El gobierno de Donald Trump impuso alza de aranceles a varios productos importados desde China, alegando competencia desleal. El gobierno oriental no tardó en responder con alzas a los impuestos de internación y, para magnificar el impacto, apuntó buena parte de las medidas a los productos agrícolas norteamericanos. Uno de ellos fueron las uvas de mesa. China, incluyendo a Hong Kong, es el tercer importador mundial, con más del 15 por ciento del total. El resultado es que parte de la uva de mesa de Estados Unidos no pudo ser exportada y los precios internos han recibido el impacto.

“Los stocks de uva de mesa de California están altos”, explica Manuel José Alcaíno, presidente de Decofrut.

A la escaramuza comercial hay que agregar que Perú – que sale a exportar antes que Chile- está mostrando una recuperación, luego de que la temporada 2017-2018 se viera complicada por daños en los huertos por los aluviones en varias zonas costeras del país, especialmente en Piura.

Sin embargo, no todo son noticias complicadas.

Tras varios años de sequía, en la actual temporada los embalses nortinos están con buenos registros. Incluso en valles como Copiapó se registra una importante recarga de las napas subterráneas.

Adicionalmente, el recambio a nuevas variedades -más productivas y de mejor recepción por parte de los consumidores- sigue viento en popa.

“Se viene una temporada con complicaciones, sin duda. Pero también hay elementos para ser optimistas, por ejemplo, el buen acceso al agua”, argumenta Timothy Taffe, presidente Junta de Vigilancia del Río Copiapó.

Problemas en EE.UU.

Óscar Salgado, importador de fruta en Europa, advierte que la situación de Estados Unidos es compleja. Los norteamericanos cosechan de 115 millones a 120 millones de cajas de uva de mesa al año. Casi toda la producción viene de California, la que a mediados de octubre llevaba cerca de la mitad cosechada.

Los gringos han tenido dificultades para deshacerse de sus inventarios por la disminución de las exportaciones a China.

“Los stocks están altos y no quieren calibres pequeños. En California hay variedades blancas disponibles y con las rojas van a llegar hasta muy entrado enero”, sostiene Salgado.

De hecho, el USDA anunció hace unas semanas la apertura de un poder comprador de uva de mesa por US$ 48,2 millones como alivio a los agricultores y como vía para evitar un deterioro mayor de los precios. Sin embargo, en la industria californiana de la uva de mesa se estima que la pérdida comercial superaría los US$ 80 millones.

Además, al efecto coyuntural de la pugna EE.UU.-China, hay que añadir un cambio en la composición de la oferta californiana. Sus agricultores se han sumado con entusiasmo a las nuevas variedades, que son más productivas y están enfocadas en la ventana final de la temporada. Eso hace que la tendencia de los últimos años es a que, si no hay un desastre climático, los stocks finales sean cada vez mayores.

De hecho, a mediados de octubre, según el USDA, había 16 millones de cajas de uva californiana guardados, poco más de 3,4 millones más que a igual fecha de 2017.

Lo que viene en las próximas semanas es un efecto dominó. Perú saldrá con una mayor presión a comercializar su uva de mesa.

Una posible estrategia es tratar de retrasar sus envíos a la espera de que Estados Unidos disminuya sus stocks de fruta tardía. Adicionalmente, puede abrirse con mayor energía a terceros mercados, como Europa y China.

Eso sin olvidar que Perú este año ha tenido una producción sin mayores contratiempos. Si todo sigue igual, debería subir cerca de un millón de cajas sus exportaciones respecto de la temporada pasada.

Baja la flame

Las noticias que llegan desde Perú le ponen una presión extra al inicio de las exportaciones de uva de mesa chilena.

Si antes, mediante manejos agronómicos, la temporada de cosecha podía partir a fines de octubre o la primera semana de noviembre, hoy se espera que no sea antes de la tercera semana de noviembre.

“Las uvas de mesa se han comoditizado. Ahora Chile no encuentra los mercados despejados durante la temporada”, sostiene José Corral, vicepresidente de la Sociedad Agrícola del Norte.

De hecho, en Copiapó se está dando un importante recambio varietal, con más de 300 hectáreas plantadas al año. Buena parte de ese cambio se da a costa de la variedad flame. En su momento, fue el estandarte de las exportaciones tempranas, sin embargo, perdió terreno porque los consumidores ya no toleran sus calibres pequeños.

Fuente: Revista del Campo

Últimas Noticias