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Se requiere de una estrategia basada en la proyección del potencial de materia seca, la determinación de la carga animal máxima y un sistema pastoril adecuado.

Contar con praderas abundantes y de buena calidad en invierno, permitirá disminuir la necesidad de forraje y otros suplementos. Pero, conseguirlas significa hacer un manejo eficiente en otoño, a través de un plan de trabajo que establezca, entre otras cosas, el potencial de cada espacio que tendrán disponibles los animales para pastar y los tiempos de recuperación que se usarán para cada sector del predio.

Un dato vital

Para ello lo primero es determinar la cantidad de materia seca que será capaz de proveer la pradera durante los 90 días del invierno.

Si bien hay varios métodos para obtener este dato, los expertos recomiendan tomar muestras aleatorias de pasto —4 a 6 por hectárea— de distintas partes del potrero, para lo cual se puede usar un marco de hierro de 1 m2 y tijeras.

“La heterogeneidad de las muestras es muy importante. Por ello, el productor deberá cubrir los sectores que tengan poco y mucho pasto por igual”, afirma Luis Horacio Luisoni, investigador del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) en la Estación Experimental Reconquista, de Argentina, quien ha estudiado los sistemas de pastoreo por más de 30 años.

Es importante que esas muestras solo contemplen al pasto forrajero y no a las malezas.

Esas muestras deben ser secadas hasta que queden totalmente deshidratadas. Para ello se pueden usar estufas, microondas e incluso la luz del sol.

Posteriormente, hay que pesarlas y sumar cada una de las cifras obtenidas.

“El resultado de esa operación tendrá que ser dividido por el total de muestras extraídas, lo que nos entregará la cifra final de materia seca por cada m2. Este número, a su vez, deberá ser transformado posteriormente a kg/ha (se debe multiplicar por 1000)”, explica Luis Horacio Luisoni.

Al valor de materia seca obtenido se le debe descontar “el factor de uso”, que corresponde al porcentaje de la pastura que los animales no pueden consumir, debido a que se encuentra contaminada con heces, orina o pasto pisoteado.

“Comúnmente, el porcentaje de la pradera que los animales efectivamente pueden consumir es de 60%-70% del total, por lo que a la cifra de materia seca hay que restarle entre 30% y 40%”, asegura Luis Horacio Luisoni.

Esto, en la práctica, significa que si una pradera posee un potencial de materia seca de 4.000 kg/ha, habrá que restarle 1.200 kg/ha correspondientes al factor de uso, lo que permitirá determinar que la pastura disponible para el invierno es de 2.800 kg/ha, lo que dividido por los 90 días, da 31 kg/ha al día.

Ese valor será clave para determinar si se requerirá o no suplementar la alimentación.

Así, de acuerdo al ejemplo anterior, si se asume que un animal pesa en promedio 500 kg y que cuando no está en producción necesita alrededor de 3% de su peso vivo en alimento, se puede concluir que no necesitará suplementos, debido a que la materia seca disponible para invierno —31 kg/ha al día— le será suficiente.

“Si la oferta diaria de materia seca en invierno fuera menor a 25 a 30 kg/ha, la historia sería distinta. En ese caso, los animales deberían recibir forrajes conservados o concentrados balanceados”, advierte Ricardo Mellado, asesor técnico comercial del Área de Nutrición Animal de Cooprinsem.

De todas formas, hay que tener en cuenta que un animal de 500 kg en período de lactancia puede llegar a tener el doble del requerimiento normal en términos de materia seca, por lo que cada sistema productivo debe ser evaluado a partir de la realidad del predio.

“No existe ninguna norma aplicable a todos los campos, especialmente en un país como Chile que presenta una alta heterogeneidad climática”, advierte Carlos Díaz, asesor ganadero.

Definiendo la carga

Teniendo clara la oferta de materia seca, el productor determinará la carga animal máxima, es decir, el número máximo de vacas que puede ser alimentado por una hectárea de pradera.

Para ello hay que dividir el potencial de materia seca disponible en la pradera por la cantidad de materia seca que necesita consumir el animal.

Así, por ejemplo, si la pradera ofrece 2.400 kg/ha de materia seca y el animal por su condición requiere consumir 1.825 kg totales en los 90 días que dura el invierno, se puede determinar que la carga animal máxima de la pradera será de 1,3 vacas por hectárea.

“Si el ganadero decide aumentar la carga animal más allá de la cifra que arroje este cálculo, puede ser que exista la necesidad de brindarles a las vacas forrajes conservados para suplir todas sus necesidades”, indica Ricardo Mellado.

Distribuir los tiempos

Además de calcular la carga animal, se debe considerar el tiempo máximo que las vacas podrán pastar en esa zona, con el fin de evitar el sobreconsumo.

Si bien existen varias alternativas para manejar esta variable, Luis Luisoni recomienda utilizar el sistema de pastoreo rotativo, que se basa en dividir el campo en potreros —o franjas de pastoreo— y mantener un cierto equilibrio.

“Esto significa que mientras una franja es usada por los animales, las restantes permanecen en descanso o recuperación”, explica.

La división de los potreros, que puede ser realizada a través de la instalación de cercos de madera o eléctricos, tiene como fin asegurar que los animales no se pasen a una franja que debe estar en descanso.

Según una investigación del INTA, si se cuenta con un plantel de 20 vacas, lo mejor es crear 10 franjas de pastoreo, las cuales deben funcionar bajo el esquema 3×27, es decir, 3 días de pastoreo por 27 días de descanso.

“Este sistema ha presentado muy buenos resultados cuando se utiliza en 18 meses con la máxima carga animal y después se clausura por 6 meses, ya sea en verano – otoño o primavera – verano”, indica Luis Horacio Luisoni.

Sin embargo, si el productor no quiere clausurar la pradera por 6 meses puede disminuir la carga animal y determinar descansos más prolongados, aunque esto necesariamente llevará a hacer modificaciones a la planificación anual.

“Al disminuir la carga animal y mantener el pastoreo en 3 días, se deberán generar en cada franja descansos de 27 días en verano, 45 días en otoño y 63 en época invernal”, explica Luis Horacio Luisoni.

Otra alternativa es usar el sistema diferido, que consiste en clausurar un potrero o franja en la época de mayor crecimiento —principalmente en primavera— y abrirlo solo cuando llegue el pleno invierno.

“Esa pastura llegará a la época invernal con una calidad inferior al de los demás potreros o franjas, pero servirá mucho más que el forraje de reserva a la hora de nutrir y alimentar a los animales”, asegura Luis Horacio Luisoni.

Más allá de los manejos que se le hagan a la pradera, es importante que los productores lleven registro del estado de las pasturas. Así, se aconseja contar permanentemente el número de hojas por cada macollo, con el fin de no afectar el rebrote a futuro.

“En otoño e invierno, por ejemplo, se recomienda pastorear con una oferta inicial de entre 2.000 y 2.400 kg de materia seca por hectárea, mientras que en invierno esta oferta inicial debe ser de entre 1800 a 2000 kg de materia seca por hectárea, lo que implica que cada macollo debe tener de 2 a 3 hojas”, asegura Ricardo Mellado.

Fuente: El Mercurio Campo

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