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Por Evelyn Silva-Moreno / Subdirectora Regional de I+D INIA La Platina

El año 2019 será recordado como el “Año del Sol”, debido a que estuvo marcado por el eclipse solar total avistado el 2 de julio en nuestro país. Durante las semanas previas, la astronomía se tomó las pantallas de televisión, los diarios y los medios de comunicación en general. El eclipse solar fue tema obligado en los colegios, en la calle y en las casas. ¿Pero, qué pasó después de ese comentado evento? ¿Sólo existe ciencia en ese ámbito? ¿En qué trabajan los otros científicos de nuestro país? ¿Será posible captar la atención del público en general y darles a conocer a qué nos dedicamos los científicos de otras áreas?

Estoy convencida que la respuesta a todas esas interrogantes es sí. La ciencia impacta a varios ámbitos prioritarios para el país y el agropecuario no es la excepción.  Por ejemplo, en el Centro Regional de Investigación INIA La Platina, entidad vinculada al Ministerio de Agricultura, estamos trabajamos en generar sistemas de riego bajo escenarios adversos, desarrollamos tecnologías que ayudan a nuestros cultivos a llegar a  nuevos y lejanos mercados, extraemos de materias primas colorantes naturales inocuos para mejorar la salud de las personas y, en general, buscamos producir frutas y verduras de manera sustentable y adaptables al cambio climático, entre otras grandes necesidades que tienen a diario los consumidores.

La demanda por alimentos sanos, inocuos y de calidad crece rápidamente en todo el mundo, y Chile no es la excepción a esa tendencia. La exigencia por este tipo de productos ha generado que los investigadores del sector intensifiquen sus esfuerzos, para responder de manera adecuada, a cada uno de estos requerimientos. Sin embargo, como consumidores, no nos hemos detenido a pensar en todo el trabajo y esfuerzo que conlleva comer frutas y verduras con mejores condiciones organolépticas. Más aún, en un escenario marcado por el cambio climático, en el que la falta de agua o aumentan las temperaturas que determinan las características de un cultivo, tampoco hemos reflexionado sobre cómo podemos seguir generando este tipo de productos sin disminuir la cantidad, cómo podemos mantener e incluso mejorar su calidad nutricional, o cómo podemos seguir liderando la exportación de productos agropecuarios a mercados lejanos, sin que se afecten sus características ya mencionadas.

En ese sentido, como investigadores y científicos tenemos la oportunidad de solucionar problemas cotidianos, pero también tenemos el deber de comunicarlo y no necesariamente de la mano de eventos tan anunciados como un eclipse total de sol. La ciencia no sólo debe ser publicitada en documentos científicos que son leídos entre nuestros pares, sino que debe ser divulgada al público en general, debe llegar a la comunidad y eso, a mi parecer, debe ser trabajado con más intensidad y frecuencia, porque no lo estamos haciendo de la manera adecuada.

La comunidad debiese tener la capacidad de conocer la importancia de lo que estamos haciendo en ciencia aplicadas e innovación, de conocer cuál es el aporte al desarrollo del país en diferentes áreas, porque, si no se conoce lo que estamos generando, la comunidad no podrá darle valor y menos podrá exigirle a quienes toman decisiones, que inviertan en ciencia.

En Chile, la ciencia estuvo de moda hace pocas semanas, pero no podemos permitir que esto quede sólo como una anécdota. Ese gran impulso debemos aprovecharlo, para difundir, con más fuerza, lo que estamos haciendo para resolver problemas cotidianos que nos afectan a todos, como por ejemplo los efectos del cambio climático en agricultura.

Por lo tanto, debemos ser capaces de transmitir la importancia de realizar ciencia, pero en forma efectiva y, para ello, no podemos seguir desarrollando investigación entre cuatro paredes y sin el “componente de comunidad”. No sólo requerimos innovación y tecnología en nuestros estudios, sino también precisamos de una mirada social, porque ésta será la única manera de que como país despertemos y por fin tengamos una mirada a largo plazo, es decir, una política de Estado que dentro de sus prioridades considere la necesidad de invertir en ciencia, tal como se está haciendo el Gobierno con la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación de Chile.  En conclusión, trabajemos en cómo pasamos de una “moda” al “siempre”.

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