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Un poderoso supertifón arremetió el domingo contra el este de Filipinas con fuertes vientos, matando al menos a 10 personas.

Además, ante la fuerza del viento y el agua, unas 150 casas fueron sepultadas de lodo antes de debilitarse en su rumbo hacia Manila, según las autoridades, que cerraron el principal aeropuerto de la capital.

El tifón Goni llegó al amanecer a la provincia insular de Catanduanes con vientos sostenidos máximos de 225 kilómetros (140 millas) por hora y ráfagas de 280 km/h (174 mph).

La tormenta avanzaba hacia el oeste rumbo a zonas densamente pobladas, como Manila, y provincias afectadas por la lluvia que continuaban recuperándose de un tifón que golpeó la zona hace una semana y dejó al menos 22 muertos.

Al menos nueve personas murieron en la afectada provincia de Albay, incluidos un padre y un hijo que estaban en una población rural donde la intensa lluvia arrastró coladas de lodo y rocas volcánicas desde el volcán Mayon, según explicó el gobernador de la provincia, Al Francis Bichara. Los vecinos del pueblo huyeron del tifón, pero al parecer las dos víctimas se habían quedado.

“El niño apareció a 15 kilómetros (9 millas) de distancia”, dijo Bichara a la radio DZMM, añadiendo que el menor había sido arrastrado por el agua y el lodo volcánico.

En la provincia murieron otros tres aldeanos, incluido uno aplastado por un árbol.

“Hay muchísima gente que está en zonas vulnerables”, dijo Ricardo Jalad, director de la agencia filipina de gestión de desastres, indicando que la fuerza destructiva del tifón podría causar graves daños.

La agencia meteorológica filipina recalcó esas preocupaciones y señaló que en las 12 horas desde que el tifón tocara tierra, se producirían “vientos violentos, catastróficos, y una intensa lluvia torrencial”.

 

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