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El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) dio a conocer hoy dos nuevas tablas de datos que ponen de manifiesto enormes diferencias en las capacidades con las que cuenta cada país para enfrentar y recuperarse de la crisis del COVID-19.

La pandemia es más que una emergencia sanitaria mundial. Es una crisis sistémica del desarrollo humano cuyo impacto sin precedentes se está haciendo ya patente en las dimensiones económicas y sociales del desarrollo. Por ello, resulta absolutamente esencial poner en práctica políticas públicas dirigidas a reducir las vulnerabilidades y a fomentar las capacidades necesarias para enfrentar las crisis, tanto a corto como a largo plazo.

Sobre preparación, el PNUD presenta indicadores como nivel de desarrollo, el de desigualdad y la capacidad de los servicios sanitarios y el acceso a internet para 189 países con la finalidad de evaluar la capacidad de respuesta de cada uno de ellos ante los múltiples efectos de una crisis como la del COVID-19.

Claudia Mojica, Representante Residente del PNUD en Chile, plantea que “este estudio nos permite contar con antecedentes objetivos, a partir de datos del sistema de Naciones Unidas, sobre la situación y capacidad de los países para enfrentar la crisis sanitaria y la susceptibilidad a los múltiples efectos de esta crisis. Es nuestro objetivo que la información presentada en este estudio sea una contribución para los países en la toma de decisiones de política pública que permitan garantizar respuestas integrales, equitativas e inclusivas, en línea con los compromisos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”.

En el caso de los países más desarrollados —los ubicados en la categoría de desarrollo humano muy alto— tienen un promedio de 55 camas de hospital, más de 30 médicos y 81 enfermeras por 10 mil personas, en comparación con las 7 camas, 2,5 médicos y 6 enfermeras que encontramos en los países menos adelantados. Chile en tanto tiene un promedio de 22 camas de hospital, 8 médicos y 9 enfermeras por cada 10 mil personas.

En otro ámbito, debido a los confinamientos generalizados la brecha digital se ha acentuado más que nunca. En el mundo hay 6.500 millones de personas (85,5% de la población) que todavía carecen de una conexión fiable a Internet de banda ancha, lo que restringe su capacidad para trabajar y continuar con su educación. En el caso de Chile hay 17,4 conexiones por cada 100 personas de banda ancha fija y 134,4 teléfonos móviles por cada 100 personas.

Los datos recopilados por el PNUD también muestran el grado de vulnerabilidad de los países ante las consecuencias económicas de la crisis. El segundo tablero del PNUD, sobre vulnerabilidades, presenta indicadores que reflejanla susceptibilidad de los diferentes países a los múltiples efectos de esta crisis.

El mayor riesgo lo asumen las personas que actualmente viven en la pobreza. A pesar de los recientes avances en su reducción, alrededor de una de cada cuatro personas todavía vive en situación de pobreza multidimensional o es vulnerable a ella, y más del 40 por ciento de la población mundial carece de protección social alguna.

La pandemia del COVID-19 nos recuerda también que las disrupciones en un lugar son contagiosas y tienen consecuencias en otras regiones. Por ejemplo, en algunos países, como Kirguistán, una parte significativa de su PIB procede de las remesas. Otro ejemplo lo ofrecen países tan distintos como Montenegro, Maldivas y Cabo Verde, que dependen fuertemente del turismo internacional (en el caso de Maldivas, casi un 60% del PIB), uno de los sectores más afectados por los confinamientos y las prohibiciones de viajar.

Chile sin embargo, no se ve muy afectado por estas dos variables porque representan un porcentaje menor de su PIB: el turismo internacional representa actualmente el 1,3% del PIB y las remesas desde el extranjero apenas un 0,02 del mismo.

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