Gonzalo Jimenez
Gonzalo Jiménez
Comparte

¿Cuándo se nos acaba el tiempo? En esta vuelta, se nos acaba cuando se apaga la vida y si estamos leyendo esta columna, todavía tenemos mucho por hacer. Hoy el llamado es urgente, para sobrevivir requerimos hacer las cosas mejor que nunca y para eso necesitamos poner a disposición de los demás lo mejor de cada uno.

No maquillemos las palabras ni las acciones. Todos tenemos responsabilidades para salir de esta crisis sistémica (social, salud, económica y ambiental), pero no la misma responsabilidad. El esfuerzo no es el mismo para el trabajador cesante que está esperando ayuda del Estado o para el dueño de una empresa con trabajadores a su cargo, no es el mismo para una mujer que vende ensalada en la feria o para los parlamentarios, no es el mismo para los que comen gracias a las ollas comunes o para los ministros de gobierno.

Resulta inaceptable que haya empresas que cambien sus giros para así poder seguir operando en contexto de cuarentena, sin ser realmente un servicio esencial. Y aunque podamos debatir la definición de lo que es esencial, lo que está en juego es la vida de las personas y sabemos que cuanto mayor sea la reducción de la movilidad, mejor será la contención del virus.

Es precisamente este el momento para que las empresas familiares demuestren todo su valor. Las empresas familiares que constituyen el 78% de las empresas de Chille y que generan el 60% de las ventas y el 63% del empleo deben apoyarse en sus tremendas capacidades para apoyar a que Chile se levante.

Lejos de estar compuestas por directivos multimillonarios, la gran mayoría de las empresas familiares son personas que trabajan arduamente por desarrollar y mantener sus negocios en los sectores de comercio, agricultura, manufactura, inmobiliario y construcción.  Aquí está precisamente su mayor riqueza: tienen experiencias previas de superar dificultades, poseen un conocimiento profundo de lo que hacen, tienen compromiso con los valores y el proyecto de la familia como un sello que los une más allá de sus intereses personales y son capaces de mirar el largo plazo porque ya son varias las generaciones que han puesto su energía en un proyecto común.

Pero, sobre todo, porque detrás de toda empresa familiar está la historia de muchas personas. De los padres fundadores y sus sucesores, pero también la vida de miles de trabajadores y colaboradores que se sumaron a ese proyecto y lo hicieron realidad con sus aportes diarios. Soy enfático, la sobrevivencia futura depende de lo que seamos capaces de construir juntos.

En ese camino colectivo, lo público y lo privado deben hacer su mayor esfuerzo, el trabajo intergeneracional es un imperativo, debemos cuestionar nuestros modelos mentales que nos dejan rígidos en lo que ya conocíamos y tenemos que fortalecer a las instituciones que nos permitan construir nuevos acuerdos en armonía (desde el Congreso hasta los gobiernos corporativos).

Las empresas familiares están jugando un papel fundamental en la superación de la pandemia, la recuperación económica del país y la construcción de un mejor Chile para todos. Este es el tiempo en que el orgullo de pertenecer a una familia empresaria se evidencia en la riqueza que no tiene números.

Gonzalo Jiménez Seminario
CEO Proteus Management & Governance
Profesor de ingeniería UC

Últimas Noticias