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Tratar las aguas que los emisarios descargan en el mar permitiría llenar 276 piscinas olímpicas diarias. Más si se suman las aguas rurales. Ya hay una experiencia en Ovalle y estudios en Valparaíso.

La cuenca de Elqui, desde la laguna del Plata -a 3 mil metros- hasta el mar, requiere del orden de 300 millones de metros cúbicos para abastecer la demanda humana y la agrícola. En la costa, los emisarios descargan al mar mil metros cúbicos por segundo promedio de aguas servidas tratadas de La Serena y Coquimbo. Si se acumularan en un embalse, serían cerca de 31 millones de metros cúbicos al año, es decir, el 10% del requerimiento de la cuenca de Elqui.

Ese mismo 10% (equivalente a 84 metros cúbicos por segundo, según la DGA) es la brecha hídrica nacional que se podría recuperar al tratar las aguas de los 33 emisarios de las ciudades costeras entre Arica y Punta Arenas, sostiene Ulrike Broschek, subgerente de Sustentabilidad de Fundación Chile.

De acuerdo con sus datos, a nivel nacional esos emisarios depositan en el mar 8 metros cúbicos por segundo, equivalentes a 3 veces el caudal del Mapocho. Con eso, plantea, se podrían llenar 276 piscinas olímpicas por día. Y si a eso se agrega el tratamiento de las aguas residuales que entregan los sistemas de Agua Potable Rural (APR), -que en muchas comunas, después del tratamiento, son dispuestas en quebradas-, podría cambiar radicalmente la situación hídrica de muchas zonas que hoy no disponen de agua ni siquiera para el consumo humano, perdiendo sus capacidades productivas.

Los expertos son enfáticos en señalar que en un escenario donde el acceso al agua se ha vuelto cada vez más complejo, tanto por el aumento de la demanda humana y productiva como por la mayor incertidumbre en la disponibilidad del recurso, se deben utilizar las distintas herramientas disponibles para hacer un uso más eficiente de este.

Luis Escobar, economista y asesor del Centro de Política de Infraestructura (CPI), explica que es una tecnología perfectamente factible. “Puede tener sentido en lugares como el norte, pero no tendría necesariamente sentido, donde el agua cada vez disminuye más. De todas formas, es importante no descuidar las distintas alternativas. La clave es contar con un conjunto de políticas destinadas a consumir la menor cantidad de agua posible y reusar aquella que usamos en primera instancia, tratándola y reutilizándola”, explica.

Fue precisamente esa posibilidad lo que motivó que iniciaran proyectos tanto a nivel de emisarios como de plantas de agua potable rural.

Si bien a nivel internacional la tecnología existe y el agua recuperada es usada con diversos fines, que abarcan desde la infiltración de acuíferos hasta en la agricultura -por ejemplo, en Israel la misma agua puede llegar a tener tres usos y les permite disminuir hasta en 70% las extracciones desde fuentes tradicionales para la agricultura- en Chile, fuera de las grandes ciudades, es un tema incipiente. De hecho, recién a principios de este año se inauguró en Cerrillos de Tamaya, en Ovalle, la primera planta de Aguas Residuales Tratadas para uso productivo en zonas rurales, agua que hoy se utiliza para producir alfalfa y genera nuevos ingresos para el comité de APR.

“Aquí hay un volumen de agua que claramente no se puede perder. Por ejemplo, a nivel rural, existen plantas de tratamiento que no están funcionado o lo hacen de manera inadecuada. Eso tiene que ver con una falta de operación adecuada, principalmente por un problema de recursos. Con esto se pueden generar nuevos ingresos, lo que permitiría hacer una reinversión”, plantea Ulrike Broschek.

Agrega que “estas son medidas más baratas que la desalinización, unas siete veces más barato”.

Valparaíso, ¿agua para el Aconcagua?

En Valparaíso, la demanda de riego regional es de 747 millones de metros cúbicos al año. En el mismo lapso se generan 126.630.594 m {+3} de aguas residuales, según los datos de Fundación Chile, de los cuales el 64% corresponde a las de emisarios, y el resto, a las plantas de tratamiento urbanas y rurales. Así, el total de las aguas grises abastecería el 16,95% del consumo hídrico agrícola y solo el de los emisarios, el 10,83% de la demanda. Su uso, además de recuperar productividad, significaría mejoras medioambientales.

“Reusando esas aguas, se deja de contaminar el Pacífico y la calidad de las aguas en las playas cercanas mejorará, lo que es beneficioso para el turismo. Se obtiene una fuente de agua nueva y suplementaria que ayuda a la agricultura del valle, que tanto está sufriendo con la megasequía que la azota desde muchos años. Y es una fuente de agua que irá creciendo con el tiempo, al ritmo del aumento de la población regional, y que es independiente de las condiciones meteorológicas locales”, explica Félix Bobliolo, CEO de Via Marina, empresa que solicitó una concesión de iniciativa privada ante el MOP que considera tomar las aguas servidas del emisario de Loma Larga, al sur de Valparaíso, para llevarlas vía submarina y luego terrestre hasta el valle del Aconcagua

“Este proyecto beneficiará directamente a la agricultura de la tercera y cuarta sección del río, e indirectamente a la primera y segunda, a través de acuerdos a pactar entre las diferentes secciones, así como a los otros usuarios no agrícolas. Estamos hablando de 1,6 m {+3} /s, o sea, más de 50 millones de metros cúbicos al año”, explica Félix Bogliolo.

En Coquimbo ya riegan alfalfa

Cristián Baquedano, ejecutivo del eje de recursos hídricos de la Corporación Regional de Desarrollo Productivo de Coquimbo, cuenta que producto de la sequía, cerca de 200 mil personas, principalmente pequeños o microagricultores, de pequeñas localidades quedaron sin agua en la región.

Para ellos, desde hace varios años evalúan alternativas para el reúso de las aguas, tales como una tecnología japonesa de un proyecto de la Universidad del Norte y otras de un convenio con el gobierno de Holanda, que incluye instancias de tratamiento de agua rural.

“Con esto nos interesa tener tecnologías disponibles que sean modelos de negocios y sustentables y que socialmente sean un aporte”, explica Baquedano.

Dentro de esta estrategia está el proyecto financiado por el Gobierno Regional de Coquimbo, a través del Fondo de Innovación Regional (FIC) y ejecutado por Fundación Chile (FCh), para evaluar la posibilidad de tratar y reutilizar las aguas del sistema de Agua Potable Rural de Cerrillos de Tamaya, en Ovalle.

“Se implementó un sistema de reúso formal, que cumple con todos los estándares necesarios de calidad, para asegurar inocuidad y calidad. Vimos los estándares y protocolos a nivel internacional, donde hacen una serie de recomendaciones sobre qué tipo de cultivos se pueden generar con esta agua y cuál es el manejo”, cuenta Ulrike Broschek, de Fundación Chile.

Para ello trabajaron con la planta de aguas servidas, que procesa 6 litros por segundo, que ya existía. “Esas aguas se botaban a una quebrada”.

Para ello hablaron con un agricultor (ver recuadro) para que cultivara alfalfa y se firmó un acuerdo donde los ingresos son repartidos en 40% para el APR y el 60% para él.

“Con esto ganan ambos, pero además tiene rentabilidad ambiental y social, porque se hace un uso eficiente del recurso, mejora el nivel productivo de la zona y se genera empleo”, enfatiza Ulrike Broschek.

Calidad óptima

En Chile las aguas residuales tratadas deben cumplir con lo que establece el Decreto Supremo 90, que regula los niveles mínimos y máximos de los distintos compuestos que debe tener las aguas que se descargan, por ejemplo, en el mar.

Sin embargo, no hay una normativa sanitaria que regule específicamente el reúso de las aguas servidas tratadas, explica la especialista Ulrike Broschek, ni existen restricciones legales para el uso de aguas de los emisarios ni de las plantas de tratamiento rurales.

Entonces, si bien es factible utilizarlas, como lo que se pretende es que el agua quede en condiciones de riego, agrícola o de espacios urbanos, se requiere que la certeza de que se tiene la calidad adecuada. La especialista de la Fundación Chile explica que con los estándares existentes en el país, establecidos en el DS 90 y fiscalizados por Salud, el agua puede ser reusada, aunque el óptimo sería contar con estándares adaptados al país.

“A nivel internacional, en Israel y en países del Medio Oriente existen estándares específicos. Se podría perfectamente hacer un estándar nacional para el reúso de las aguas para el manejo”.

Dado que el tratamiento involucra un costo, el agua para el reúso -que además debe ser trasladada a los lugares donde se requiere- tiene un valor que alguien debe asumir, para lo cual, explica Ulrike Broschek, existen distintas alternativas de negocio.

“De acuerdo a los estudios y a lo que hemos visto, con el aumento de productividad, en dos años se recupera la inversión, sin mencionar el impacto a nivel social”, recalca la especialista.

El impacto, indica, depende del cultivo. “Por ejemplo, si se utilizan esas aguas con frutales, la rentabilidad será mucho mayor que si se hace con pasto u otro tipo de cultivo”.

El tema de la propiedad de los derechos del agua es otro que puede complicar al sistema. Mientras en el caso de los emisarios ese problema no existe, ya que no hay asignación de derechos sobre ellas. Sin embargo, la complicación es desde dónde tomar el recurso, pues las concesiones de las sanitarias establecen que deben descargarlas en los emisarios.

Fuente: Revista del Campo

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