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El aumento de la superficie con frutales, la búsqueda de mejores rendimientos y retornos en otras especies, junto con las malas condiciones de algunos campos para este cultivo, han llevado a algunos agricultores a abandonar el tubérculo desde hace algunos años.

A menos de una semana del anuncio del cierre de la planta procesadora de remolacha de Iansa en Linares, y pese a la preocupación que los productores de distintas regiones han manifestado a través de los medios de comunicación y redes sociales, la sala donde se realiza la reunión anual de la Federación de Productores de Remolacha de Ñuble, la tarde del martes pasado en Chillán, estaba casi vacía.

Son menos de 15 los agricultores que llegaron a la asamblea, de ellos un tercio son parte de la directiva de los remolacheros. Tras revisar cifras de los movimientos de los precios internacionales, rendir cuentas y mostrar la disminución de la superficie nacional -que ha retrocedido 20% en los últimos 15 años, entre las temporadas 2002-2003 y 2017-2018-, muestran la decepción.

Fernando Serrano, productor y uno de los dirigentes agrícolas históricos de esa zona, levanta la voz para reclamar que la crisis va más allá del cierre de la industria de Linares, que basta con mirar el salón para notar lo deprimido que está el rubro y que los malos precios y caída de la superficie de siembra es algo transversal al resto de los cultivos anuales.

“Esto es solo la punta del iceberg”, dice.

Con tono fuerte y enérgico asegura que las conversaciones entre la empresa y los productores de Linares, la poca asistencia a la asamblea anual en Ñuble y la escasa unión del sector muestran que la decisión de Iansa indica un fracaso que va más allá del anuncio de la empresa, y plantea que es necesario unir fuerzas entre los productores y pedir soluciones a nivel estatal.

“En 28 años no ha habido una política agrícola importante en Chile, y nosotros somos los responsables de cambiar esta situación, pero ni siquiera hemos aprovechado el contexto del cierre de Iansa en Linares para eso”, reclama Fernando Serrano, mientras todos los presentes reconocen que no fueron a Linares a apoyar a los productores de esa zona en sus manifestaciones previas al anuncio del cierre definitivo.

El desencanto de algunos productores con el cultivo de la remolacha parece ser profundo. Y no es solo producto de la situación actual. Ya varias temporadas antes del cierre de la planta de Iansa en Linares, esa decepción ha provocado la salida de productores medianos y grandes del cultivo. Esto, aun cuando Chile obtiene rendimientos récord a nivel mundial y, en promedio, las toneladas por hectárea han ido en constante aumento durante los últimos veinte años, llegando a 114 toneladas en la temporada 2016-2017.

“Yo creo que la salida masiva de productores se produjo hace tres o cuatro años, cuando la superficie nacional bajó de las 20 mil hectáreas, porque hoy la gente que está sembrando es más o menos la misma, aumentando o disminuyendo la superficie de acuerdo con la coyuntura del año”, afirma el presidente de la Federación Nacional de Productores de Remolacha (Fenare), Jorge Guzmán.

De hecho, reconoce que en sus propias siembras, cercanas a Los Ángeles, ha ido reduciendo las hectáreas que destinaba a la remolacha, debido a la baja rentabilidad que ha obtenido durante las últimas temporadas, y la ha reemplazado en forma gradual por avellanos europeos y otros cultivos anuales que le han traído mejores resultados, como los semilleros y la achicoria.

“En la zona de Los Ángeles, la siembra de remolacha es más estable en cuanto a superficie cada año, porque tenemos menos alternativas, pero en zonas como Chillán sí tienes productores que han abandonado el cultivo o se han cambiado, porque pueden hacerlo”, comenta Jorge Guzmán.

Apostar por los frutales

Una de las palabras que más se ha repetido luego del cierre de Iansa en Linares es “reconversión”.

El ministro de Agricultura, Antonio Walker, ha mencionado que el Gobierno está trabajando en desarrollar un plan de reconversión para los agricultores afectados, y que también es una alternativa que evaluarán dentro de dos años con quienes decidan continuar cultivando remolacha en esa zona, y no obtengan buenos resultados.

Pero pese a que suena simple, la reconversión no es sencilla, debido al nivel de inversión inicial que implica -que en casos como el avellano europeo bordea los $7 millones por hectárea- y a los años que se debe esperar para la entrada en producción, sin obtener ingresos, que pueden ir desde los tres años, si se trabaja con una fruta rápida, hasta casi los 10.

Bien lo sabe el presidente de la Asociación de Agricultores de Ñuble, Álvaro Gatica. Desde hace varios años comenzó a orientar su actividad desde los cultivos anuales a la producción de frutales, y actualmente tiene cerezos, arándanos y avellanos europeos. Para avanzar en esa dirección, hace cuatro temporadas decidió abandonar en forma definitiva la siembra de remolacha que había realizado por más de dos décadas.

“Normalmente, sembraba entre 25 y 30 hectáreas, pero la dejé de golpe y porrazo, de un año para otro… Dentro de los cultivos de rotación, en ese momento era lo más rentable que había, pero la dejé para seguir cambiándome a frutales, y creo que fue una decisión acertada”, asegura a raíz de la baja de precios que ha tenido el tubérculo y la mayor rentabilidad que hoy obtiene con la producción de frutas, que además exporta directamente.

Pese a sus buenos resultados, insiste varias veces en que el cambio de rubro no es fácil, especialmente para los productores medianos y pequeños que se han dedicado por años a cultivos como la remolacha, debido a la dificultad para acceder a créditos o tener las espaldas financieras para la reconversión.

“Iansa les financia todo, lo que es una gran ayuda, y cambiarse a frutales implica hartas lucas… Y, por otro lado, hay gente que se endeudó con la empresa, debido a la incorporación de sistemas de riego, tomaron créditos a largo plazo y no pueden decidir de la noche a la mañana que se van a salir de la remolacha”, plantea.

Cambiar de cultivo

En El Carmen, en la precordillera de Ñuble, el fundo San Vicente se destinó durante unos 30 años a la rotación de remolacha, por lo que los rendimientos que estaba obteniendo hace unos cinco años el productor Carlos Smith no eran extraordinarios. Esa baja rentabilidad se hizo sentir en los balances económicos.

Debido a eso y a los buenos resultados que conseguía en paralelo con la siembra de achicoria, que comenzó a sembrar hace algunos años, luego de la llegada de Beneo Orafti a Chile, que produce inulina a partir de ese tubérculo, decidió dejar de lado la remolacha y dedicarse con más fuerza a esta especie nueva.

“Hay mucha gente que se desencantó del cultivo y varios que sienten que es una muerte anunciada, también, por lo que han preferido retirarse antes y no esperar a último momento”, comenta Carlos Smith, aunque reconoce que en esa zona la remolacha ha sido la base o matriz en la rotación de cultivos, y el factor que ha impulsado con más fuerza la incorporación de tecnología en la llamada agricultura tradicional.

“La remolacha financió esas transformaciones durante los últimos veinte años y siento que no tenemos un cultivo de reemplazo”, plantea.

Cree que el mal momento que atraviesa ese rubro no solo responde al ciclo de bajos precios internacionales del azúcar ni al efecto que puede tener en el mercado la ley de etiquetado de los alimentos y la tendencia a un menor consumo de azúcar, sino que también a malas decisiones empresariales que ha tomado Iansa en los últimos años.

“En vez de haber mejorado la eficiencia en la compañía, Iansa se metió en el negocio agrícola (a través de Terrandes) para sembrar más superficie… Yo creo que la mejor manera de haberla asegurado habría sido poniendo un poco más de precio a los agricultores, y ellos poner el énfasis en la eficiencia y rendimiento diario del proceso”, critica Carlos Smith, y amplia su mirada a los fallidos negocios que la empresa azucarera habría emprendido hace algunos años en Colombia y Argentina, que no prosperaron y les generaron pérdidas.

Buscar más rentabilidad

En un contexto de precios firmes y con un rendimiento en torno a las 130 hectáreas, en su primer intento por sembrar remolacha en la Región del Maule, Fernando Medina miraba con buenos ojos al cultivo.

Sin embargo, las malas condiciones de drenaje de suelo de su campo lo obligaban a sembrar remolacha otoñal -partía en abril y cosechaba en el mismo mes del año siguiente-, y a invertir en tecnología y soluciones para controlar la presencia de hongos durante el invierno. Aun así no lo logró y decidió dejar la producción de remolacha hace tres años.

“Con mi relación entre suelo, agua y planta, no pude hacer remolacha primaveral y en la Iansa dejó de existir la remolacha otoñal en la zona centro norte de la VII Región”, explica Medina, quien preside Agrícola Central del Maule.

Luego de esa experiencia, se orientó a la plantación de otros cultivos, como arándanos y viñedos, con los que ha conseguido buenos resultados. Sin embargo, en el caso de los que mantiene en rotación resalta que se debe a que cuenta con 250 hectáreas con riego tecnificado.

“Por condiciones de clima y disponibilidad de agua, en el Maule hoy tenemos la posibilidad de plantar casi cualquier cosa, es una región que da para todo, pero ¿por qué la agricultura está tan pobre en esta zona? Es porque mucha gente está metida en los cultivos tradicionales y no tiene forma de salir, por problemas de financiamiento, aun cuando tenemos rendimientos récord”, plantea.

En cuanto al cierre de Iansa en Linares, afirma que en la zona ya existe una mayor presión hacia los productores para la contratación de superficie de otros cultivos, como las hortalizas destinadas a la agroindustria, lo que sintió personalmente a pocos días del anuncio de la azucarera.

“Se cerró la planta un jueves, y el lunes me llamaron de la empresa para la que produzco maíz dulce, para ponerme la pistola en el pecho y pedirme que decidiera ese día si sembraría o no las 30 hectáreas que tenía comprometidas, con un precio de $85 por kilo, el mismo que me han ofrecido desde hace cinco años… Me dijeron que si no lo decidía ese mismo día, tenían una fila de solicitudes de la zona sur del Maule para hacer maíz dulce”, comenta Fernando Medina.

De acuerdo con su experiencia, cree que es muy difícil que un agricultor de esa zona llegue a un rendimiento que le genere utilidades si no cuenta con riego tecnificado, y cuenta que muchos deciden firmar contratos con las empresas solo para mantenerse vigentes.

“En algunos casos, el agricultor sabe que no lo va a poder hacer bien, sabe que está perdido, pero igual firma el contrato porque les entregan el financiamiento de las semillas, los fertilizantes y adelantan algo de dinero si arriendan campos, y de esa manera siguen un año más con la bicicleta”, explica, como uno de los elementos que considera más preocupantes en medio de los bajos precios que enfrentan, en general, los cultivos de rotación en la zona centro sur.

6% de los remolacheros obtienen un rendimiento promedio superior a 140 toneladas por ha.

71% de los productores de remolacha del país cuentan con riego tecnificado, según datos de Iansa.

20% HA CAÍDO la superficie de remolacha en 15 años.

114 TONELADAS fue el rendimiento promedio en la campaña 2016-2017.

12.870 HECTÁREAS ha sido la menor superficie sembrada en Chile, en 2008-2009.

Fuente: Revista del Campo

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