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Durante las últimas semanas, el fenómeno de la inmigración continúa desarrollándose con fuerza en varias naciones. Tanto Estados Unidos como algunos países de Europa han estado en el centro de la discusión política internacional, donde la política del presidente Donald Trump obligó a separar a los niños inmigrantes de sus padres y familiares y, por otra parte, en Italia, el Primer Ministro Giuseppe Conte se negó a recibir un barco de migrantes rescatados en el Mediterráneo.

Con todo, sabemos que este movimiento de personas cruzando mares y fronteras no es una historia nueva. La continua migración ha sido parte del relato del ser humano y actualmente es una realidad que alcanza a alrededor de 243 millones de personas, de acuerdo con datos elaborados por el Banco Mundial el año 2015. Y es que la historia del mundo, por causa de cambios climáticos, catástrofes, guerras, enfermedades o la sola curiosidad del ser humano, se ha tratado de movimientos migratorios. Sin ir más lejos, Estados Unidos se forjó principalmente por el impulso de extranjeros y hoy, como consecuencia de su política migratoria, parece renegar de ese pasado al adoptar medidas drásticas en esta materia, olvidando de paso, la dignidad con la que debe ser tratado un ser humano y su familia.

Casos como el de Italia o Estados Unidos exigen mirar también a nuestro propio país y darnos cuenta de cómo estamos enfrentando el fenómeno de la inmigración. En nuestro caso, el censo del año 2017 señaló que existen 784.685 personas nacidas fuera de nuestro país que residen en el territorio nacional (4,5% de la población). Por su parte, hace solo unos meses el Gobierno estimó que ese número se encontraría por sobre el millón de personas. De esta manera, aun cuando los flujos migratorios de los últimos años han sido de los más altos del mundo, los extranjeros en Chile son comparativamente pocos.

Ahora bien, el fenómeno de la inmigración, por supuesto, no sólo interesa en tanto flujo y número de extranjeros, sino que también importa en lo que a calidad de vida y condiciones sociales de los inmigrantes se refiere. En este sentido, conociendo los problemas asociados al tráfico de personas, abuso de poder, estafas, limitadas redes y capital social, entre otros, tener una mirada más histórica y menos prejuiciosa frente a la inmigración, podría ser un gran catalizador para una mejor adaptación de quienes deciden buscar oportunidades en nuevas culturas y una mejor disposición de los gobiernos para diseñar políticas públicas responsables e integradoras.

Si alguna enseñanza se puede inducir de las noticias de las últimas semanas, es que, ante todo, la dignidad de la persona humana es un imperativo en el diseño de toda política migratoria o trato que exista con inmigrantes, y no olvidarnos que son parte fundamental de la construcción de nuestro país.

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