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Hace unos días fue despachada al Senado la ley que busca implementar cuotas de paridad de género para las elecciones regionales y comunales; ley que de ser aprobada entraría en vigor en las próximas elecciones de cores y concejales, estableciendo que ni hombres ni mujeres podrán sobrepasar el 60% de las candidaturas declaradas y aceptadas por el Servel.

Una gran noticia para el arduo trabajo que implica buscar la equidad de género, ya que la representación política es una pieza fundamental en ella. Y para lo cual, las cuotas se han configurado como un buen medio para “equiparar la cancha” en materias de representación.

Es claro que la representación política de la mujer es una pieza fundamental y necesaria en la búsqueda por hacer tangible la equidad de género. Los datos en esta materia señalan que, a la fecha, nuestro país ha mejorado sustancialmente, sobre todo desde la reforma que entró en acción para las elecciones parlamentarias pasadas, obteniendo una representación del 21,7% de los escaños renovados. Con este logro, Chile se ha acercado al promedio mundial y regional, el cual, sin embargo, sigue siento bajo: sólo el 24,3% de los parlamentarios en el mundo son mujeres.

Sin perjuicio de lo anterior, el tema de fondo es de qué manera impacta aumentar la cantidad de mujeres presentes en espacios públicos, políticos y de toma de decisiones. Si volvemos al ejemplo, esta es una de las ideas que subyacen a la implementación de las cuotas. Gracias a ello, todos tendrán la oportunidad de observar a mujeres en posiciones de liderazgo político; y si las mujeres, en promedio, actúan mejor de lo anticipado por los votantes, estos estarán más dispuestos a elegir mujeres en el futuro, aún en la ausencia de cuotas. Más aún, en distintos estudios se ha observado que la presencia de mujeres en espacios de deliberación política – tanto a nivel nacional como local- su presencia impacta de manera positiva y distintiva al proceso de formulación de políticas públicas. Por ejemplo, contribuye a aumentar los niveles de cooperación entre diferentes tendencias políticas, o una mayor presencia de legislación sobre educación, salud, y otros elementos claves para el desarrollo integral.

Adicionalmente, es necesario abordar la visibilidad: se ha demostrado el positivo impacto que genera en niñas y jóvenes ver a mujeres en posiciones de liderazgo político. Y es que todos hemos visto las fotos que circulan en internet, demostrando la baja presencia de mujeres en estos espacios: encuentros de líderes mundiales, mesas de trabajo militares en Estados Unidos, el Parlamento Británico, reuniones de la ONU y de la Unión Europea, etc. Sin ir más lejos, podemos recordar la hermosa foto del “Chile Day”: se borra a los hombres de estas fotos y queda siempre una o dos mujeres en la composición. Triste y decepcionante, pero cierto.

Por ello, la eventual aprobación de esta ley es motivo de celebración: son estos cambios, reales y serios, los que siembran para el futuro una nueva forma de entendernos y comprender el rol de la mujer en la sociedad chilena. Mucho más, por supuesto, que simples cambios de maquillaje y pura parafernalia, como lo fue el comentado cambio de nombre de “Cámara de Diputados” a “Cámara de Diputados y Diputadas”.

La representación política es necesaria. La presencia de mujeres en espacios de liderazgo y de toma de decisiones contribuye a seguir cimentando y sosteniendo democracias fuertes y sanas. Esperemos que se siga avanzando así, para que la mitad de la fuerza electoral, las mujeres, esté debidamente representada en el Congreso.

 

Magdalena Ortega P.
Directora de Formación y Servicio Público
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