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“El VIH SIDA está fuera de control en Chile” aseguró hace algunos días el infectólogo del Hospital Clínico de la Universidad de Chile, Alejandro Afani, luego de que el Ministerio de Salud informara del aumento de un 96% en casos confirmados de VIH durante 2017 (superando con creces el 66% de incremento que hubo entre los años 2010 y 2016), lo que se traduce en 5.816 nuevos contagiados durante el año pasado y cerca de 100 mil personas contagiadas a nivel nacional.

Por su parte, durante el año 2008 los ministros de Salud y Educación de América Latina y el Caribe se comprometieron –en el marco de la XVII Conferencia Internacional sobre el SIDA– a reducir en un 75% las escuelas que no impartieran educación integral en sexualidad. Siete años después, en el año 2015, se publicó un documento ministerial titulado “Prevenir con Educación”, elaborado por la ONU producto de esta conferencia, en donde se señala que el promedio de avance de los 17 países participantes fue de un 69%. Chile, sin embargo, avanzó solo un 39%.

Con estos datos en la mano, resulta natural preguntarse: ¿qué estamos haciendo –o dejando de hacer– para que Chile haya llegado a este punto? Si ya durante 2015 se supo de las falencias que existían en nuestro país en materia de educación sexual y prevención del VIH, ¿por qué los números de contagios siguen aumentando? Para enfrentar con efectividad esta situación, una serie de medidas de diversas índoles deben ser adoptadas cuanto antes.

En primer lugar, urge aumentar los recursos para actividades y campañas públicas de información preventiva sobre el tema. Por otra parte, no podemos olvidar la concurrencia de otros factores que deben tenerse en cuenta, tal como la poca disponibilidad que existe para realizarse el test fuera de hospitales públicos o clínicas, lo cual atrasa el diagnóstico del virus y su tratamiento, cuando ya existe la tecnología para que éste sea accesible en otros lugares como universidades o farmacias.

En tercer lugar, la disminución de la percepción de riesgo frente a esta enfermedad y también del uso de preservativos da cuenta de la falta de conciencia que existe respecto al tema y, una vez más, debemos reconocer a la educación como la herramienta más eficiente para buscar la solución. Así, a pesar de que la obligatoriedad de la educación sexual en la malla curricular en los colegios ya existe, aún permanecen dudas en torno a la efectividad de dicha iniciativa.

En consecuencia, una prevención adecuada del VIH lleva aparejada una comprensión acabada de la sexualidad y de cómo debe educarse en esta materia, yendo, por cierto, más allá de explicarle a los niños que no fue la cigüeña la que los trajo al mundo. En este sentido, la formación respecto un comportamiento sexual responsable es fundamental. Esto implica enseñarle a niños y jóvenes a tener un buen conocimiento de sí mismos, de sus emociones y motivaciones al momento de tener relaciones, de entender en qué consiste el consentimiento, y la importancia de poder y saber hablar del tema para tomar decisiones correctas relativas a su salud sexual.

Lamentablemente el tema de la sexualidad se presenta cotidianamente como algo complejo, vergonzoso y difícil de hablar entre los mismos jóvenes. Asimismo, muchos quienes tienen un rol esencial en la formación de este aspecto del desarrollo humano –como profesores y padres– no están preparados para tratarlo. Ante esta ausencia, hemos dejado un vacío que ha sido llenado por la pornografía y por medios de comunicación que poco colaboran en esta tarea.

Buscar reducir el número de casos de VIH solamente a través del fomento del uso de preservativos o repartiendo folletos con información sobre enfermedades de transmisión sexual no logrará nada si se sigue formando a súper campeones en lugar de entregarles herramientas para un desarrollo sexual integral y no somos capaces de dejar de estigmatizar el tema de la sexualidad.

Anna Hanke
Directora de Formación de IdeaPaís

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