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Oculto en el centro de Santiago, este lugar se ha transformado en un verdadero santuario para los fanáticos de los objetos y recuerdos de fútbol. Un argentino trotamundos, un viaje por el sur de Chile y una colección que fue creciendo hasta convertirse en una de las más grandes del mundo. Acá la historia.

Por Matías Fuenzalida

El fútbol evoluciona rápido de la mano de la tecnología. Ligas virtuales, jugadas al límite que son revisadas en segundos por las cámaras, datos, información, estadísticas, predicciones. Todo al instante. Puede ser por eso, que los objetos han ido escondiéndose en baúles y cajones, que se cubren de polvo con el paso de los años. Camisetas, medallas, souvenirs, llaveros, vasos y cuanto elemento haya sido fabricado para eventos deportivos. Y claro, también banderines, fieles representantes de la identidad y la deportividad. Los objetos tienen una carga emocional única. Se pueden palpar, oler, analizar. En ellos está la historia.

“La cultura del banderín aún es fuerte en Argentina y es común ver parrillas o clubes de barrio decorados con ejemplares tanto nuevos como antiguos. En el Club Yungay además de poder ver la colección en vivo, es posible viajar en el tiempo y por las regiones a través de cada banderín. Aparte de futboleros, muchos diseñadores gráficos han venido alguna vez a mirar los diseños y diferenciarlos por época. También he visto gente que se interesa por las técnicas de impresión”.

Leonardo Levy es argentino y llegó a Santiago en 2015. Las vueltas de la vida lo trajeron desde Buenos Aires y aquí se quedó. Junto a un amigo, tuvo la idea de abrir un bar para ver partidos de fútbol, un espacio quen sería reservado solo para los que respiran la cultura pelotera. Y encontraron un lugar perfecto: una gran casona antigua enclavada en el Barrio Yungay.

Ahí empezó a montar el negocio mientras llenaba las paredes con algunos banderines, fotografías y otros recuerdos que había ido juntando. En 2016, Leo decidió viajar al sur de nuestro país en búsqueda de más de estas reliquias. Nunca se imaginó que ese periplo que lo llevó desde Valparaíso a Puerto Montt, pueblo por pueblo, terminaría con el nacimiento de una de las colecciones más grandes del mundo. Fue una aventura increíble, llena de historias y descubrimientos en los rincones más escondidos de Chile.

“Fui a ver un apasionante Naval-Lota, también me invitaron a ver el clásico huaso entre Colchagua y Santa Cruz. En Rengo me hicieron un banderín para mí y me lo firmó todo el plantel. Quizá lo más emotivo fueron los dirigentes mayores de clubes amateurs antiquísimos que me dieron banderines llorando y diciendo “Gracias señor, a nosotros nadie nos pesca”.

Hoy, el Club Yungay, es un verdadero e irrepetible santuario del fútbol. En cada recoveco, se pueden ver más de 1.000 banderines y otros cientos de tesoros del deporte rey como fotografías, bufandas, autógrafos e insignias de los equipos más conocidos del orbe. Pero también de aquellos clubes que sobreviven a pulso y que se mantienen vigentes gracias a lugares como este. No hay liga que no tenga su bandera puesta en el Club Yungay. Desde el inmenso Benfica de Lisboa hasta el Alajuelense de Costa Rica, del Celtic al Dínamo de Bucarest, del Santos al Temperley, la escuadra del dueño de casa.

Tenemos un banderín de Colo Colo hecho en la URSS, banderín del Santos de Pelé original con foto, banderín del Maracanazo con la cara del DT de Uruguay, banderín del Dynamo de Moscú con la cara de Lenin, banderines originales de Green Cross y Ferrobádminton. Un banderín de cada uno de los dos clubes más antiguos de Sarajevo (Bosnia), banderines de clubes de Egipto, Armenia, Georgia, Túnez, Serbia y Bielorrusia entre muchos otros”.

Los feligreses se acercan al Club cada vez que la pelota rueda en las diversas canchas del planeta. Llegan también aquellos que gozan con los relatos antiguos, los que quieren participar de conversatorios y escritores emergentes que llegan a presentar sus primeras obras. Los que vivimos por y para el fútbol, sabemos que este deporte se juega en los estadios y en las canchas de barrio, pero también en las ferias, en las librerías, en los almacenes y en lugares como el Club Yungay. Leo cuenta que cada mes le llegan envíos internacionales con más banderines y otros elementos de culto. Es una inyección de energía para mantener a flote este proyecto que estuvo cerca de desaparecer durante la pandemia.

Los podcasts peloteros también se han tomado los salones del Club. Muchos grupos de jóvenes se juntan para grabar sus conversaciones en este formato tan popular en los últimos años. La tecnología no está ausente en este verdadero museo oculto en medio del Barrio Yungay, pero siempre bajo los colores de miles de banderas, afiches, lienzos e insignias, que se niegan a desaparecer con el paso del tiempo.

¿Cómo puedo visitar el Club Yungay?

Para visitas guiadas, charlas, lanzamientos y eventos privados, puedes escribir y coordinar al Instagram @clubyungay

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