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Agencia Uno
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La U avanza en la tabla, pero retrocede en la cancha. Puede resultar toda una paradoja para el difícil presente que vive Universidad de Chile, pero la realidad demuestra que la involución del equipo continúa pese a la salida de Rafael Dudamel del banquillo. La victoria sobre Melipilla reposiciona al equipo en el pelotón de arriba, pero deja muchas dudas con respecto a la capacidad de Esteban Valencia  de conducir a un grupo de futbolistas que viene comiéndose a entrenadores desde hace un par de años.

La triste pasada por la Copa Chile del cuadro universitario supuso un remezón interno y una advertencia para el entrenador interino. No se le iba a permitir un nuevo papelón y que su continuidad estaba en permanente discusión. La llegada de un nuevo entrenador extranjero, ligada al arribo del director deportivo, está por ahora en stand by, pero una seguidilla de derrotas podrían trastocar los planes de la directiva y acabar de un plumazo con el trabajo del Huevo.

La vuelta al torneo nacional, con dos semanas de trabajo en el cuerpo, que incluyó la recuperación de piezas importantes como Andía, Cañete y Aránguiz, era una buena prueba para medir el estado de la U. Y saber si Valencia era capaz de darle matices propios al equipo. Pero lo cierto es que no se vio nada distinto a lo que se vio en la Copa Chile. Apenas algunos chispazos individuales que se desvanecían rápido, el oportunismo de Larrivey y poco más. Es decir, más o menos lo mismo que viene mostrando el cuadro azul en el último tiempo, sin importar el técnico de turno.

Subirse a la espalda de Joaquín Larrivey, como pasó en la era Caputto y se repitió después con Dudamel, parece ser la estrategia también del técnico interino. No importa cómo le llegue el balón, el delantero argentino se las arregla para transformarlo en oro. Sus 30 conquistas en 52 partidos con la camiseta azul tiene un doble valor si se piensa en lo poco que ataca el equipo. Es de los últimos en el ranking de más ocasiones de gol creadas por partido, lo que agranda la leyenda del jugador formado en Huracán. Y aunque el Huevo le ha cambiado a los acompañantes en ataque, nadie parece estar preparado para llegar al gol.

Pero más allá de quien termina cerrando las pocas chances creadas, el sistema es el que no potencia a las individualidades. Desgraciadamente para Valencia su discurso futbolístico, su idea de juego, se desvanece rápido en la cancha. Aquello que plantea permanentemente de que la U será protagonista, intentando siempre recuperar alto, no se ciñe a lo que ocurre en la cancha. Es más, el equipo es permanentemente dominado por el rival. Ante Melipilla pasó todo el segundo tiempo refugiado, aferrándose a De Paul y rezándole a los travesaños, que en dos oportunidades le negaron el empate a la visita. Salvo los últimos 15 minutos del primer tiempo, los azules nunca tuvieron control del juego y lo que es peor, no daban tres pases seguidos en campo rival.

Jugando como lo hizo en la Copa Chile o ante Melipilla, la U no tiene cómo pelear arriba. Y el interinato de Valencia estará en permanente entredicho. El técnico sabe mejor que nadie que Larrivey no garantiza milagros todos los partidos, pero al menos le dio un tiempo más en el cargo. Tal como sucedió con Caputto y con Dudamel. La historia se vuelve a repetir en los azules. Para bien o para mal, el destino de los entrenadores lo resuelve la capacidad de definición del transandino.

 

 

 

 

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