Nicolás Birrell: Twitter
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Nicolás Birrell, director ejecutivo de Desafío Levantemos Chile

En las últimas semanas reconozco que me ha invadido un pesimismo que me quiero sacudir. Extirpar. Se empezó a incubar con una visita a unas ollas comunes en Pozo Almonte, cerca de Iquique. Había viajado muchas veces a esa zona y sí, había visto miseria y pobreza, pero la realidad actual, las condiciones infrahumanas y la desesperanza de las miles de familias que hoy viven en las varias tomas de esa comuna me golpeó fuerte.

En vez de reducirse la cantidad de familias en esta situación, viviendo bajo planchas de zinc, con hoyos negros como baños en donde el agua y la luz son solo una ilusión, este drama aumenta, y a tasas que dan vértigo.

Con esa sensación amarga un par de días después volé a la Araucanía en donde estamos construyendo junto a las comunidades mapuches escuelas y mercados, desarrollando proyectos de agua para el consumo y riego tecnificado e impulsando proyectos de encadenamiento productivo; esa misma noche vimos como ardían camiones y galpones, se vandalizaban escuelas y los mismos comuneros lloraban con rabia e impotencia la destrucción de años de esfuerzo, so pretexto de una causa que no los representa al amparo de una violencia camuflada de reivindicación, cuando en realidad esconde ideologías extremistas, narcotráfico y robo organizado.

Días después se publicó el estudio sobre el cambio climático del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) y sus devastadoras cifras y conclusiones nos muestran lo que la comunidad científica venía señalando por años pero ahora sin ambigüedades ni matices: la acción del hombre nos ha llevado a un punto de no retorno y el planeta como lo conocemos es una cuestión del pasado. ¿Cuáles serán las consecuencias sociales, medioambientales, geopolíticas y económicas de nuestro propio actuar? Bueno, eso está por verse pero de seguro que no se ven nada de auspiciosas.

Con ese pensamiento en mi mente después de dejar a mis niños en el colegio puse la radio solo para darme cuenta del nivel de agresividad, descalificación y supuesta superioridad moral de algunos constituyentes por lo que no aguanté más y cambié de estación para enterarme que los talibanes habían entrado en Kabul e imponían su régimen del terror luego de una guerra de 20 años que había sido en vano.

En ese momento supe que tenía que tomar una decisión. Así, o me inmovilizaba frente a todos los dramas del mundo (que han existido y van a existir siempre), cayendo preso del miedo, el pesimismo y el argumento de que haga lo que haga esos problemas seguirán siempre ahí y no es mucho lo que se pueda hacer. O bien, cambiaba de inmediato ese enfoque pesimista que me poseía temporalmente haciendo un compromiso personal de seguir luchando, con más fuerza y convicción que nunca para ser parte del cambio, un cambio real de a pequeños pasos, pero sólidos y consistentes.

Entendiendo que muchas veces no seremos nosotros los que veremos los resultados de nuestras acciones pero que sí tenemos la obligación de sembrar y no sucumbir, no claudicar. Que sí es un aporte real e importante el ayudar a una familia, una comunidad y su ecosistema, un emprendedor o a una niña a cumplir sus sueños. Ese solo intento hará que haya valido absolutamente la pena el esfuerzo. Y si entre todos logramos no rendirnos y seguir sembrando, habremos logrado el éxito, habremos triunfado.

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