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vivero1Si bien el SAG tiene una normativa que estandariza el proceso, hoy solo existe un vivero que vende plantas certificadas. Las empresas aseguran que el procedimiento es lento, caro y que los productores locales no estarían dispuestos a pagar un mayor precio por esos materiales.

Uno de los aspectos más importantes a la hora de implementar un nuevo huerto o hacer recambio de variedades es resguardar la sanidad de las plantas, para evitar la presencia de virus y el desarrollo de enfermedades y, con eso, asegurar que en el futuro tendrán el rendimiento esperado.

Aunque en Chile existe una normativa para que los viveros se certifiquen ante el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) y, de esa manera, los productores puedan saber que están comprando un material de buena calidad, actualmente existe solo un vivero -Agromillora- que comercializa plantas certificadas en el país.

Esto se explicaría porque el proceso para conseguir la certificación sería de alto costo para las empresas, según los viveristas, y los productores no estarían dispuestos a pagar más por ellas.

“Actualmente, nadie comercializa plantas certificadas, porque el proceso es engorroso y lento, y hacerlo es muchísimo más caro. Y también porque, con esos costos, no sabemos si los productores pagarían por esas plantas”, asegura el presidente de la Asociación de Viveros de Chile, Jorge Valenzuela.

Sin embargo, distintos actores de la industria coinciden en que contar con la certificación o, al menos, con algún tipo de garantía de la condición sanitaria de las plantas es un punto pendiente para la fruticultura, y a nivel gremial ya se están diseñando los primeros pasos para avanzar en esa línea.

Las exigencias del SAG

En Chile hay más de mil viveros inscritos en el SAG, a los que se les exige cumplir con ciertos requisitos mínimos para funcionar. Sin embargo, desde el organismo explican que eso no significa que estén certificados, ya que no supervisan el proceso completo de producción, lo que hace que existan “notorias diferencias en la calidad de las plantas”, según precisa el jefe de la división de semillas, Guillermo Aparicio.

“El objetivo del proceso de certificación es mejorar los resultados de la industria, en este caso, entregar a los productores una planta cuya genuinidad varietal y calidad sanitaria hayan sido controladas”, explica Aparicio. Añade que con eso se busca reducir los riesgos de enfermedades de importancia estratégica para el país y económica para los campos, además de garantizar que cada planta es la combinación de variedad/patrón que dice ser.

El proceso considera, entre otros aspectos, los análisis en laboratorios para verificar la ausencia de ciertos virus -los que varían según la especie, ya que existen normativas para berries, carozos, vides, pomáceas, cerezos y cítricos, entre otras- lo que algunos viveros realizan actualmente para la exportación de plantas y que, estiman, podrían elevar los precios de estas en unos $300 por unidad, según la especie.

En ese sentido, la certificación del SAG podría facilitar el proceso exportador para los viveros nacionales.

“La certificación es también contar con una visa diplomática… Como vivero, estamos en un proceso exportador y necesitamos estandarizar los procesos y fijarnos parámetros, y una certificación nos permitiría llegar a cualquier mercado que tenga esos procesos homologados. Es algo que lo facilita muchísimo”, recalca Jorge Valenzuela, quien también es socio y director del vivero Nueva Vid.

Sin embargo, Guillermo Aparicio detalla que hasta ahora existe solo un vivero que está produciendo plantas certificadas y apenas otros seis que están en distintas etapas previas.

“En el caso de que se pudiera establecer la certificación, además, se contaría con plantas sanas, mantenidas en los bancos de germoplasma, lo que constituye un seguro para nuestro país”, proyecta.

Avanzar paso a paso

Según los viveristas, una de las dificultades para avanzar en el proceso de certificación es que las exigencias son muy altas respecto de la situación de la industria y, como no es un procedimiento obligatorio, podría dejar en desventaja a quienes lo adopten, al tener precios más altos.

Por eso, la Asociación de Viveros está trabajando en conjunto con el Ministerio de Agricultura y el mismo SAG para crear un sello de calidad que permita elevar los estándares del rubro en forma paulatina. “En Chile queremos ir de cero a cien, de tener nada hasta llegar a la planta certificada, pero creo que eso es desconocer cómo opera el sistema”, plantea Jorge Valenzuela.

En ese sentido, adelanta que el primer sello de calidad del sector -que estaría en manos de la organización gremial- se pondría en marcha esta temporada, a contar de septiembre, y probablemente con plantas de vides, para los viveros que cumplan con una lista de requisitos mínimos, como estar registrados en el SAG y realizar análisis de suelos, entre otros puntos.

“Probablemente, más adelante sacaríamos otro sello, para ir avanzando en temas de calidad y laborales, con los que tenemos que ponernos de acuerdo con los asesores y productores, hasta llegar gradualmente a la certificación”, agrega.

Respecto de esa iniciativa, que considera positiva, el gerente del Consorcio de Viveros de Chile (CVC), Francisco García, considera que es también una forma de resguardar a la industria. “Muchas veces ocurre que, cuando una especie está de moda o con buenos precios, se empieza a plantar más y aparecen viveros itinerantes, lo que es un problema para los que están establecidos, que son serios y responden a sus clientes, por lo que un sello de calidad es un beneficio también para los productores”, comenta.

Sin embargo, reconoce que la certificación del SAG apunta a un estándar elevado, que va más allá de lo que actualmente realizan los viveros establecidos y que -cree- se implementará solo cuando sea obligatorio o cuando en el sector perciban el incentivo para hacerlo.

“Actualmente, no veo cuál puede ser la recompensa, a no ser de que un vivero quiera trabajar el tema de la imagen y destacarse como el único vivero certificado en Chile, pero el objetivo es que eso se pague”, plantea García.

Fuente: El Mercurio

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