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trufas1“Este es un cultivo muy particular porque es fácil que quienes se inicien en él terminen por enamorarse”. Así grafica Rafael Henríquez su pasión por la truficultura, un cultivo estrella por estos días debido a la alta rentabilidad del producto -un kilo puede llegar a costar un millón 500 mil pesos- y donde Chillán es clave debido a que cuenta con uno de los pocos predios destinados a la producción de la trufa negra, altamente apetecido por la gastronomía y el retail.

Mientras Arthur y Harry, dos perros especialmente entrenados para la búsqueda de este singular hongo, Henríquez, ingeniero forestal e integrante del equipo técnico de la empresa Agrobiotruf, empresa pionera en el desarrollo de la truficultura en Sudamérica, relata las particularidades del cultivo, que crece en un predio ubicado a orillas del camino a Cato, en Chillán.

La trufa es un hongo que crece mayormente en los alrededores de los encinos españoles y su crecimiento óptimo demora entre seis y diez años. De ahí su alta rentabilidad.

“Empezamos en Chile en el 2000 y la esperanza era sacar una trufa al décimo quinto año. Como veníamos de un mundo forestal no nos pareció tan descabellado pero cuando lo llevamos a números agrícolas la gente de campo se asustaba muchísimo porque era algo impracticable para la mentalidad de cultivos tradicionales. Pero después de 16 años y un gran apoyo del Estado para acceder a tecnología, estamos reduciendo ese horizonte de cultivo entre los 4 y los 6 años, ya tenemos plantaciones que están fructificando como media al quinto año e incluso al tercero, pero que es muy esporádico, lo normal es que las plantaciones empiecen a los cinco años a dar sus primeras trufas”.

Cadena de precios
Respecto al precio por la trufa, existe una cadena de precios desde la venta del agricultor a mayoristas hasta el consumo de la trufa en el retail o en hoteles y restaurantes. “Esa brecha es muy alta.

Un precio mayorista internacional va a nadar del orden de los 850 dólares el kilo y el precio al detalle en retail podría bordear los tres mil dólares”, cuenta Henríquez, quien comenta que existen también muchos intermediarios. “La gente va a hacer productos con valor, se puede hacer la mantequilla trufada, se puede trufar sal, miel, aceites, entonces la cultura gastronómica en nuestro país es muy pobre porque el potencial es muy amplio”.

Pero más allá del precio, Henríquez destaca la mística que envuelve a todo el proceso. “Lo que nosotros estamos cultivando no se ve a simple vista, la mayoría puede cuantificar un cultivo tradicional, como las frutas, pero en truficultura es un mundo de misterio, todo lo rodea un halo muy místico, tienes que pensar que este hongo vive de la simbiosis, de lo que produce el árbol en su sistema de raíces, estamos pensando que un árbol del reino de los vegetales que se asocia con un hongo del reino fungi, se produce un intercambio muy rico, donde el árbol alimenta al hongo y el hongo toma todos los nutrientes del suelo que no tiene disponible el árbol y se lo entrega, es una relación muy bonita desde el punto de vista biológico”, relata el experto.

Otra particularidad es que la búsqueda del hongo la realizan perros adiestrados. “Nosotros tenemos que acondicionar a los perros que tienen la capacidad de absorber las moléculas que este hongo emite,  unos se rascan, otro que se echan, otro que las miran y se agazapan, hay todo un tema que cuando la gente comienza a conocer este cultivo se enamora”, afirma.

Clima
Para una producción adecuada, el clima es clave. Considerando aquellas condicionantes, Carlos Weber, se decidió por Chillán al momento de adquirir su parcela para desarrollar un cultivo que conoció en Austria.  “Nos decidimos por Chillán por diversos aspectos climáticos, lo bueno es el frío de invierno y la alta temperatura de verano”, explica.

Weber afirmó que se decidió por el cultivo de la trufa porque no tiene opción de masificarse como otros cultivos que se transforman en un “boom” por sus altos precios.

“Originalmente estábamos buscando un cultivo lucrativo y a la vez bajo en mano de obra y que tenga cierto grado de complicación para que no se produzca uno que cuando a alguien le va a bien, todos empiezan a cultivarlo”.

El propietario destaca el éxito de la actual temporada de cosecha.

“Este año fue el primero en que tuvimos una producción realmente buena, más de 30 kilos por hectáreas, por ser una de las más plantaciones viejas se hizo muchas cosas malas, de plantar de nuevo tendríamos rendimientos en el séptimo año, esta plantación empezó al sexto, pero muchas nuevas empiezan a dar ya al tercero o cuarto año”.

Debido al volumen de demanda, la mayor parte de la producción se va al exterior.

“Desde el punto de vista del consumo, el precio es una gran limitante, si bien hay una gastronomía de buen nivel en Chile en cuanto a volumen sigue siendo pequeño, nunca a nivel nacional vamos a vender grandes cantidades por lo que estamos orientados si o si al mercado de exportación en especial, Europa, Estados Unidos y Japón. Países productores tienen la cultura de consumirlo en una fecha predeterminada que no es la misma nuestra y están acostumbrado a pagar menos. Por eso son convenientes los mercados donde no son productores y están dispuestos a pagar más”

Fuente: La Discusión

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