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La falta de agua en la zona ha obligado a buscar nuevas alternativas, como plantas desaladoras. Hoy el CEAZA investiga las áreas en que la potencial ubicación de estas plantas, tengan el menor impacto en el ecosistema y mejor dilución de la pluma salina conforme a las condiciones oceanográficas.

Desde hace rato que la región se ha vuelto en una barrera en el avance del desierto que por múltiples razones cuesta sostener. El aumento de las necesidades en las distintas áreas productivas y de la población estresan a cuencas que, además, ya están afectadas por el cambio climático. Es por esta razón que desde un tiempo a esta parte se ha planteado la necesidad de instalar plantas desaladoras en la Región de Coquimbo. Sin embargo, ubicar una planta desaladora no es un proceso inocuo, por esta razón es que el CEAZA (Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas) se encuentra investigando acerca de las áreas en que pueden ubicarse estas plantas sin generar gran impacto en el ecosistema marino.

El proyecto es financiado por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID) a través del Fondo de Investigación Estratégica en Sequía y es desarrollado por un equipo multidisciplinario de científicos, entre los que se encuentran expertos en oceanografía, biología marina y modelación. ¿Cuáles son los potenciales impactos de una planta desaladora? Consultado sobre los impactos medioambientales de las plantas desaladoras, el investigador del CEAZA Orlando Astudillo, enfatiza en dos aspectos a considerar: la toma de agua y la pluma salina. La primera, corresponde al proceso en que las plantas toman agua desde el mar para ser tratadas y convertirlas, posteriormente, en agua para ser usada para la actividad humana. “Esas tomas pueden estar ubicadas cerca de la costa o lejana a la costa”, señala. La ubicación dependerá del lugar en que se instale la planta, el tamaño de ella y la capacidad de productividad.

El problema es que “En ese proceso de toma de agua se puede capturar organismos que están en desarrollo como algas, larvas, huevos de pez”, señala a modo de ejemplo. Es por eso por lo que es necesario saber cómo podría impactar estas tomas de agua en el ecosistema. “Porque dependiendo donde se ubique, puede ser un lugar con demasiada actividad biológica o que sea un lugar en que exista un organismo específico en que sea su zona reproductiva y está afectando esa parte del ecosistema” añade. Es por esa razón, que parte de la investigación pretende catastrar lugares o “identificar en términos de especies, lugares que son importantes tanto económicamente o como para los ecosistemas”, señala el investigador. Paralelo a ello, se realizarán experimentos en laboratorio con recursos que son importantes, tales como erizos, ostiones, locos. De modo que se evalúen en sus distintas etapas de desarrollo para observar la tolerancia a la salinidad.

¿QUÉ SE HACE CON LA SAL? LA PLUMA SALINA

Pero las desaladoras no solo toman agua, también devuelven agua al mar con altas cantidades de sal. Una vez que se toma el agua, se le aplican diversas tecnologías para eliminar la carga biológica. Entre esa tecnología está la incorporación de temperatura, osmosis o filtrado. “Una parte del agua se potabiliza, para uso agrícola e industrial, y otra parte es el concentrado de sal, ese se devuelve al mar, a la costa”, explica Orlando Astudillo. Y esto, porque hasta ahora no hay proyectos que extraigan la sal y no la devuelvan al mar, explica el investigador. La magnitud de ese residuo salino depende de la envergadura de cada planta; sin embargo, es importante conocer, dependiendo del tamaño de los residuos a devolver, si la devolución puede cerca o lejos de la costa.

Aunque desde ya se estima que mientras más lejos de la costa es mejor por la dispersión de la masa salina. El investigador explica que es importante conocer las potenciales áreas de impacto, considerando que la masa salina puede ir al fondo del mar dañando a organismos bentónicos que se ubican a nivel del suelo marino. Del mismo modo, es importante conocer la circulación, corrientes y las mareas que van a dispersar esa pluma, “por lo que debe estar en un lugar estratégico para que haya una buena dispersión y haya el menor impacto y dilución óptima de la pluma salina, que se estima en el doble de la salinidad de la masa de agua”, explica.

MODELACIÓN TRIDIMENSIONAL

Para conocer el impacto de las mareas, corrientes y circulación de agua, entre otras variables, se utilizará una propuesta de modelación llamada modelo numérico, en que “podemos ver la circulación tridimensional oceánica y evaluar lugares óptimos en que tengan mejor dispersión y circulación, en que la pluma salina se disperse de manera óptima”, indica.

La modelación tridimensional, permitirá medir la circulación del agua que varía a lo largo del año conforme las estaciones, y otras de largo plazo como las asociadas al fenómeno de El Niño y La Niña. “Estos experimentos son de largo plazo, no son cortos. Las evaluaciones numéricas evalúan un período extenso de tiempo y caracterizan la circulación. La simulación debe ser de alta resolución con carga computacional y alzamiento de datos y cruce de información” indicó el experto.

Fuente: El Día

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