
El miércoles por la noche, Kiev, la capital de Ucrania, fue el blanco de una serie de ataques aéreos de gran escala que incluyeron drones y misiles lanzados por Rusia.
Las autoridades ucranianas han calificado este bombardeo como el más devastador desde el inicio de la invasión rusa hace más de tres años. El asalto, que duró más de siete horas, dejó al menos 23 personas heridas y causó graves daños en varias zonas de la ciudad.
Las autoridades informaron que el ataque consistió en más de 550 misiles y drones, la mayoría de ellos de tipo Shahed, junto con 11 misiles más. El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, describió la noche como “dura e insomne”, mientras las explosiones iluminaban el cielo y las sirenas de alarma resonaban en toda la capital.
Este ataque se produce en medio de una intensificación de la ofensiva rusa, en la que Moscú busca apoderarse de más territorio ucraniano. El asalto a Kiev, que coincidió con una llamada telefónica entre los presidentes Donald Trump y Vladímir Putin, refleja la persistente negativa de Rusia a concluir la guerra, a pesar de los esfuerzos internacionales por alcanzar un acuerdo de paz.
En la ciudad, los daños fueron devastadores. Varios edificios fueron destruidos, y los escombros bloquearon las calles mientras los vehículos de emergencia llegaban para atender a los heridos.
La situación sigue siendo tensa, con Moscú mostrando pocas señales de detener sus ataques. Además, no se ha fijado una nueva fecha para posibles negociaciones de paz, que hasta ahora solo han dado lugar a intercambios de prisioneros de guerra y soldados caídos.
Este episodio marca un nuevo capítulo en el conflicto, dejando claro que la guerra en Ucrania sigue siendo una amenaza constante y creciente para la estabilidad de la región.