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06-may Calidad en arándanos, más ciencia, menos arteDe la mano de los berries y de nuevas especies, como el avellano europeo y los nogales, la superficie de frutales de la región del Biobío aumentó más de 30% en cuatro años, bordeando las 15 mil hectáreas. También crecen las exportadoras y agroindustrias en la zona, aunque hay desafíos pendientes, como desarrollar un plan regional que potencie el área exportadora.

Pedro Larrère García lleva 21 años dedicado a la agricultura en la comuna de Yungay, en la precordillera de la Región del Biobío. La mayor parte de ellos, como es usual en la zona, se ha enfocado en la producción de cultivos anuales, como trigo y avena, e industriales, como la remolacha y achicoria, pero hace cinco años comenzó a buscar otras alternativas que fueran más rentables.

Evaluó distintas opciones y el año pasado plantó las primeras 35 hectáreas de avellano europeo, como parte de un proyecto que pretende llegar a 120 hectáreas dentro de dos años, al que también sumará otras 40 de arándanos. Es la primera vez que en ese fundo de 700 hectáreas se plantarán frutales.

“Somos una empresa familiar y definimos que teníamos dos opciones para poder seguir en la agricultura: reconvertirnos a frutales o a forestales. El campo no es tan grande como para seguir sembrando cereales, donde estimamos que hay que tener sobre 1.500 hectáreas para que el negocio sea rentable. Después de ese análisis, optamos por la fruta”, explica Pedro Larrère, mientras recorre el huerto de avellanos que plantó con la variedad lewis.

También asegura que los resultados de las especies frutales no tienen comparación con los de los cultivos tradicionales, sobre todo si se toman en cuenta los bajos precios de estos en las últimas temporadas, algo que explicaría parte del fuerte aumento en la superficie de frutales de la Región del Biobío, que creció 33% entre 2012 y 2016 (ver infografía) y que ya cambia el paísaje tradicional.

“Actualmente, una hectárea de arándanos equivale a 50 hectáreas de trigo en términos de rentabilidad. Y con eso nos hemos dado cuenta de que, en vez de sembrar 500 hectáreas de trigo, por ejemplo, quizás es mejor concentrarse en diez de arándanos”, afirma, y agrega que las utilidades de una hectárea de avellanos duplican las de la remolacha.

El salto del Biobío es aún mayor si se mira cómo ha cambiado el escenario en los últimos diez años. Según los catastros del Ciren, la superficie frutícola se duplicó entre 2006 y 2016, pasando de 6.381 hectáreas a las 14.946,8 actuales y transformando a la región en la mayor zona productora de arándanos de Chile.

Ese cambio también se refleja en la industria. Si hace diez años era común que los productores enviaran la fruta a packings y exportadoras del Maule y O’Higgins, es creciente el número de empresas que se están instalado en la región -varias ligadas a empresarios locales-, lo que se evidencia en datos como el aumento de 57% en el número de cámaras de frío en cuatro años solo en la provincia de Ñuble, el principal polo frutícola del Biobío.

Arándanos, los reyes

Con 5.175,9 hectáreas plantadas, los arándanos son los protagonistas del despegue de la fruticultura en la VIII Región, que superó a la del Maule como la principal productora de esta especie en el país y donde el número de predios destinados al rubro pasó de 207 a 456 en diez años.

Uno de los pioneros en el cultivo de esta especie en Chile es Pedro Carrasco. Comenzó a plantarlos hace 28 años, cuando los arándanos recién se hacían conocidos en el país, y actualmente lidera la exportadora de frutas más importante del Biobío, Carsol, con la que comercializa la producción de sus 450 hectáreas.

La empresa también es la cuarta mayor del rubro en términos de volumen a nivel nacional y una de las principales exportadoras de arándanos por cuenta propia de Sudamérica.

Sin embargo, su planta principal -en la zona de Talquipén, cercana a Chillán, que tiene diez mil metros cuadrados y la capacidad para procesar seis millones de kilos de arándanos por temporada- está lejos de la Ruta 5 y casi pasa inadvertida desde los caminos locales. “Podría haberla instalado en cualquier lugar entre Linares y Los Ángeles, pero como empresa siempre hemos pensado que es importante apoyar el desarrollo local”, asegura.

En base a su experiencia y las tendencias internacionales que ha analizado -entre las que destaca el que los consumidores prefieren cada vez más las frutas blandas, como los berries, debido a los cambios demográficos de la población en los países desarrollados-, considera que dentro de los próximos cinco años vendrá un cambio en la industria, donde los arándanos dejarán de ser un producto de nicho para tender a convertirse en un commodity.

“Eso va a significar que la industria de los arándanos en Chile va a requerir de una escala superior para ser más eficiente, debido a la competencia que representarán Perú y otros países productores”, advierte.

Pedro Carrasco asegura que es clave que los proyectos se enfoquen en producir fruta de calidad y con menores costos. Para eso, en su empresa ya le están dando un énfasis fuerte a la incorporación de nuevas variedades y de tecnología en la planta, como las líneas de proceso automatizadas que estrenará esta temporada y que le permiten disminuir la necesidad de mano de obra cuatro veces, pasando de 24 a solo seis personas, con lo que soluciona el problema de la escasez de mano de obra.

El boom del avellano europeo

El creciente interés por el avellano europeo, así como por los nogales, no solo está marcado por los precios atractivos de las últimas temporadas y el interés de AgriChile -el brazo agrícola del grupo italiano Ferrero- por comprar casi el total de la producción nacional actual, sino que también pasa porque es visto como una especie de transición más fácil entre la agricultura tradicional y los frutales.

Aunque tenía esa impresión inicial, el productor Alonso Vera dice que una vez que plantó su primer huerto en el año 2007, de diez hectáreas en la zona de Mulchén, en el sur del Biobío, esa impresión cambió. “Yo quise probar con los avellanos porque pensaba que era un cultivo rústico, pero con el tiempo me he dado cuenta de que es tan requirente de trabajo como cualquier otro frutal”, afirma.

Lo que superó sus expectativas, eso sí, fueron los retornos. Comenta que el año pasado vendió un bosque de pino insigne de 26 años en $7 millones por hectárea, mientras que con una de avellanos obtuvo una cifra mayor solo en un año.

“Es algo que no resiste análisis”, dice. Para el próximo año planea terminar de plantar las 50 hectáreas que tiene en ese campo de Mulchén con avellanos, donde también dedicaba parte del suelo a la producción de forraje para la lechería que mantiene en otro predio de la zona, al que también le gustaría incorporar en forma paulatina ese frutal.

Frente a la alternativa de incorporar otras especies, como los manzanos o arándanos, dice que teme no contar con mano de obra suficiente para la época de cosecha. “La gran ventaja del avellano es que se puede mecanizar, eso es lo que me motivó a seguir plantando”, recalca Alonso Vera.

Esa es una de las ventajas que han visto también otros productores de la región, aún cuando la mayor superficie de avellanos se concentra en La Araucanía y Maule, porque permite desarrollar proyectos más extensivos en superficie.

El gerente de AgriChile, Eugenio Ulrici, detalla que actualmente tienen 11 productores con contrato en el Biobío, los que en la última temporada entregaron más de 420 toneladas de avellanas, a lo que sumna otras 410 toneladas que compraron a otros agricultores de la zona en el mercado spot.

“Creemos que Biobío presenta condiciones bastante favorables para ser una zona que impulse el crecimiento del avellano europeo en Chile. En el futuro debiera ser un lugar atractivo para seguir expandiendo esta especie”, proyecta, y adelanta que como empresa comenzarán a plantar 260 hectáreas el próximo año, y construirán un centro de acopio, limpieza y secado en la comuna de Ñiquén, lo que se sumará a las 360 que ya tienen plantadas en la zona.

El desafío exportador

Desde hace más de 15 años, Andrés Álvarez se dedica a la producción de arándanos en las regiones del Maule y Biobío. Poco a poco comenzó a integrarse en la cadena de comercialización, hasta inaugurar en noviembre de 2014 la planta exportadora Tempofrut, en San Carlos, en la que invirtió US$ 2,5 millones, y el año pasado procesó dos millones de kilos de fruta, la mitad de ellos propios.

Reccuerda que la idea de exportar él mismo su fruta partió como un sueño y que siempre quiso concretarlo en la región, ya que su familia es de Chillán.

“Aunque no tenemos toda la fruta en la región, quisimos hacer la planta acá porque somos de esta zona, así es que aquí procesamos todo lo que producimos y tratamos de enviarlo siempre por los puertos locales”, comenta, y recalca que eso se facilitará a contar de esta temporada, cuando se inaugure el sitio de inspección fitosanitaria del SAG-USDA en Cabrero.

Reconoce que el proceso para desarrollar la empresa no ha sido fácil, cree que tiene buenas perspectivas para los próximos años, y ya planea incorporar un área de congelados, que hasta ahora no ha podido concretar.

“Ese negocio está creciendo mucho y tenemos planes de ingresar pronto, porque faltan muchas instalaciones para IQF en la región y actualmente derivamos una parte de nuestra producción a terceros, por lo que creemos que es necesario incorporarla a la empresa”, proyecta Andrés Álvarez.

Apuestas como las de Tempofrut y Carsol por el Biobío no son casos aislados. Si bien no hay datos oficiales del número de exportadoras de frutas instaladas en la región, la información del Ciren muestra que el número de cámaras de frío aumentó 77% entre 2006 y 2016, pasando de 117 a 207 en diez años.

El presidente de Asoex, Ronald Bown, agrega que si se consideran los datos de la fruta despachada a los puertos de la VIII Región -Lirquén, Coronel, San Vicente y Talcahuano-, que han tenido un aumento de 10,3% en cuatro años, es algo que confirma que al menos los frigoríficos han tenido un incremento, junto a las líneas de embalaje.

En cuanto a los desafíos para el despegue industrial de la fruticultura en el Biobío, Pedro Carrasco cree que uno de ellos es crear una política pública que permita dar soporte a los productores que quieren comenzar a exportar en la región, con un modelo similar a los servicios y asesorías que prestan algunas consultoras.

“Me llama la atención que, al menos en el rubro de los berries, aún no exista un plan de desarrollo a nivel de región, aún cuando es el área que genera más empleo”, dice.

En ese sentido, considera que el mayor desafío que viene para el Biobío, pese al despegue de estos años, está en concentrar el capital humano que se requiere para desarrollar toda la cadena exportadora en las principales frutas que se producen en la zona.

260 hectáreas de avellano europeo plantará el grupo AgriChile el próximo año en la región, a lo que sumará un centro de acopio, limpieza y secado de las frutas

77% aumentó el número de cámaras de frío en el Biobío durante la última década, pasando de 117 a 207 instalaciones.

Fuente: El Mercurio

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