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Si bien no existen datos específicos por rubro, el número de instalaciones para generar este tipo de energías ya se acerca a 2.500 a nivel nacional, todas destinadas al autoconsumo, y se espera que sigan creciendo. La falta de financiamiento es una de las principales barreras pendientes.

Como una de las apuestas para mejorar la eficiencia en la producción propia de remolacha -que maneja con el nombre de Agrícola Tierrandes-, a comienzos de este año Iansa inauguró su primera planta fotovoltaica en Catillo, cerca de Parral, en la Región del Maule.

Se trata de la primera de este tipo que construye la empresa azucarera en sus campos y, con una potencia instalada de 30 kilowatts por hora, les permitirá generar la energía para regar unas 68 hectáreas de remolacha, al entregar la energía para el funcionamiento de un pivote central.

“Proyectamos un ahorro en la facturación anual por los conceptos de autoconsumo y venta de energía a la distribuidora eléctrica en torno a los excedentes de energía generados, lo cual alcanzará el 35% del costo total de la operación eléctrica”, explica el encargado de riego y maquinaria del área de innovación y desarrollo de Iansa, Waldo Lama.

Aunque no existen estadísticas específicas por rubro, los proyectos de autogeneración de energía como el de Iansa recién comienzan a tomar fuerza en el sector agrícola, aun cuando las centrales de energías renovables no convencionales (ERNC) ya generan en torno al 17% de la energía en Chile.

Esto, porque la Ley de Generación Ciudadana (Nº 20.571) -que también se conoce como net billing , net metering o de generación distribuida- desde el año 2014 permite producir hasta 100 kilowatts de potencia instalada, los que se pueden utilizar dentro de una unidad productiva, además de vender los excedentes a las distribuidoras eléctricas. Incluso se está discutiendo ampliar esa capacidad a un máximo de 300 kilowatts.

Lejos de que la venta de energía sea el objetivo central para los agricultores o un segundo negocio, el atractivo está en generar energías a un menor valor y limpias, para alimentar los sistemas de riego e instalaciones agroindustriales.

De hecho, se estima que el costo de la energía generada en proyectos solares, por ejemplo, puede ser hasta tres veces menor que el valor de las tarifas de las distribuidoras.

Considerando las ventajas económicas y de sustentabilidad que implica, en Iansa quieren difundir los resultados del proyecto entre los agricultores remolacheros.

“Sería fundamental para impulsar estas energías que los agricultores pudieran contar con algún tipo de apoyo estatal, que fomentaría la implementación de la tecnología en los sistemas de riego que ya existen, porque hoy solo se apoya a los proyectos nuevos”, plantea Waldo Lama.

El poder del sol

A diferencia del agua, el sol es gratis. Y, a diferencia del viento y de la biomasa, aparece y se esconde todos los días, y está disponible en forma constante. Esos elementos, por simples que parezcan, son los principales factores que explican el que los proyectos fotovoltaicos tengan un despegue mayor en el agro.

“La energía solar es la que más se está utilizando en el país para apoyar los procesos agrícolas, ya que es muy versátil y puede ser usada para producir electricidad para riego, bombeo, iluminación y disminución del consumo en horas punta, y también para la producción de calor”, dice el director de estudios de la Asociación Chilena de Energías Renovables, Darío Morales.

La misma mirada tiene Gerardo Arancibia, quien el año pasado formó junto con dos de sus hermanos y un grupo de socios la empresa Elemental Energy, enfocada en el desarrollo de proyectos fotovoltaicos de autoconsumo para el sector agrícola, una oportunidad de negocios que descubrió luego de asesorar a Indap en más de 1.300 proyectos de instalación de paneles solares para la pequeña agricultura.

“Trabajamos con plantas más grandes que las de Indap, de 30 a 100 kilowatts, porque vimos qué modelos eran los más competitivos para agricultores medianos o grandes, y descubrimos un nicho súper atractivo”, comenta.

Un punto clave que advierte es la eficiencia. Comenta que en sus proyectos, antes de diseñar una planta, estudia cómo utilizan la energía en los campos, con lo que ha llegado a reducir hasta en 70% el consumo anual.

“Con esa optimización pueden llegar a cubrir hasta el 100% del consumo con electricidad proveniente de fuentes renovables, y con ello obtienen un precio 50% a 70% más bajo que comprando a la red eléctrica local, y sin pensar en alzas de precio durante los próximos 25 años, ya que el costo de la energía en Chile ha subido anualmente más de 15%”, detalla.

Si bien varía según las condiciones y tamaño de cada proyecto, Gerardo Arancibia estima que pueden tener un valor en torno a $60 millones para una potencia de 70 kilowatts, lo que solo por los ahorros que implica se pagaría en unos seis años.

El potencial hidroeléctrico

Por su experiencia en Smart Energy Concepts, que busca difundir las energías limpias en Chile y especialmente en el agro, Annika Schüttler prevé que la energía hidroeléctrica tiene un potencial pendiente.

“Existen tecnologías nuevas interesantes, que dentro de todo son de bajo costo y muy poco invasivas. Creo que ahí hay un potencial que va a ir explorándose en el futuro próximo”, proyecta, aunque en el caso de la energía eólica para el autoconsumo considera que tiene espacios acotados.

Uno de los modelos más atractivos son las microcentrales hidroeléctricas que trajo hace dos años a Chile la empresa belga Turbulent Hydro. Son centrales más pequeñas que las “mini”, y ya tienen un proyecto operando desde noviembre del año pasado en Doñihue, en la VI Región, capaz de generar 15 kilowatts en un predio agrícola.

“Desde el punto de vista legal, están bajo algunos límites de la DGA, por lo que toda la tramitación es más fácil, y utilizamos la Ley Net Billing, que es más sencilla. Además, es muy pequeña en tamaño y no tiene impacto ambiental ni en las comunidades cercanas o en otros usuarios del agua”, explica el gerente general para Chile de Turbulent Hydro, Florian Vallaeys.

Detalla que solo se necesita una caída de agua de 1,5 metros, que puede ser una pendiente natural o un bypass que construyen desde un canal, para lo que se necesita un caudal de entre uno y dos metros cúbicos por segundo.

“Generalmente, un proyecto sale entre $2 y $2,8 millones por kilowatts instalado, y tiene la ventaja de generar energía día y noche, casi todo el año, a diferencia de la energía solar”, precisa, aunque una de las barreras que ha enfrentado es la lentitud en la aprobación de proyectos de las asociaciones de canalistas, quienes tienen que autorizar el uso de las aguas para este tipo de centrales, aun cuando la devuelven.

Falta financiamiento

Vivest es una de las empresas que desarrollan proyectos de energías renovables para autoconsumo con más experiencia en Chile. Fundada por una pareja de alemanes hace ocho años, trabaja con proyectos de energía fotovoltaica, bombas solares para extraer aguas profundas, minicentrales hidroeléctricas, biomasa y energía eólica.

Y, aunque reconoce que en los primeros años fue difícil ganar la confianza de los chilenos, su fundador, Christoph Wander, también ve un interés creciente por estas fuentes de energía, tanto en industrias como en hogares y empresas agrícolas. De hecho, desarrollaron el proyecto de Iansa.

Considera que el futuro de las ERNC es una mezcla de distintas fuentes y admite que todos los sistemas tienen costos iniciales más altos que la energía fotovoltaica, por lo que seguirá siendo la más grande en términos de participación en Chile.

“Sin embargo, si hablamos de instalaciones agrícolas, se debe evaluar cuál es la mejor inversión, porque no siempre es la fotovoltaica”, destaca.

Uno de los mayores obstáculos que ha encontrado es la poca disposición de los agricultores para invertir en plantas que toman unos diez años en refinanciarse, por lo que cree fundamental desarrollar una política de apoyo.

Para eso, una solución, con la que coinciden otras empresas, es crear créditos a diez años para financiar estos proyectos, con tasas de interés fijas y cuotas que podrían descontarse del ahorro de los agricultores al acceder a un menor costo de la energía.

“Son inversiones en un bien inmueble y los bancos muchas veces no lo saben evaluar. No es algo que se desvalorice con el tiempo”, dice Christoph Wander.

70% del consumo anual se ha reducido con proyectos solares. $60 millones es el valor de una instalación de 70 kilowatts.

Fuente: Revista del Campo

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