Comparte

Aunque las precipitaciones de primavera ayudaron, los rápidos deshielos provocan dudas respecto del agua disponible para el verano. Aconcagua y Maule estarían entre las zonas más afectadas. Pequeños productores y el rubro del arroz son los más complicados.

“Afortunadamente, logramos acuerdos con las primeras secciones de regantes del río Aconcagua para tener acceso de agua durante la primavera. Eso sí, este año ha llovido poco y llevamos varias temporadas de bajas precipitaciones. Se vienen momentos críticos para el riego en los próximos meses en nuestra zona, especialmente para los pequeños hortaliceros”, sostiene Irene Salazar, presidenta de la Asociación de Agricultores de Quillota y Marga Marga.

Ubicada en la parte baja del valle del Aconcagua, la zona que representa Salazar es un centro de producción de paltas, cítricos y tomates.

En San Felipe, la estación meteorológica de la DGA acumulaba a fines de noviembre solo 84,4 mm, una baja de 64% respecto del promedio de 1981 a 2010. Lo valores del resto de la cuenca del Aconcagua son similares.

Pasado el deshielo de estos días, se viene un verano que puede hacerse eterno para los agricultores. Independiente de si han sido cosechados o no, los frutales deben seguir siendo regados durante el resto del año.

Por eso, Irene Salazar y sus colaboradores se pasan en estos días en reuniones con autoridades regionales y del Ministerio de Obras Públicas. De hecho, una de las medidas que se estudian es la posibilidad de usar los pozos de MOP en Aconcagua para contribuir al riego de la cuenca.

“A nivel nacional, los 26 embalses que monitoreamos entre las regiones de Antofagasta y del Biobío se encuentran al 55,2% de su capacidad de almacenamiento, lo que se traduce en un volumen de 7.159 millones de metros cúbicos al 30 de noviembre de 2018. De acuerdo a lo señalado en el pronóstico de deshielo para la temporada de riego 2018-2019, se mantienen acumulaciones importantes que permiten sostener que sus reservas serán capaces de satisfacer adecuadamente las demandas de la temporada (septiembre a marzo), especialmente si se someten a un uso cuidadoso de sus recursos”, argumenta Óscar Cristi, director de la Dirección General de Aguas (DGA) del Ministerio de Obras Públicas.

Con matices, el panorama se repite entre las regiones de Valparaíso y Maule: un año con bajas precipitaciones. “En Maule hay menos de la mitad del agua que se esperaba”, explica Carlos Gana, consultor en agroclima.

En tanto, en el norte chico, acostumbrado a la aridez, los embalses tienen agua asegurada para un par de temporadas, pero hay temor de que los inversionistas no hayan aprendido las lecciones de la última gran sequía.

En el límite sur de la zona regada, las regiones de Ñuble, Biobío y el norte de La Araucanía, la situación es mucho más tranquila.

Aunque las lluvias primaverales ayudaron a aminorar el déficit de precipitaciones, y los deshielos de noviembre e inicios de diciembre aumentaron los caudales, lo que pase con el riego a partir de enero tiene una cuota de incertidumbre mayor a la habitual.

¿Se olvidaron las lecciones?

“Uno ve campos que fueron abandonados por falta de agua y que están volviendo a ser plantados con cítricos o palta. Me preocupa. ¿A los inversionistas no les han dicho que las sequías son fenómenos cíclicos en Limarí o Elqui? No por que hayamos recuperado buena parte de la capacidad de los embalses hay que olvidarse de las lecciones que dejó la última sequía”, afirma María Inés Figari, presidenta de la Sociedad Agrícola del Norte.

La líder gremial explica que la actual temporada el riego no debería tener problemas. Se han establecido turnos de riego para administrar el agua. Los embalses, en el peor de los casos, podrían alimentar la agricultura de Elqui y Limarí por dos años más.

“Si bien estamos mejor que hace unos años, seguimos sin solucionar temas importantes. Una parte de los pequeños agricultores sigue regando por tendido, a pesar de haber pasado por una sequía y estar en una zona semidesértica”, sostiene Figari.

Salvación primaveral

“Otro gallo cantaría si no hubiéramos tenido las lluvias de primavera. Es cierto que las precipitaciones, especialmente el granizo, perjudicaron a los productores de cerezas o arándanos, pero al resto de la agricultura le vino muy bien. Teníamos un déficit importante de agua y pudimos aminorarlo”, sostiene Diego Castro, secretario ejecutivo de las juntas de vigilancias del río Claro (Maule) y del río Lontué.

Lo ocurrido en la zona norte de la Región del Maule se repitió en la zona centro sur.

Patricio Crespo, presidente de la Federación de Juntas de Vigilancia de la Sexta Región, explica que las lluvias de septiembre, octubre y noviembre ayudaron a empalmar un invierno poco lluvioso con el inicio de los deshielos primaverales.

“Fue una ayuda importante. Eso sí, no es algo típico. Zafamos este año”, resume Crespo.

Para el dirigente, las cuencas de su zona están operando al 70% de los niveles normales. Una situación negativa, pero no terrible.

Eso sí, hace hincapié que hay diferencias entre pequeños y grandes productores. Mientras los últimos han invertido fuerte en riego tecnificado, los primeros tienen sistemas menos eficientes. Adicionalmente, la agricultura campesina sufriría una importante pérdida en la conducción de agua.

“Un pequeño agricultor que está a 20 kilómetros de un río puede llegar a recibir el 60% de su dotación normal. En su mayoría se trata de gente mayor, que no puede meterse a los canales para darles mantención, ni puede pagar por esa labor. Ellos son los más expuestos a las dificultades que puede traer esta temporada de riego”, sostiene Crespo.

En tanto, Diego Castro explica que lo más complicado está por venir. Los deshielos han sido abundantes a inicios de diciembre y una parte importante del agua ha ido a dar al mar. En los próximos meses se echarán de menos esas reservas, sobre todo si las lluvias otoñales tardan en llegar.

“Antes, el Maule tenía una importante superficie de trigo. Una vez que se cosechaba, esa agua quedaba disponible para el resto. Ese cultivo fue desplazado por frutales o cultivos industriales como el tomate, que son intensivos en uso de agua durante buena parte del año”, afirma Castro.

En ese nuevo escenario, la producción de arroz, muy demandante de agua, en zonas como Parral, enfrenta un escenario muy adverso.

Biobío sin problemas

“No conozco bien lo que sucede de Maule al norte, pero en el Biobío vivimos una situación normal respecto del riego. Si bien las lluvias de la primavera, que se han extendido hasta comienzos de diciembre, han demorado las siembras, nos han dejado con una buena cantidad de agua. Eso nos va a evitar problemas”, sostiene Jorge Guzmán, presidente de la Federación de Productores de Remolacha.

El líder agrícola subraya que también en Chillán, en la nueva Región del Ñuble, hay tranquilidad entre los productores de remolacha.

55,2% es la capacidad usada de los embalses entre las regiones de Antofagasta al Biobío, lo que equivale a 7.159 millones de litros de agua.

“Campos que fueron abandonados por falta de agua están volviendo a ser plantados. Me preocupa”
MARÍA INÉS FIGARI

Fuente: Revista del Campo

Últimas Noticias