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Mediante trampas de luz y otras a ras de suelo, investigadores capturan especies voladoras y rastreras. Al comparar su presencia con otras áreas de control, esperan evaluar el éxito de un plan de restauración forestal en zonas profundamente dañadas.
Desde enero de este año, investigadores y estudiantes de la U. de Concepción han instalado trampas para atrapar la mayor cantidad y diversidad de insectos en un terreno de 18 hectáreas en el Parque Nacional Nonguén, en la Región del Biobío.

Su estudio permitirá entender y conocer si los planes de restauración del bosque están dando resultados.

‘Es un área donde el bosque ha sufrido daño producto de que fue objeto de explotación anteriormente. Además, ha sido poblado y colonizado por especies exóticas’, explica Cristian Echeverría, director del Laboratorio de Ecología de Paisaje de la U. de Concepción. Entre esas especies exóticas están la zarzamora y el aromo.

En ese terreno, tanto Conaf, como la institución universitaria y la empresa Transelec han realizado labores de restauración ecológica, cuya finalidad es que especies como el peumo, el maitén, el roble, y otras del bosque caducifolio, recuperen sus antiguos espacios.

Para medir el éxito de esta intervención se comenzó a estudiar a los insectos como bioindicadores de que el bosque va en camino de recuperarse. Dos estudiantes de pregrado, Isabel Castro y Paulina Ibáñez, ambas de la carrera de Ingeniería en Conservación de Recursos Naturales de la U. de Concepción, han ido a terreno a instalar las trampas y a recolectar los insectos como parte de su tesis de grado.

‘Son nueve trampas de luz para insectos voladores que fueron diseñadas por el profesor Daniel Aguilera, entomólogo forestal. Consisten en una luz ultravioleta que tiene baterías y un temporizador que la enciende entre las 21 horas y la medianoche. El insecto entra a la trampa y cae en un recipiente con agua jabonosa para que no pueda flotar’, dice Castro.

La otra trampa es un recipiente enterrado y al que se le añade un líquido dulce para atraer a los insectos rastreros.

‘Ya hemos ido a buscar las primeras muestras y esperamos seguir haciéndolo hasta fines de noviembre para medir el ciclo completo en las cuatro estaciones del año. Si bien no hemos hecho un análisis estadístico, preliminarmente hemos visto que hay una mayor presencia de insectos en aquellos lugares con mayor cubierta de vegetación nativa’, dice la estudiante.

Los insectos recolectados en la zona de experimentación son contrastados con los hallados en una zona dañada, pero sin un plan de restauración (área de control). Además se compararán con las de un bosque nativo en buenas condiciones y que está en las inmediaciones.

‘Los insectos pueden ser muy sensibles a los cambios en el ambiente, así su presencia o ausencia puede dar cuenta del estado de salud de un determinado lugar. Creemos que a medida que un ecosistema se va recuperando, grupos de insectos con distintos roles ecológicos y distintas capacidades de dispersión irán llegando’, dice Daniel Aguilera.

Y añade: ‘Las diferencias en diversidad y abundancia de ensamblajes de insectos (grupos de especie que interactúan entre ellas), tanto en los sectores en proceso de restauración, como en el bosque nativo de referencia y en el sector de árboles introducidos, darán cuenta del avance en esta restauración’.

Echeverría resalta lo innovador de este enfoque: ‘Se había usado la flora y la fauna para medir el éxito de una acción de restauración, (pero) este enfoque es bastante innovador, ya que por primera vez estamos usando los insectos’.

Recuadro

Unas 10 millones de hectáreas de bosques se pierden cada año en el mundo, según datos de la ONU.

Los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) son un llamado de Naciones Unidas a los gobiernos, las empresas y la sociedad civil para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos al año 2030.

Fuente: ElMercurio

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