AFP PHOTO / Heuler Andrey
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Luiz Inácio Lula da Silva se convirtió este sábado en el primer expresidente brasileño encarcelado por un delito común y en la mayor presa de la Operación Lava Jato, que desde hace cuatro años sacude a una clase política gangrenada por la corrupción.

El exmandatario de izquierda (2003-2010) llegó por la noche en helicóptero a la sede de la Policía Federal de Curitiba (sur), donde una celda de 15 metros cuadrados con baño privado fue especialmente acondicionada para alojarlo.

Lula, de 72 años, fue condenado a 12 años y un mes de cárcel por el juez Sergio Moro, figura emblemática de Lava Jato, que lo consideró beneficiario de un apartamento de lujo ofrecido por una constructora a cambio de facilidades para obtener contratos con Petrobras.

El exdirigente sindical, que enfrenta otros seis procesos penales, se declara inocente en todos y denuncia un acoso judicial para impedirle volver al poder en las elecciones de octubre, para las cuales es el gran favorito según todos los sondeos.

Pero Lula es también uno de los políticos que más rechazo suscita, y su detención fue tan celebrada como llorada en varias ciudades del país.

Frente a la sede policial, varios centenares de personas festejaron su llegada con fuegos artificiales, cornetas y silbatos, dando vítores a la “República de Curitiba”, la ciudad denominada “Capital de Lava Jato”.

“Gracias a esta detención existe ahora una pizca de esperanza en Brasil, de justicia“, dijo Felipe Ploencio, un guardián de seguridad, de 26 años.

Del otro lado de un vallado tendido por la policía, había igualmente unos cientos de lulistas.

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