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Agencia EFE
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Decenas de presos en talleres carcelarios de Ciudad de México fabrican desde inicios de marzo unas 2.000 mascarillas por día ante la pandemia del nuevo coronavirus.

“Elaboramos por el momento cubrebocas para la contingencia del coronavirus que se está viviendo, es una tarea fundamental para apoyar a la sociedad en esta situación tan crítica”, dice Apolinar Soto, jefe de organización del trabajo en el Reclusorio Norte de la capital mexicana.

En su fabricación participan también internos de las prisiones ubicadas en el sur y el oriente de Ciudad de México, así como mujeres privadas de su libertad.

El gobierno capitalino señala que los barbijos poseen estándares adecuados de fabricación, porque se emplea tela antibacterial y son empaquetados en bolsas biodegradables.

Una vez terminados, los cubrebocas se envían a distintas dependencias del gobierno y son también utilizados por los propios internos.

La fabricación de estas mascarillas forma parte de un programa gubernamental llamado “Hazme valer”, en el que los internos elaboran productos que después ponen a la venta.

“Es una satisfacción poder ayudar a la población a combatir la epidemia de coronavirus en México”, dice Omar Tapia, quien purga una pena de poco más de cinco años por el delito de robo.

Al inicio de la emergencia sanitaria en México, en febrero pasado, los cubrebocas comenzaron a escasear en las tiendas pese a que autoridades sanitarias los han recomendado solo para quienes presentan síntomas respiratorios. También comenzaron a faltar otros productos como el gel desinfectante.

En las cárceles mexicanas son comunes los motines, asesinatos y fugas, y se registran muchas veces problemas de sobrepoblación y autogobierno entre los reos.

México registraba hasta el miércoles 475 casos positivos de coronavirus y seis fallecimientos.

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