Gonzalo Jimenez
Gonzalo Jimenez
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En el actual entorno VICA (volátil, incierto, complejo y ambiguo) mucho se habla sobre los cambios que están experimentando las organizaciones, pero seamos honestos no hay fórmulas infalibles para gestionar la turbulencia inconmensurable del presente. Me gustaría proponer, modestamente, que intentemos afrontarla desde la acción, agregándole una T a la sigla, o sea, viviéndola como una transformación. La única salida es vivirla como camino.

Las crisis del presente, las experimentamos como lo más difícil. Ya lo dijo el sociólogo Zygmunt Bauman: lo líquido, y por ende volátil, inestable y alejado de las soluciones de equilibrio predichas por los economistas, es el estado que define y fragiliza el contrato social, arrastrándonos a situaciones que no duran lo suficiente para solidificarse, en contraposición de lo inmutable que parecía la estructura social pocas décadas atrás. Según Bauman pasamos del liderazgo benéfico de un guardabosques protector del estatus quo, de un jardinero diseñando el futuro ideal; a un mundo de cazadores que solo piensan en “cobrarse” una nueva pieza, descuidando el “equilibrio de las cosas”.

Ya no es posible asegurar lo que va a pasar mañana constatando lo que observábamos ayer o utilizando una fórmula antes exitosa. Esa dificultad fragiliza y fragmenta nuestras vidas, y nos inquieta, abate y amedrenta. Sin embargo, somos libres y tenemos la posibilidad de caminar conscientes, escogiendo cómo enfrentar la situación que nos toca vivir. La invitación es a vivirla como los héroes que somos.

Esta propuesta recoge el trabajo transformador de Joseph Campbell, que describió el modelo básico del relato épico en todas las civilizaciones como “el poder del mito”. Tal vez, tanto individual, como organizacional y planetariamente estamos haciendo “el viaje del héroe”. Pocos tienen vocación innata de héroe o heroína, porque sabemos que nos enfrentaremos con dragones que acechan y con nuestra propia oscuridad, pero hoy es la única opción cuando se desmorona lo estable y lo conocido.

La alta dirección debe asimilar que se rompió el estatus quo, por lo que es tiempo de aceptar el desafío e iniciar el viaje. El reto es grande, por eso debemos abrirnos a oír a nuestra gente y a pedir ayuda a otros “camaradas en la adversidad”, consultando a los más sabios y animándonos unos a otros a cruzar el umbral de lo seguro -léase, atrevernos a innovar en los modelos de negocios-, dar las luchas que sean necesarias -experimentando, aprendiendo y reintentando-, y escapar de las trampas de nuestra mente, que inevitablemente se aferra a viejos modelos mentales asociados.

Enfrentar la gran prueba es en todas las historias de la humanidad, así como en nuestro pequeño gran mundo empresarial: enfrentar nuestro peor miedo. Pérdida de poder, riqueza, reconocimiento, control… completen ustedes la frase. Solo sabemos que después de enfrentar la hora más oscura, viene el renacer. Como dice Campbell: “En la cueva que temes entrar, está el tesoro que buscas”. Y el verdadero valor, rara vez está en la acumulación, sino que fluye de mentes, corazones y manos unidas al servicio de los demás.

Asumirnos como héroes humanos, no es negar nuestras debilidades, es precisamente lo opuesto. Somos poderosamente humanos cuando aprendemos de nosotros mismos y junto a otros. El abismo que tenemos en frente nos hace temblar, pero también nos da la fuerza, creatividad y la energía para enfrentarlo. Aceptemos el desafío, enfrentemos los miedos y luego reclamaremos el tesoro que merecemos.

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