Gonzalo Jimenez
Gonzalo Jimenez
Comparte

Particularmente en estos tiempos difíciles, a veces nos quedamos atrapados cuando la esperanza se vuelve esquiva cuando el camino está demasiado escarpado. Sin embargo, hoy más que nunca debemos reforzar el valor de la palabra, el sentido profundo de ser parte de un todo, el trabajo con conciencia plena para cuidar los espacios de confianza y la defensa de los ejercicios de liderazgos que contribuyan al bien común.

Esto es aplicable a todo: desde el regreso progresivo de los estudiantes a clases, la reactivación económica, el proceso constituyente y la lucha contra el cambio climático. Somos parte y responsables de las diversas comunidades que integramos por lo que debemos encontrar las formas de aportar a la transformación con lo mejor de nuestro ser.

Pobreza, desigualdad, injusticias, el daño que hemos hecho a la naturaleza, no se solucionarán por sí solos, requieren grandes acuerdos que se inician en lo local, en lo territorial, en las familias, en las organizaciones y empresas de las que somos parte.

Desde esta inspiración quiero recordar a linor Ostrom, la primera mujer que recibió el Premio Nobel de Economía (2009). Ostrom afirma que no existe nadie mejor para gestionar sosteniblemente un «recurso de uso común» que los propios implicados, incluso mucho mejor que los gobiernos o las empresas privadas.

Relevar el papel de las comunidades locales como una forma de lograr un sistema económico sostenible desde un punto de vista económico, medioambiental y social, nos abre un camino para enfrentar las dificultades que hoy estamos viviendo. Específicamente, Ostrom afirma que es a través de las cooperativas, empresas que son propiedad de sus miembros, en que las personas pueden hacer la mejor gestión posible de los bienes comunes. Lo mismo, agregaría por mi parte, podría decirse de mutuales, gremios, asociaciones, cajas, colegios profesionales y cámaras, si logran articularse en torno a una “governance generativa”. Una basada en la reflexión y discernimiento capaz de hacerse las preguntas respecto del propósito; que se alimente de la experiencia y del aprendizaje, y que actúe como intérprete del sentido y mantenga un alto nivel de autocrítica respecto de su forma de llevar a la práctica los valores compartidos.

Ostrom también señala que los problemas complejos requieren de ocho reglas para el auto-gobierno como acción colectiva: definir quiénes integran el grupo; ajustar las reglas de gobierno a las necesidades y condiciones locales; asegurarse que aquellos afectos a las reglas participen en su ajustes en el tiempo; hacerse respetar por autoridades y la sociedad; ser capaces de monitorear el buen comportamiento de sus miembros; usar sanciones graduadas para corregir desviaciones; usar métodos prácticos y simples de resolver controversias; y forjar un sentido de responsabilidad compartida por cuidar el patrimonio común con una perspectiva sistémica.

Los desafíos complejos que enfrentamos requieren diferentes estrategias implementadas de forma sincronizada, tanto a escala mundial como nacional, regional o local. Este énfasis me parece clave, todos son necesarios, nadie sobra desde el macro rol de los Estados hasta el aporte directo de cada ciudadano, debemos actuar de manera coordinada. Para que esto sea posible se deben crear los medios e incentivos para hacerlo, los espacios de comunicación que permitan las articulaciones y los significados comunes, y que exista un reparto equitativo de costos y beneficios.

Es precisamente en este contexto en que muchos ojos están puestos en los emprendedores-innovadores, son estas personas las que con talento, trabajo y sensibilidad están construyendo nuevas bases para un mundo mejor para todas y todos. Que nada detenga lo bueno y nuevo que estamos co-creando como sociedad.

 

Gonzalo Jiménez Seminario
CEO Proteus Management & Governance
 Profesor de ingeniería UC

Últimas Noticias