8M
Agencia Uno - Referencial.
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Conmemorar este 8M es de dulce y también de agraz. Lo primero, gracias al abnegado esfuerzo de miles de mujeres, se ha instalado la visión de que todas las personas, sin distinción de su género y edad, deben gozar de los mismos derechos, recursos, oportunidades y proyecciones. De agraz, porque nuestro país aún dista de alcanzar la igualdad de género tan necesaria para avanzar hacia un desarrollo pleno, donde la realidad de ser mujer puede significar barreras de estudio y laborales difíciles de sortear.

Según el PNUD 2017, el hecho de nacer en regiones con carencias, pertenecer a un pueblo originario o ser inmigrante, ha dificultado el resguardo de derechos básicos de niñas, jóvenes y adultas, incluido el acceso a una educación de calidad, trabajo decente o la ausencia de violencia de género. En Chile, las instituciones de Educación Superior no hemos reconocido, en profundidad, los desafíos en materia de género y diversidad.

La educación técnica ha sido, desde siempre, un espacio de desarrollo y encuentro entre estudiantes, docentes y el mundo del trabajo, en donde no se discrimina a quien quiera ingresar a ella (acceso abierto). En efecto, defendemos la firme misión de entregar competencias técnicas, pero también de reconstruir la autoestima de personas que han sido históricamente invisibilizadas (Dubet, 2005). No obstante, este 8M vemos que nuestra autopercepción como sistema inclusivo (desde la movilidad social) no es suficiente y se necesita avanzar hacia una inclusión más integral, desde lo cultural. Las estudiantes requieren respuestas acordes a sus necesidades, generando condiciones y oportunidades para que construyan sus trayectorias formativas y laborales, desarrollando plenamente su potencial.

En este marco, se hace necesario erradicar el concepto de carreras masculinizadas o feminizadas, pues no hay evidencia consistente, científica y/o biológica que apoye la idea que hombres y mujeres tienen mayores habilidades para unas disciplinas que para otras.

Hoy tenemos estadísticas sólidas de acceso de mujeres a carreras tradicionalmente masculinizadas (Mineduc, 2023), pero eso no es sostenible si la enseñanza recibida no les ofrece las mismas oportunidades de aprendizaje, o si los ambientes de estudio mantienen sesgos de género. Expresiones como… “usted no puede utilizar este equipo, hay que ser hombre para utilizarlo”, “esta es una carrera de hombres”, muestran una cultura que debe ser modernizada.

Del mismo modo, podemos formar más mujeres, por ejemplo, en carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemática), pero si los empleadores las contratan para realizar labores no acordes a su perfil de egreso, entonces de nada sirve el esfuerzo. Las empresas tienen el desafío de revisar sus estructuras de incentivos y raigambres culturales para que la promesa de igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres sea una realidad.

En base a nuestro quehacer diario, sabemos del impacto que la educación ejerce sobre la vida y esperanzas de nuestros estudiantes. Por ello, entendemos que la problemática de inclusión femenina no solo radica en el acceso a una carrera desbalanceada en su composición de género, sino que también en el resguardo de la equidad e igualdad de oportunidades durante todo el proceso formativo, así como en su permanencia y egreso, facilitando las mismas proyecciones a todas quienes deciden cursar una carrera TP (en base a Marshall, 1949).

En este 8M redoblamos nuestro compromiso con la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, relevando el merecido reconocimiento y respeto a las mujeres en cualquier ámbito, sea educativo, social o laboral.

Por Lucas Palacios Covarrubias, rector de INACAP.

Vía Twitter | @LucasPalaciosC.

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