Felipe Trueba / INACH
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Un glaciar es una gran masa de hielo formada por capas de nieve que se van acumulando y compactando durante cientos de miles de años. Cada capa representa el registro histórico de las precipitaciones sólidas ocurridas ahí, y aporta valiosa información física y química. Mediante perforaciones verticales en la zona de acumulación de los glaciares, los investigadores extraen lo que en Geología se conoce como “testigos de hielo”. Estos son cilindros de unos 15 centímetros de diámetro y 20 metros de largo o más, que contienen una muestra de cada capa. Mientras más largo el testigo, más antiguo el registro.

“La gracia de estos registros paleoclimáticos es que te permiten extender la investigación mucho más allá de la era que llamamos instrumental, que comienza como en 1850″, explica el Dr. Francisco Fernandoy, reconocido glaciólogo, explorador antártico y académico de la carrera de Geología de la Universidad Andrés Bello. “Antes de eso hay registros esporádicos, pero no son tan confiables. Gracias, en este caso, a los testigos de hielo, como también a los anillos de los árboles o los sedimentos de los lagos, uno puede extender ese registro mucho más atrás en el pasado“, agrega el académico.

A partir del análisis de los testigos de hielo se puede calcular la acumulación de las precipitaciones en un año y compararlas interanualmente, interpretar la temperatura del ambiente en el momento de cristalización o detectar un evento climático, como una ola de calor. De las impurezas contenidas en el hielo se pueden observar los patrones atmosféricos, mientras que la composición química del hielo entregará información acerca de la actividad humana en el tiempo y cómo esta influye en el ambiente.

En suma, los testigos de hielo cuentan la historia del cambio climático en Chile y en nuestro planeta. Son, además, el principal insumo para las investigaciones que Francisco Fernandoy y su equipo realizan en el Laboratorio de Análisis Isotópico de la Universidad Andrés Bello. Y hoy, estas muestras glaciológicas son el punto de partida del proyecto de divulgación científica “Testigos de Hielo”.

Esta propuesta innovadora, en la que Fernandoy es encargado de contenidos, surge desde un equipo multidisciplinario de científicos, artistas, arquitectos y comunicadores, quienes se unieron para generar una experiencia inmersiva de aprendizaje, basada en estímulos sensoriales e información entregada de manera creativa y didáctica.

La instalación “Testigos de Hielo”, que próximamente se abrirá a público, está siendo desarrollada por un equipo multidisciplinario compuesto por representantes de Campus Creativo, la Facultad de Ingeniería y el Centro para la Comunicación de la Ciencia de la Universidad Andrés Bello, en alianza con el Parque Cultural de Valparaíso, el Museo de Historia Natural de Valparaíso, las juntas de vecinos Cerro Bellavista y Cerro Yungay y la empresa TecnoFast, con fondos adjudicados a través del Concurso Nacional de Ciencia Pública del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación.

Cuenta de ahorro

En un convenio con la Dirección General de Aguas, Fernandoy y su equipo de UNAB sede Viña del Mar monitorean el glaciar Juncal Norte, ubicado en las montañas de la zona central. El río Aconcagua y su cuenca entregan agua a la parte más poblada de la V Región. Esta proviene del derretimiento de la nieve y del hielo, “pero como en los últimos 13 años hemos tenido una gran sequía, el agua que está fluyendo proviene principalmente del derretimiento del Juncal Norte”, advierte el investigador.

Y agrega que “la pérdida de masa del glaciar se ha acelerado mucho, y coincide con este periodo de sequía. Pudimos identificar la evolución del glaciar desde 1957, con los primeros registros de imágenes, hasta el 2021. Antes, el glaciar perdía en promedio un metro de altura al año, pero desde 2010 se ha triplicado. Estamos casi en tres metros por año”, advierte.

El glaciar es como una cuenta de ahorro en las montañas. El agua viene principalmente de la precipitación de lluvia y nieve, pero si esta no cae en invierno, entonces el glaciar empieza a tratar de suplir esa falta”, pero al ser un volumen finito, en algún momento la masa de hielo puede retroceder tanto que va a ser incapaz de entregar agua. “Y con eso se acaba la cuenta de ahorro”, dice Fernandoy.

Ciencia de frontera

Si bien su fuerte siempre ha sido la Antártica, hoy Francisco Fernandoy también se encuentra inmerso en un proyecto de investigación en Campo de Hielo Sur, en el que dirige a un equipo internacional de investigadores de Chile y el Reino Unido, al alero de la prestigiosa National Geographic Society.

“Estoy muy honrado de trabajar con National Geographic, que desde sus inicios ha tenido está tradición de la exploración. Ellos entienden que una expedición puede fracasar. Es una forma de hacer ciencia más de frontera, sin la presión de tener un resultado, por lo que te permite hacer cosas más novedosas, de más riesgo”, explica el glaciólogo.

Con este proyecto, que actualmente está en fase de campañas exploratorias, buscan observar el estado de salud de los glaciares de difícil acceso. “Sabemos que Campo de Hielo Sur se está derritiendo a tasas muy rápidas, es una especie de ciclo acelerado. En abril realizamos la primera expedición al segundo punto más alto de la zona y vimos que, a pesar de estar tan alto, el hielo tiene evidencia de derretimiento. No sabemos si eso es algo que está ocurriendo ahora o si había ocurrido antes, por eso necesitamos volver y hacer un muestreo más extensivo“.

A juicio del académico, existen una serie de riesgos asociados al derretimiento de los glaciares que afectarían de manera distinta al país. “Si la Antártica o Campos de Hielo se comenzaran a derretir muy rápido, se producirían dos procesos contrapuestos”, dice.

Uno es que el hielo, al tener una masa muy grande, actualmente está hundiendo la superficie, entonces al derretirse completamente, la superficie se elevaría. “A eso le llamamos rebote isostático. Las zonas más hacia el Polo Sur, como Punta Arenas o Puerto Montt, probablemente se van a elevar y no van a ser tan afectadas por el aumento del nivel del mar, pero las zonas más hacia el Ecuador sí“, advierte Fernandoy.

Por otra parte, la zona sur podría verse afectada por eventos GLOF, (en inglés, Glacial Lake Outburst Flood). Se trata de vaciamientos rápidos de lagunas que se forman por el derretimiento glaciar. El académico explica que, por lo general, estas lagunas están represadas por sedimentos que tienen poca cohesión y con el peso de la masa de hielo se rompen y se vacían de manera intempestiva. “Si tenemos un poblado muy cerca de un río que está conectado a un glaciar, podría ser eventualmente peligroso. Hoy, hay varios glaciares que se están monitoreando por este tipo de evento y otros que se están comenzando a estudiar”.

De hecho, Fernandoy cuenta que está iniciando un proyecto asociativo entre la USACH, la Universidad Austral y UNAB sede Viña del Mar que tendrá una línea investigativa dedicada a estudiar las causas y consecuencias de los procesos climáticos extremos sobre los glaciares y el riesgo que podrían tener para la población.

Sobre el futuro ambiental del planeta, el investigador dice que siempre hay que pensar de manera positiva, argumentando que la investigación científica demuestra que, si se toman las medidas adecuadas, “puede que la situación no mejore de un día para otro, pero sí vamos a tener una perspectiva mucho mejor a que si no tomamos ninguna acción. Como académicos quizás no tenemos el poder de tomar decisiones, pero sí de entregar información”.

Y en ese sentido, para el investigador es urgente poder hacer partícipe a la comunidad, “de manera que las futuras decisiones se tomen en base a un conocimiento con sólida evidencia científica”.

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