STR / PRESSENS BILD / AFP
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En tiempos del #MeToo, ni el premio Nobel de Literatura Pablo Neruda se ha salvado de una revisión histórica por su comportamiento con las mujeres, el que con los códigos éticos actuales posiblemente le hubiera llevado al banquillo por violador y abandono de sus funciones de padre.

La polémica, recurrente, ha vuelto a resurgir en Chile con la reciente aprobación en la comisión de cultura del Congreso chileno -todavía debe ser analizada por el pleno- de la propuesta de rebautizar el aeropuerto de Santiago con el nombre del poeta chileno más universal y conocido mujeriego.

Además de su pasado comunista, los críticos recuerdan un pasaje de sus memorias “Confieso que he vivido” en el que describe lo que se asemeja a una violación de una joven tamil, de la casta de los intocables, encargada de limpiar sus letrinas cuando estaba de cónsul de Chile en Ceilán, la actual Sri Lanka.

“Una mañana, decidido a todo, la tomé fuertemente de la muñeca y la miré a la cara. No había idioma alguno en que pudiera hablarle. Se dejó conducir por mí sin una sonrisa y pronto estuvo desnuda sobre mi cama. (…) El encuentro fue el de un hombre con una estatua. Permaneció todo el tiempo con sus ojos abiertos, impasible. Hacía bien en despreciarme. No se repitió la experiencia”, reza la confesión del poeta.

Más allá de la calidad de su poesía que empezó a escribir hace ya casi un siglo, lo que muchos se plantean, sobre todo las mujeres, es si no hay alguien con un historial menos polémico para merecer el honor de tener un aeropuerto a su nombre.

Es el caso de la socióloga Claudia Dides. “¿Por qué poner nombres de hombres a los espacios públicos? Tenemos que reivindicar a las mujeres”, dice a la AFP.

La diputada Pamela Jiles, que conoció al autor de “Canto General” cuando era niña, pues su abuelo, Jorge Jiles, fue el abogado del poeta y quien le ayudó a cambiar legalmente su nombre Ricardo Eliécer Neftalí Reyes por el de Pablo Neruda, está en contra de dicho cambio.

“Me opongo a que nuestro aeropuerto lleve ese nombre, porque considero que no están los tiempos para homenajear a un maltratador de mujeres que abandonó a su hija enferma y que confesó una violación, menos como imagen-país”, asegura en una declaración enviada a la AFP.

“Tenemos otra premio Nobel con mayores méritos estéticos que Neruda y sin ninguno de sus graves defectos. Preferiría que se llamara ‘Aeropuerto Profesora Lucila Godoy Alcayaga'”, más conocida como Gabriela Mistral, para sustituir al actual nombre de Aeropuerto Arturo Merino Benítez, fundador de las Fuerza Aérea chilena, agregó la diputada.

No es la obra, es el comportamiento

“No creo que sea necesario condenar la obra de Neruda como tampoco se puede desconocer su aporte a la política como militante comunista, pero sí creo que hay que ser claros en condenar su comportamiento con las mujeres y particularmente su actitud despreciable con su hija enferma a la que desconoció y abandonó. Ni el poema más perfecto puede compensar la maldad hacia un niño”, concluye Jiles.

Neruda tuvo una única hija, Malva Marina, con la holandesa María Antonieta Hagenaar, Maruca, que padeció hidrocefalia y falleció a corta edad.

Sin embargo, la escritora y periodista Faride Zerán, autora de “La guerrilla literaria” -en la que analiza las diatribas de tres monstruos de la literatura chilena, Pablo Neruda, Vicente Huidobro y Pablo de Rokha-, no está de acuerdo con esta polémica.

“Hoy se ve con una lógica moral del siglo XXI a un hombre del XX. No me parece justo”, asegura a la AFP.

Más vigente que nunca

La vigencia de Neruda no está en cuestión. Desde la Fundación Neruda, el director ejecutivo, Fernando Sáez, minimiza la polémica y asegura que el poeta “siempre tuvo enemigos”, pero su comportamiento con las mujeres, de las que siempre estuvo rodeado, no impide que “firmemos todos los días contratos” de todas las partes del mundo para reeditar su obra.

Y sus tres casas-museo, la de Isla Negra, en la costa pacífica, La Sebastiana, en Valparaíso, y La Chascona en Santiago, están entre los principales atractivos turísticos de Chile.

“El público que viene a las casas es el mismo y el entusiasmo y el cariño es el mismo”, asegura a la AFP, por lo que cree que se trata de “una polémica ridícula inventada”.

La escritora Adriana Valdés recuerda que si la “conducta personal intachable fuera requisito para leer y admirar escritores o pensadores, tendríamos que prescindir de gente como Rimbaud, Céline, Sartre, Lope de Vega, Verlaine, y para qué decir Oscar Wilde, Baudelaire, Rousseau, Heidegger…”

Lo importante es que “hoy se pueda mirar hacia atrás y ver como bárbaras y crueles muchas prácticas machistas que antes, hace muy poco, formaban parte del sentido común”, asegura.

Ana Fernández

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