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Salud mental: Una de cada cuatro personas en Chile se siente sola

Salud mental: Una de cada cuatro personas en Chile se siente sola
Fotografía temática (salud mental) – Agencia Uno .

En una sociedad cada vez más conectada digitalmente pero desconectada emocionalmente, los vínculos afectivos emergen como pilares fundamentales para la salud mental. Desde una mirada psicológica y sexológica afirmativa, comprender cómo se construyen, sostienen y transforman las relaciones humanas a lo largo de la vida resulta esencial para promover el bienestar emocional y la resiliencia.

Lejos de tratarse de simples lazos biológicos o formales, los vínculos son espacios profundamente afectivos donde las personas pueden sentirse vistas, validadas y acompañadas. “Desde la teoría del apego, desarrollada por John Bowlby, sabemos que esta necesidad de conexión segura es tan vital como el alimento o el resguardo físico”, señala Vanna Lombardo, enfermera matrona, máster en sexología y profesional de ADIPA.

Un vínculo seguro se sostiene en la confianza, el cuidado mutuo y la posibilidad de mostrarse vulnerable sin miedo. Aunque muchas personas no hayan vivido experiencias previas de apego seguro, la neurociencia demuestra que es posible construirlos en la adultez. Para lograrlo, se requiere conciencia emocional, comunicación afectiva y una disposición genuina a reparar el daño emocional.

Soledad y salud mental: cifras que preocupan

Los datos recientes confirman la importancia de los vínculos. Según el Termómetro de Salud Mental Achs-UC 2025, el 26,6 % de las personas entre 30 y 39 años en Chile declara sentirse sola, encabezando el ranking de soledad percibida. Le siguen los menores de 29 años (20,9 %), mientras que entre quienes superan los 40 años las cifras bajan a entre un 14 % y 16 %.

Además, el 19 % de la población dice sentirse aislada o excluida socialmente, tres puntos más que el año anterior. Esta desconexión emocional afecta más a las mujeres (21,7 %) que a los hombres (16,1 %), revelando una preocupante brecha de género en la vivencia del acompañamiento y la pertenencia.

Aunque los problemas generales de salud mental han disminuido a un 12,7 % —la cifra más baja desde 2020—, las diferencias por género persisten: un 17,8 % de las mujeres reporta dificultades, frente a solo un 7,3 % de los hombres. La ansiedad sigue siendo el síntoma más frecuente, afectando al 25,8 % de la población, con una prevalencia significativamente mayor en mujeres (35,5 %) en comparación con hombres (13,4 %). También se identificaron síntomas depresivos en el 13 % de la población, con una diferencia de más de 10 puntos entre mujeres (19,5 %) y hombres (6 %).

A estos indicadores se suman otras preocupaciones: el 10,4 % de las personas percibe bajo apoyo social, mientras que el 8,6 % presenta insomnio, el 27 % mantiene un estilo de vida sedentario y el 10,1 % muestra consumo problemático de alcohol.

“Estos datos evidencian lo indispensable que resulta contar con vínculos seguros. No solo para mitigar la ansiedad o la depresión, sino también para sostener el día a día emocional y relacional de las personas”, subraya Lombardo.

Estilos de apego: cómo influyen y cómo transformarlos

Las formas en que nos vinculamos en la adultez tienen raíces profundas en nuestros primeros lazos afectivos. Estos patrones, conocidos como estilos de apego (seguro, ansioso, evitativo o desorganizado), influyen en cómo buscamos cercanía, gestionamos nuestras emociones o evitamos la intimidad.

Aunque algunos estilos pueden generar desafíos relacionales, no son destinos fijos. Desde un enfoque afirmativo, las personas pueden transformar su manera de relacionarse. Por ejemplo, alguien con apego ansioso puede aprender a construir relaciones más seguras si encuentra espacios donde exista validación emocional, responsabilidad compartida y comunicación consciente.

“Cuando recibimos validación de nuestra familia, pareja o comunidad, fortalecemos la autoestima y el sentido de pertenencia”, afirma Lombardo.

Relaciones que sanan

Las relaciones afectivas no solo ofrecen compañía: también regulan nuestras emociones cotidianas. Gestos simples como un abrazo o una escucha empática tienen un efecto directo sobre el estrés y las emociones difíciles. “Si bien nuestras necesidades de apego evolucionan con el tiempo, el anhelo de conexión, seguridad y contención permanece a lo largo de la vida”, explica Lombardo. “En cada etapa, contar con vínculos seguros promueve la salud mental, la resiliencia y la posibilidad de vivir relaciones más éticas y conscientes”.

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